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La historia del diablo
Islámicos

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En la cultura islámica, los demonios son criaturas en las que se perciben claramente las influencias religiosas procedentes de diferentes ámbitos, por ejemplo, el preislámico y beduino, aunque tampoco carece de vínculos con el hebraísmo y el cristianismo, mediados a menudo por textos apócrifos.

Su obra se expresa a varios niveles en la vida del hombre, y, en cualquier caso, son criaturas activas, siempre en la dirección del mal y del pecado.

El diablo puede tener connotaciones que varían según las escuelas coránicas. Preferentemente aparece como un ángel rebelde, parte negativa de la creación. Para algunas escuelas de sufismo, el diablo aparece como símbolo tangible de la fuerza negativa que vive en nuestro ser, dicho sea de paso, la parte material y humana.

El diablo es el enemigo siempre dispuesto a atacar a los que se han alejado de Dios:

Aquellos que son píos, y se esfuerzan en recordarlo, cuando una ronda del diablo los toca, rápidamente se percatan. (Sura 7, 201).

A aquel que es ciego a la llamada del Misericordioso, nosotros damos un diablo como compañero. (Sura 43, 36).

Una de las figuras principales de la espiritualidad coránica son los yinn, tercera clase de seres, después de los ángeles hechos de luz, y los hombres, de arcilla. Son criaturas «de llama purísima de fuego», (sura 55, 15).

El sura 72 del Corán está íntegramente dedicado a los yinn, y también en varias partes del libro sagrado de los musulmanes se ilustran los orígenes de estas criaturas:

En verdad, nosotros creamos hombres y yinn, que están destinados al fuego del infierno. Sus corazones están cerrados, sus ojos velados y sus orejas sordas. Son como ovejas que siguen a un falso pastor y se complacen caminando por el camino del error. (Sura 7, 179).

Por medio de una leyenda que se remonta al siglo XII, sabemos que los yinn al principio de los tiempos vivían en la tierra, pero su vida estaba dominada por el pecado, y entonces Dios envió un ejército de ángeles que los destruyeron; los supervivientes se dispersaron por el mundo.

Los yinn tenían la capacidad de mezclarse entre los hombres sin delatarse, ya que adoptaban un aspecto común, o bien eran invisibles. De este modo, podían llevar a cabo sin molestia alguna sus actividades malvadas para hacer pecar a los individuos.

En realidad, los yinn podían adoptar múltiples aspectos: un tema recurrente es su transformación en reptiles e insectos, y también pueden convertirse en viento y golpear a los hombres con la fuerza de la tormenta.

En el Corán se dice que el Día del Juicio, tanto los hombres como los yinn serán juzgados y «recibirán el precio de sus acciones», (sura 55,31).

La tradición legendaria habla de seres humanos que tuvieron relaciones sexuales con los yinn. Los más famosos fueron Dhû-l-Qarnayn (Alejandro Magno) y Balqïs, la reina de Saba. Debido a estas uniones, en la Tierra existen criaturas monstruosas nacidas de estas uniones, como los míticos pueblos de Yâjûjî y Mâjûjî de los que habla el Corán (21, 96), correspondientes a Gog y Magog en la tradición cristiana.

La literatura laica y religiosa de los pueblos islamizados es muy rica en referencias a los yinn. Sólo hay que leer las Mil y una noches para tener una gran cantidad de informaciones folclóricas sobre ellos[8].

En otro plano se sitúa Iblis, que indica el nombre personal del diablo, que derivaría del griego diabolos. Sin embargo, los lexicógrafos árabes tienen otra opinión. Para ellos deriva:

De la raíz bls, porque él no puede esperar (ublisa) misericordia de Dios. Aparece en el Corán como uno de los personajes de la primera historia del mundo, que se rebeló a la creación de Adán y tentó a Eva en el Paraíso. Se negó a adorar a Adán y por eso fue expulsado del Paraíso y maldecido, pero se le concedió, por plegaria suya, que la punición fuera aplazada hasta el Día del Juicio[9].

Iblis, que no quiso postrarse ante el hombre creado con arcilla, gustó a muchos maestros sufistas, que elaboraron su forma primitiva hasta transformarlo en una criatura en ciertos aspectos parecido a un mártir. En el apartado «Los ángeles malvados», hemos visto que la tradición sobre la que se apoya la figura de Iblis pertenece a un fondo cultural que no es sólo prerrogativa del islam, sino que también se ha difundido a través de los apócrifos del Antiguo Testamento.

El ser demoniaco del mundo islámico que presenta más conexiones con el diablo cristiano es Shaytan. Esta criatura asume el emblema de rebelde, que actúa para que el mal prevalezca y «ordena a quien cede a sus adulaciones llevar a cabo acciones deshonestas y censurables», (sura 24, 21).

En las traducciones del Corán, Shaytan suele traducirse por Satanás, «enemigo declarado», aquel que trabaja para desviar a los hombres del «recto camino», (sura 17, 53).

LA SURA DE LOS YINN


Di a los descreídos que te dan la espalda, Mohammad: «Dios me ha revelado que una cuadrilla de yinn escuchó la narración de los Versos del Libro y, cuando terminó, se dijeron, uno al otro: en verdad, todo lo que hemos oído es Palabra de Verdad que guía por el Recto Camino. Nosotros creemos en Dios y nunca Le asociaremos iguales.

¡Loado sea Él, que no ha elegido para Sí ni compañero ni hijos!

Hubo algunos de nosotros que inventaron mentiras sobre Dios, mientras pensaban que nadie, hombre o yinn, habría podido llegar a tanto.

Hubo algunos hombres que buscaron refugio en los yinn, pero esto aumentó su deshonestidad y sus acciones reprobables, induciéndoles a negar la resurrección de los cuerpos, en el Día del Juicio.

En los Orígenes se nos permitía subir al Cielo, pero luego fuimos rechazados por sus guardianes.

Allí escuchamos los discursos de la Corte Celeste, pero quien lo quisiera hacer ahora sería atacado por una lluvia de astros.

Nosotros no sabemos si esto ocurrió para hacer daño a los hombres o si fue un Signo de Dios, el cual quiere guiarlos por el recto camino.

Entre nosotros hay Operadores del Bien y Operadores del Mal, y ninguno sigue su propio camino.

No podemos nada contra la Voluntad de Dios, ni oponiéndonos a Él, ni alejándonos de Él.

Cuando oímos recitar los Versos del Libro, entendimos que nos había llegado un Signo de Guía y creímos en las palabras del Enviado de Dios. En verdad, los Creyentes no deben temer desgracias ni locuras.

Entre nosotros hay Creyentes y descreídos, pero sólo los primeros van por el Recto Camino, mientras que los otros arderán en el Fuego del Infierno.

En verdad, ¡cuántos de los yinn creerán en Dios y el Día del Juicio serán acogidos por nosotros en los Jardines en donde fluyen los frescos arroyos y allí tendrán la eterna morada! Pero aquellos que, hombres y yinn, vuelvan la espalda a Nuestros Signos, a estos les espera un duro castigo, aquel día». (Sura 72).

8

BERTI, G., I mondi ultraterreni, Milán, 1998, pp. 152–153.

9

DI NOLA, A., op. cit., p. 340.

El ángel caído

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