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Fragmento

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Todos somos nuestra cara, pero no ella. No porque ella fuera hermosa o porque yo la quisiera. Quién sabe si la quise realmente, quién sabe si realmente la quiero. La alucinación es la verdad del amor. Nada lo pide más que una cara que lo pide. Y nada está más lejos de la literatura que una cara, que existe como para burlarse del lenguaje. Todo lo visual, me dirán, los colores, los innumerables blancos de la luz, me dirán, las cascadas de sombra de un cuerpo que se mueve. Y sin embargo nada como una cara escapa, como una bruma, de las manos impotentes del lenguaje. No hace falta inventar una esferita cantoriana, ni sótanos ni licores alucinatorios para llegar a la de-sesperación de escritor, porque toda cara ya lo es. Veo en tu cara un cristal que no deja de verme. Veo en tu cara un eco de constelaciones marinas, el zumbido de insectos de oro, la estela de los astros babilonios. Veo en tu cara las aguas de lluvias futuras, las máscaras de otras caras, el cristal que me mira mirándote. Veo en tu cara tu cara y el reflejo de tu cara y los espejos del vacío de tu cara, que colma el espacio. Veo en tu cara la disolución de tu edad, la caricia intangible de tu sexo, la precisa distorsión del retrato de tus padres. Veo en tu cara un abismo, una niña que se acuesta, el fruto de un árbol maduro, las lenguas ininteligibles de Babel, el martillo de un zapatero. Veo manos de ocho dedos, veo círculos de ángulos perfectos. Veo millones de sordos tapires, veo un iceberg derritiéndose hacia el sol. Veo en tu cara el universo que incluye tu cara que incluye el universo que incluye tu cara. Veo tu amorosa letra manuscrita, veo la amorosa carta con tu letra manuscrita, veo el amoroso sobre con la carta con tu letra manuscrita. Veo una moneda de veinte centavos que ya olvidé y veo una letra cercenada y extirpada de una lengua. Veo la víbora elegante y nupcial del Panchatantra, veo la gota de una lámpara de aceite que despertó al amante secreto en una noche remota imaginada en Asia Menor. Me dispongo a cantar la unión inalcanzable de tu cara simultánea y mi lenguaje sucesivo, el negro y el blanco de un ajedrez que no acaba, la bella y la bestia de mi cuento.

Caja continua de voces I

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