Читать книгу El ángel caído - Massimo Centini - Страница 13
La historia del diablo
Hinduistas y budistas
ОглавлениеEn el hinduismo, algunos dioses que habían perdido su rango entraron a formar parte de la categoría de demonios, cuyo papel principal era actuar en dirección del mal y perjudicar a los seres humanos con todo tipo de acciones. Uno de los grupos de demonios eran los raksasa, que llevaban a cabo acciones contra los brahmanes, con comportamientos que recuerdan a los intentos efectuados por Satanás, en la tradición medieval, contra ermitaños y monjes. Luego estaban los pisaka, que recuerdan un poco a la figura del vampiro, ya que no se limitaban a inducir a los hombres al pecado, sino que los atacaban físicamente, alimentándose de su carne.
En los Veda, las escrituras más antiguas del hinduismo, los demonios tenían su morada en antros oscuros, según una tradición muy difundida en todas las religiones. En el ilimitado universo de la religión hinduista, narrado en textos como el Mahabharata y el Ramayana, aparecen una gran cantidad de criaturas semidivinas, angelicales y diabólicas, que dan vida a un complejo mundo muy articulado, en el que no siempre es fácil establecer categorías y funciones fijas.
Un grado de complejidad parejo se aprecia en el budismo, en donde encontramos a Mara, el antidiós, que pertenece al orden inferior de los dioses.
En general, los demonios (bhuta, preta, pisaka) se percibían como la personificación de estados mentales negativos que los hombres que todavía no eran perfectos no lograban reprimir, algo que Arhat, el ser perfecto, había sabido realizar siendo libre e iluminado, es decir, siendo capaz de estar al margen de miedos, pasiones, deseos y de las influencias materiales.
Según la doctrina budista, todavía hoy los que son afligidos por los deseos, los miedos y los espejismos del mundo material reciben el nombre de sutra ajñani, que significa «poseídos» por los demonios y por las pasiones que estos seres sabían suscitar.
También la religión del Himalaya, a pesar de disponer de un gran grupo de seres benévolos y siempre dispuestos a ayudar a los hombres, poseía sus propias criaturas demoniacas.
Contra estos seres actuaban ocho divinidades «convertidas», es decir, ex demonios, que se habían convertido en una especie de ejército contra el poder del mal, que se encargaba de salvaguardar a los hombres.
Yamantaka era el que ponía fin al dios de la muerte (Yama). Tenía rostro de búfalo con un tercer ojo, e iba encima de un toro que se doblegaba bajo su peso. Dado que representaba al dios de la muerte, llevaba un collar de calaveras y un cinturón de serpientes.
Devi era la única mujer que figuraba entre estas divinidades. Tenía rostro demoniaco, montaba un asno salvaje y estaba rodeada de muchos objetos simbólicos que la convertían en una criatura muy compleja en el terreno iconográfico.
Sitabrahman era el dios menos representado. Por lo general, aparecía montado en un dragón y con una espada en la mano derecha.
Beg-t’e debe su imagen a la tradición religiosa prebudista del Tíbet: era imagen de la fuerza y su aspecto recordaba al de un guerrero.
Yama era el dios de la muerte. Tenía la función de juzgar a los traspasados, y determinaba para cada uno de ellos la reencarnación que había merecido. A menudo se le representaba de pie sobre un búfalo que se aparea con una mujer.
Kubera era el ser monstruoso por excelencia. Como Vaisravana, era guardián del norte y depositario de los secretos para alcanzar la riqueza. En general, se le representa cabalgando a lomos de un león.
Mahakala, que en algunos aspectos recuerda a la divinidad hindú Siva, se representaba con una serie de objetos simbólicos que estaban relacionados con la práctica funeraria (hachas, cráneos, collares de calaveras) y en algunos casos iba acompañado por el pájaro divino Garuda.
Hayagriva, que significaba «el que tiene el caballo en la cabeza», se representaba con una cabeza equina en el pelo.