Читать книгу El mal cautivo - Maurizio Torchio - Страница 13

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Toro ha prohibido la carrera. El cubo es demasiado pequeño, dice.

Cuando la planta de Toro sale al cubo, todo el ruido llega de las ventanas de los que se han quedado arriba, abiertas también en invierno. Desde allí se filtran canciones, películas, cantan, y resulta imposible distinguir las palabras porque retumban, como en el tambor de una lavadora. O en los oídos de un sordo.

Por donde camina Toro, en aquel estruendo, está el centro del silencio que se desplaza. Él y los suyos hablan en voz baja, apenas mueven los labios. Es una costumbre. Incluso si bromean de cosas inocentes, tampoco dejan leer los labios. En el grupo de Toro hay hombres mayores. Hombres que nunca se quitan la camisa, ni siquiera en verano, y llevan mocasines. Pero las suelas de madera están prohibidas, son duras, resistentes y pueden afilarse. Entonces se adaptan a mocasines con suelas de cartón, y aunque llueva siguen a Toro, se empapan, y es como si anduvieran descalzos, silenciosos y descalzos.

Pudorosos.

Los cuerpos desnudos de los Ene y las camisas de los amigos de Toro.

Toro ha tenido que aceptar también a unos cuantos toxicómanos en su planta, porque si no se habría quedado medio vacía.

Cuando sale al cubo los obliga a salir también a ellos, porque no se fía de dejarlos solos. En casa. Pero los fuerza a quedarse sentados contra el muro, cerca del meadero. Y si hace sol, pero todavía frío, los hace quedarse en el pedazo de muro a la sombra. Si hace sol, y hace mucho calor, los hace estar al sol. Hay cada vez más gente contra el muro, y cada vez menos paseando con Toro. Y la que está contra la pared empieza a tener frío incluso a pleno sol. Han vendido las cazadoras, han vendido todo lo que podían vender. Querrían poder quedarse en la celda, tumbados, ver la televisión, esperar el carrito de los sedantes, temblar en paz bajo las mantas.

En una cárcel sana, la droga la introducen los guardianes. Circula con naturalidad: de los guardianes a los presos y de los presos de nuevo a los guardianes, por vena o por arteria, contrabando y dinero. Aquí, sin embargo, desde hace meses debe de haberse formado una obstrucción, en algún lugar. Pero una cárcel, para que funcione, para que no se recaliente, necesita droga.

El mal cautivo

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