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Sábado 2 de mayo, Mitte, mañana

¿Qué escribirá Bergen? Vengo leyendo muchos textos sustentados en la creencia de que todo puede ser poesía. Incluso autores que hace tiempo me cautivaban insisten con esa idea tan seductora y libertaria de que todo es poesía o puede serlo. Pero sé que no siempre funciona esa máxima, y que la poesía pueda estar hecha de cualquier cosa no quiere decir que cualquier cosa sea poesía. Como esto que escribo acá. Es que la poesía nunca me pareció algo fácil, como no es fácil el amor, ni mucho menos la distancia, aunque estos sean los temas de la poesía por excelencia.

Tarde

Ordené mis cosas en el placard. Leí, dormí una siesta, cociné, aún sumida en la bruma del jet lag. Te observé trabajar. Estás completamente concentrado en la beca. Absorto. Yo, discreta pero atenta, espero los momentos en los que hacés contacto y podemos iniciar una conversación.

Antes de viajar, mientras intentaba ponerme en tema, estuve escuchando unas canciones de Schumann sobre poemas de Heinrich Heine llamadas Dichterliebe o Amor de poeta. El protagonista es precisamente un joven poeta enamorado que empieza su relato diciendo: «En el maravilloso mes de mayo, cuando todos los capullos se abrían, fue entonces cuando en mi corazón nació el amor». Me cautivó la coincidencia, en mayo volaba para acá. Pero con el correr de las canciones el joven comienza a sufrir. Su amada lo abandona. Le impone, de alguna manera, una distancia. Él llora, se interna en el bosque y exclama: «Si las florecillas supieran…».

Supongo que ya nadie quiere ser esa clase de poeta y amar de esa manera sin remedio, absoluta, total.

Noche, bar de Torstraße

Pero mucho más difícil que la distancia es la cercanía.

Diario pinchado

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