Читать книгу El mal cautivo - Maurizio Torchio - Страница 12

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Cuando los Ene salen al cubo hacen ejercicio.

Con lluvia o con sol. Formando filas de a cuatro.

Abdominales, estiramientos, torsiones, flexiones, saltos. Todos llevan pantalones iguales, azules, y están con el torso desnudo, haga frío o calor, para que se vean los tatuajes. Imposible saber quién da las órdenes. Sin embargo, cuando corren en círculos concéntricos, todos van a la misma velocidad, y, cuando llega el momento de cambiar el sentido de la marcha, todos lo hacen instantáneamente como si los acometiera un golpe de viento.

En cambio, cuando acaban los ejercicios empieza el caos. Todos se persiguen, se gritan, juegan a pegarse, ríen. Escuchan música. Hacen un montón de gestos superfluos. Porque los Ene son jóvenes.

Cuando llega el verano, y aquí el verano llega de repente, como un registro, la mitad de ellos se tumba en el suelo a tomar el sol. El resto se dedica a pegar patadas a un balón y pisotea a los que toman el sol. Disparan contra una única portería, contra el muro. Todos persiguen la pelota, nadie espera. Muchos tatuajes están torcidos: el agua sale de una jarra de la Templanza, se hunde en una cicatriz y resurge dos centímetros más a la derecha. Porque los médicos, cuando deben coserlos, lo hacen con miedo, y raramente se fijan en la derechura de los tatuajes.

Los Ene son bajos, más bajos, por término medio, que nosotros. Algunos tienen orejas de soplillo, parecen niños, y si intentan dejarse bigote parecen todavía más niños. Niños furiosos.

Hay extranjeros, otros extranjeros, que se hacen cortes solos, un día sí y otro también, para inspirar lástima. Los Ene tienen pocos cortes, tremendos, hechos por enemigos. Cuanto más torcidos están los tatuajes, más orgullosos se sienten.

Quien dice que hay muchos tipos de extranjeros y que las diferencias residen en lo que comen o en la forma en que rezan, no sabe de lo que habla. Lo único importante es que los hay organizados y desorganizados. Y los organizados mandan.

El mal cautivo

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