Читать книгу Diario pinchado - Mercedes Halfon - Страница 19
ОглавлениеMiércoles 13 de mayo
Me acordé de una exposición que fuimos a ver unos años atrás, cuando empezamos a estar juntos. Era en una galería hermosa que había inaugurado en Palermo, exclusivamente dedicada a la fotografía. Se ve que el negocio no funcionó porque comenzó a hacer muestras de otras disciplinas para llegar a un público más amplio y poco después cerró. El principal auspiciante era una bodega muy exclusiva que quizás haya iniciado el emprendimiento con el fin de evadir impuestos y llegado un momento el chiste le resultó demasiado caro.
Pero en ese momento recién abría, era un sábado cerca del mediodía, nos habíamos despertado tarde y decidido salir al sol. Fuimos a ver la muestra de un amigo de una amiga. Trabaja con cámaras de formato medio, unos aparejos que porta todo el tiempo y con los que saca casi sin mirar por el visor. Sus fotos son escenas cotidianas, muchas en interiores descuidados, cocinas y livings al natural, superficies repletas de objetos tan comunes como los de la mesa en la que escribo ahora: un esmalte de uñas, un frutero con un coco y tres manzanas, mi billetera abierta, mi pasaporte, dos cuadernos, un desodorante a bolilla, tres libros, la caja de un dvd, lápices, el control remoto del aire acondicionado y un paquete de galletitas abierto adentro de una bolsa de plástico.
En las fotos no parece haber una puesta en escena; es una estética de la casualidad, del desorden leve. Los personajes que aparecen son sus amigos, su mujer, sus hijas, los hijos de sus amigos. Hay sombras y contraluces misteriosos. Hay también imágenes de exteriores donde aparecen los mismos personajes pero en el pasto de sus jardines. Una naturaleza posible, moderada por la mano humana.
Eran fotos hermosas. Íbamos de una a otra mirándolas abrazados y en un momento nos vimos ahí. El reflejo nos metía adentro, en esas imágenes familiares, cálidas, del amor.
Noche
Me acordé también de una salida a la feria del Parque Rivadavia, a vender viejos cd de los dos, la misma semana en que nos mudamos a vivir juntos. Fuimos puesto por puesto ofreciendo el tesoro del que nos queríamos librar. Una entrega del pasado y a la vez una promesa, hacerle lugar al porvenir. Eran buenos discos, casi todos de rock de los setenta y ochenta, que no tenía sentido conservar, ya casi no los escuchábamos. La estafa que nos proponían los compradores era contundente. Menos de la mitad de la mitad del precio al que los venderían después. Aun así queríamos desprendernos de ellos, estaba decidido, los habíamos cargado hasta ahí, además de que necesitábamos el dinero. Era el primer fin de semana después de la mudanza.
Lo pensamos un poco y estuvimos de acuerdo en que la venta no convenía. No llegábamos a pagar ni una cena con lo que nos daban, pero negociando un poco logré hacer un buen canje. Vos te llevaste un libro de poesía completa de un autor que no recuerdo y yo uno de Caspar David Friedrich. No sé por qué me atraía tanto Friedrich. Quería irme con esas imágenes a casa para ver si lograba descubrirlo.