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Formación sustitutiva y carácter

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En “Inhibición, síntoma y angustia”, Freud homologa el síntoma con la formación sustitutiva, en la medida en que son indicio y sustituto de una satisfacción pulsional interceptada; es el resultado del proceso represivo agrietado.

Las formaciones sustitutivas contienen un origen inconsciente pero se formalizan a través del preconsciente en relación con la fantasía. Responden entonces a un doble origen, serían derivadas de los procesos defensivos, de la creciente complejización psíquica con la ligadura preconsciente mediante la palabra, y la necesidad de procesar lo traumático. Sucede entonces que a pesar de la represión la moción pulsional ha encontrado un sustituto, que ya no tendría carácter placentero sino que se erigiría en calidad de compulsión.

Freud asevera que este sustituto es “… harto mutilado, desplazado (descentrado) inhibido. Ya no es reconocible como satisfacción” (p. 90).

La represión demuestra su poder también en otro punto, ya que en la histeria el proceso sustitutivo es mantenido lejos de la motilidad, forzado a agotarse en el propio cuerpo, no puede trasponerse en acción. “El yo gobierna el acceso a la conciencia, así como el paso a la acción sobre el mundo exterior, en la represión, afirma su poder en ambas direcciones” (p. 91).

Según la hipótesis económica, se sustituye una satisfacción ligada a un incremento tensional por otra, donde se produce una reducción de la tensión. Pero no sólo participa aquí el factor cuantitativo, sino que habría conexiones asociativas entre el síntoma y lo que se sustituye; el síntoma cobra un valor simbólico, producto del desplazamiento y la condensación.

Laplanche y Pontalis, en Diccionario de Psicoanálisis (1968-1974, p. 166) afirman que el término formación sustitutiva debe relacionarse con los de formación transaccional y formación reactiva.

Todos los síntomas son formaciones transaccionales, puesto que son producto del conflicto defensivo. En la formación reactiva prevalece el proceso defensivo, ya que lo que aparece especialmente es la oposición a la pulsión. Por la formación reactiva se neutraliza el retorno de lo reprimido. Altera al yo, constituyendo rasgos de carácter más o menos integrados en la personalidad; pero en la observación clínica, las formaciones reactivas pueden adquirir el valor de síntomas, por lo que representan de rígido, de compulsivo o por la evidencia de fracasos accidentales, que evidenciarían la irrupción de la pulsión, y permitirían atribuir a esos rasgos de personalidad un valor sintomático.

La formación de síntoma se emprende para escapar a la angustia. En “Inhibición, síntoma y angustia”, Freud explicita que la angustia es el principal motor de la represión; los síntomas ligarían la energía psíquica, que de otro modo se descargaría como angustia: “[...] Así la angustia sería el fenómeno fundamental y el principal problema de la neurosis” (p. 136).

También destaca el significado de síntoma a toda inhibición que el yo imponga. En el artículo mencionado, afirma: “La formación de síntoma tiene por lo tanto el efectivo resultado de cancelar la situación de peligro. Posee dos caras: una, que permanece oculta para nosotros, produce en el ello aquella modificación por medio de la cual el yo se sustrae del peligro, la otra cara, vuelta hacia nosotros, nos muestra lo que ella ha creado en reemplazo del proceso pulsional modificado: la formación sustitutiva” (p. 137).

Así es como Freud adscribe al proceso defensivo la formación de síntoma, empleando la formación de síntoma como sinónimo de formación sustitutiva. Pero la formación de síntoma no alcanza a ligar la angustia, que reaparece, por ejemplo, en el caso de las fobias, debido a que puede ser alimentada desde afuera por la percepción del objeto temido, o desde adentro, por un incremento del estímulo pulsional; esto lleva a extender el área sintomática. La fobia sólo protege al yo de la generación de angustia de origen externo, y sólo parcialmente cubre al yo de la angustia.

La formación sustitutiva (como síntoma) protege al yo como una contrainvestidura contra lo reprimido. Pero como esta contrainvestidura está apoyada por el yo, por un lado, y por lo reprimido, por el otro, posibilita al mismo tiempo una vía de descarga a través del retorno de lo reprimido, obturando lo reprimido (enmascarándolo). Estas serían las dos caras del síntoma a que se refiere Freud.

Ahora bien, todo síntoma es una formación sustitutiva, pero no toda formación sustitutiva se constituye en un síntoma. A la represión le basta con que no aparezca la representación reprimida, y esto es diferente a la formación de síntoma.

Laplanche y Pontalis, en el Diccionario de Psicoanálisis, definen la formación sustitutiva de la siguiente manera: “Designa los síntomas o formaciones equivalentes, como los actos fallidos, los chistes en tanto se reemplazan los contenidos inconscientes. Esta sustitución debe entenderse en un doble sentido: económico por cuanto el síntoma aporta una satisfacción que reemplaza al deseo inconsciente; simbólico, al ser sustituido el contenido inconsciente por otro siguiendo ciertas líneas asociativas” (p. 168).

Como ya mencioné, se puede relacionar la formación sustitutiva con la transaccional, debido a que opera como una transacción para poder ser admitida en la conciencia, en donde lo reprimido queda sustituido y deformado hasta ser irreconocible, logrando satisfacción el deseo inconsciente, por un lado, y por otro, la defensa contra lo reprimido. Sin embargo –según sea el tipo de cuadro– en las formaciones sustitutivas predominará una satisfacción sexual, o la defensa contra ésta. En general, en la histeria predomina la satisfacción del deseo, en cambio, en la neurosis obsesiva predomina la defensa (formación reactiva).

En síntesis, el síntoma y la formación sustitutiva, son sustitutos de una satisfacción pulsional interceptada, debido al proceso represivo agrietado.

Si bien las formaciones sustitutivas provienen de un origen inconsciente, se estructuran a través del preconsciente en relación con la fantasía. Tendrían un doble origen, por su derivación de los procesos defensivos, y con el preconsciente en su ligadura con la palabra y la necesidad de procesar lo traumático. Ahora bien, todo síntoma es una formación sustitutiva, pero no toda formación sustitutiva se constituye en un síntoma (los chistes o los sueños no son síntomas).

Toda formación de síntoma intenta escapar de la angustia. En “Inhibición, síntoma y angustia” se explicita que la angustia es el principal motor de la represión, que los síntomas ligarían la energía psíquica, que de otro modo se descargaría como angustia, siendo esta el principal problema de la neurosis.

Por la formación reactiva se neutraliza el retorno de lo reprimido. Altera al yo, constituyendo rasgos de carácter que se hacen parte del carácter. Sin embargo, en la observación clínica, las formaciones reactivas pueden adquirir el valor de síntomas, por lo que representan de rígido, o compulsivo, que mostrarían el avance de lo pulsional. En algunos cuadros clínicos predomina una satisfacción sexual, o la defensa contra ésta. Por ejemplo, en general en la histeria predomina la satisfacción del deseo, en cambio, en la neurosis obsesiva predomina la defensa (formación reactiva).

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