Читать книгу El ángel caído - Massimo Centini - Страница 19

La tradición judeocristiana
El diablo de la selva

Оглавление

La intensa obra de cristianización que ha influido en todos los ámbitos en los que, en los siglos IV–V d. de C., el Verbo todavía no había logrado afirmarse, ha motivado que algunas divinidades del panteón clásico adoptaran el semblante de demonios.

Por ejemplo, el antiquísimo dios Pan (del que el demonio cristiano ha tomado muchos atributos) era la divinidad de la vida pastoral y agreste cuyo nombre, al parecer, deriva de pacer. Dios de las selvas era expresión de la vida salvaje y carente de reglas. Teócrito lo describía como un ser «poderoso y salvaje» que «dormía al mediodía, reposando en los antros de los rebaños o en la frondosidad de los bosques, y entonces es peligroso despertarlo, ni aunque sea con la zambomba que tanto le gusta».


La muerte de un sirviente por obra de una bruja (de un dibujo de H. B. Grien)


En cambio, Estrabón tomó en consideración a los sátiros y a los silenos, divinidades terrestres consideradas por los griegos como demonios, dando inicio a una tradición que se conservará en los siglos siguientes.

Ovidio destacaba que Fauno, en la época de los romanos, a menudo tenía las características del demonio Incubus, y asustaba a los hombres con sueños y apariciones terroríficas.

Otras criaturas temidas y demoniacas eran las striges. Varios autores de la Antigüedad nos hablan de estos seres nocturnos que tenían la prerrogativa de infligir a los seres humanos todo tipo de tormento. Una descripción nítida nos llega en el libro Arte poética de Horacio. Ovidio, en los Fastos, las identifica como mujeres-pájaro, cuyo escondite estaría entre los montes Sibilinos. La figura de la strix habría dado lugar a la bruja occidental, que fue objeto de una dura represión entre los siglos XIV y XVII.

El ángel caído

Подняться наверх