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El desempeño del yo en el carácter

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Cuando queremos precisar qué es el carácter de una persona, deberíamos considerar una serie de procesos psíquicos que facilitan su comprensión, tales como las defensas ante lo pulsional, los procesos identificatorios y el factor traumático. Podríamos aseverar entonces que en el carácter cobran importancia no sólo los factores constitucionales sino también aquellos acontecimientos significativos de la historia de la persona.

Si nos atenemos a lo que dice Freud, en la formación del carácter es conveniente jerarquizar la identificación en el superyó como componente central, luego identificaciones en el yo, todas ellas secundarias, de las que me ocuparé más adelante.

Ahora bien, ¿cómo podríamos determinar en qué momento evolutivo surge el carácter como pilar de una personalidad? Siguiendo a Freud, el carácter surge en la declinación del complejo de Edipo con la constitución del superyó y comienzo de la latencia.

En la Conferencia 32, “Angustia y vida pulsional” (1932-1933) Freud considera el carácter atribuible al yo. Las identificaciones parentales formaran parte del superyó, siendo esta instancia la más importante en la formación del carácter. También alude a las formaciones reactivas que el yo adquiere primero en sus represiones y más tarde como medios más normales, a raíz de los rechazos de mociones pulsiones indeseadas (p. 84).

Si nos detenemos en un párrafo de este artículo –cuando se refiere a que el carácter es atribuible por entero al yo–, debemos tener en cuenta que Freud definió distintos tipos de yo, a saber: yo real primitivo, yo placer purificado, yo real definitivo; distinguió a los mismos por sus funciones y también por su estructura. Entonces cabe la pregunta: ¿a qué yo se está refiriendo, a qué momento evolutivo del yo alude en el párrafo anterior?

Dejemos de lado por ser primordial quizá el primero de todos, para el que la realidad exterior resulta indiferente, el yo real primitivo, pero es necesario esclarecer si el carácter tiene que ver con el yo placer purificado o con el yo real definitivo.

Freud plantea que para la conformación del carácter es necesaria la incorporación de la instancia parental en calidad de superyó y las identificaciones parentales, un yo suficientemente maduro que reacciona ante el peligro, se angustia y reprime. Sostiene que el yo dirige una investidura tentativa y suscita el mecanismo placer-displacer mediante la señal de angustia. En la Conferencia 32, afirma: “Entonces son posibles diversas reacciones o una mezcla de ellas en montos variables. O bien el ataque de angustia se desarrolla plenamente y el yo se retira por completo de la excitación chocante, o bien en lugar de salirle al encuentro con una investidura tentativa, el yo lo hace con una contrainvestidura, y esta se conjuga con la energía de la moción reprimida para la formación de síntoma o es acogida en el interior del yo como formación reactiva, como refuerzo de determinadas disposiciones, como alteración permanente” (pp. 83-84).

En la formación del síntoma hay una parte de la defensa y de la moción reprimida que da lugar al mismo. Pero en el caso de la contrainvestidura acogida en el interior del yo, reforzando disposiciones el yo se altera, pues una parte o fragmento del yo se combina con la contrainvestidura, y se forma el carácter. Aquí hay algo diferencial, un rasgo del yo se combina, diferente al primer caso en que una moción reprimida con contrainvestidura da lugar al síntoma.

Por lo tanto, el yo real definitivo es el que posibilita la formación del carácter, este yo que habla en nombre de la realidad y que como tal puede oponerse a la pulsión e imponer que la pulsión se desanude con respecto a un objeto. Porque Freud afirma que la mayor parte de las identificaciones constituyentes del superyó derivan de una renuncia a las investiduras objetales.

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