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Introducción

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Hablar del diablo siempre es arriesgado, dada la gran cantidad de datos que se poseen sobre este tema. Concretamente, existe el peligro de no lograr dar un cuadro general exhaustivo de los muchos temas que conforman la historia y la cultura del ángel caído.

Todas las formas de análisis de esta figura chocan con dos grandes problemas: el primero es de orden filológico, el segundo, psicológico.

Desde el primer punto de vista, el diablo es un tema sobre el cual los teólogos se interrogan desde hace mucho tiempo, proponiendo unas interpretaciones «cultas» de este ser, pero siempre acaban dando una visión muy alejada de la figura naif que se tiene en nuestras tradiciones y en el imaginario colectivo.

Existe, por tanto, un contraste entre lo que los estudiosos de la religión definen como diablo, y lo que desde siempre acompaña a la representación que cada uno se hace de esta criatura.

El segundo aspecto es de carácter psicológico, ya que el diablo provoca en las personas, incluso entre los no creyentes, una especie de inquietud, una sensación que va más allá de la fe y de la religión misma.

El diablo se asocia a menudo con el mal, en el sentido amplio del término, sin ninguna precisión de carácter antropológico. Puede ser el señor de las sombras, con características que son de sobras conocidas por una vasta iconografía, pero también puede ser algo indefinido, muy presente en las muchas facetas de la existencia humana.

Por esta razón, entre voluntad de representación, casi un poco infantil, y profunda reflexión sobre la efectiva esencia del mal, la relación de la humanidad con el demonio está condicionada por un pesado velo de ambigüedad que, de hecho, es la prerrogativa específica de quien fue un ángel, convirtiéndose a continuación en el emblema de la parte oscura del hombre y de su historia.

Este libro intenta dibujar una breve historia del diablo, analizar las características más destacadas y las numerosas peculiaridades que lo vinculan a la experiencia humana. Las fuentes de referencia han sido los textos básicos de las religiones, las pistas halladas en documentos apócrifos, en la tradición popular, en las distintas manifestaciones del arte y de las crónicas. Con toda esa información útil se ha podido trazar el perfil de un «personaje» de la tradición religiosa que, mal que nos pese, continúa inquietándonos.

El ángel caído

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