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Descripción del corto de animación Tango (1980) del polaco Zbigniew Rybczyński

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La primera imagen muestra una habitación vacía de la que se ven la pared de la derecha, la pared de la izquierda, la pared del fondo y el piso. Hay una puerta en cada pared y una ventana abierta en la pared del fondo. A la izquierda, contra la pared, hay una especie de armario sin puertas con estantes a la vista. Hay en medio de la habitación una mesa redonda con tres banquetas y en primer plano, hacia la derecha de la imagen y a lo largo de la supuesta cuarta pared desde la que vemos la habitación, hay una cama. En el rincón que forman la pared de la derecha y la pared del fondo, al lado de la ventana, hay una cuna. Sobre el armario de la izquierda hay un paquete.

Por la ventana del fondo entra a la habitación una pelota de fútbol. Enseguida se asoma desde afuera un niño que mira hacia el costado como si quisiera verificar que no hay nadie en la habitación, salta hacia adentro, recupera la pelota, la tira hacia afuera y a continuación él mismo, con una elegante pirueta, salta por la ventana. Por un brevísimo instante la imagen es la de la habitación vacía del comienzo. Pero de inmediato aparece la primera sorpresa, porque en cuanto la imagen del niño desaparece por la ventana, la pelota vuelve a meterse en la habitación, exactamente como al comienzo. De nuevo el niño se asoma por la ventana y la secuencia se repite, idéntica a la primera vez.

Aparece ahora un segundo personaje. Una mujer con un bebé en brazos entra por la puerta de la pared del fondo. Al mismo tiempo, se repite la caída de la pelota dentro de la habitación y el niño que se asoma. Y ahora, la segunda sorpresa: el niño se asoma pero no ve a la mujer, o al menos actúa como si no la viera, repitiendo exactamente los mismos actos que ejecutó en la habitación vacía. La mujer también actúa como si no viera al niño, primero sentándose a la mesa y amamantando al bebé que llora y en seguida llevándolo a la cuna, para después cruzar la habitación y salir por la misma puerta por la que entró. Pero en cuanto sale por esa puerta vuelve a entrar, otra vez llevando en brazos al mismo bebé que acababa de poner en la cuna (¿o es otro?), otra vez sentándose en la mesa para amamantarlo y otra vez poniéndolo en la cuna para volver a salir por la misma puerta por la que entró. Para de inmediato volver a entrar con el bebé en brazos, que sigue llorando, y repetir los mismos actos exactamente iguales. El niño y la mujer no interactúan. Están simultáneamente en el mismo espacio pero se comportan como si estuvieran en distintos tiempos.

Durante la segunda aparición de la mujer, y mientras el niño está saliendo por la ventana por tercera vez, por esa misma ventana asoma un tercer personaje. Es un hombre vestido de negro, con anteojos oscuros y guantes negros, que se mueve con el sigilo de quien no quiere ser visto ni escuchado. Entra en la habitación por la ventana, se dirige cautelosamente al armario, toma el paquete que desde el comienzo está arriba del mueble y sale de la habitación por la ventana por la que entró. En cuanto este hombre de negro se descuelga de la ventana hacia afuera, un cuarto personaje aparece por la puerta de la derecha. Es un hombre vestido con un abrigo rojo y un sombrero rojo, que lleva en la mano un paquete que colocará sobre el armario, idéntico al que el hombre de negro acaba de llevarse. Una novedad se introduce. Los dos hombres, el de negro (que ya está entrando por la ventana por segunda vez) y el de rojo, no interactúan ni parecen verse, pero cada uno necesita del acto del otro para poder seguir repitiendo lo que hace. Sus tiempos están separados pero de algún modo se anudan. El tiempo, pronto notamos, es un personaje más, uno de los protagonistas de este corto. Podemos distinguir en él tres tiempos diferentes. El tiempo cíclico y repetido de cada uno de los personajes, que una y otra vez ejecutan los mismos actos sin variaciones. El tiempo lineal en el que se acumulan los distintos personajes que pasan por la habitación. Y un hipotético tercer tiempo, que es en realidad múltiple, y que son los tiempos en los que cada personaje está en la habitación, que si bien son simultáneos en la imagen para el espectador, tenemos que suponer que no coinciden para los personajes ya que ninguno interactúa con ningún otro, como si fueran espectros o fantasmas. Tiempos que además, como en la dupla del hombre de negro y el hombre de rojo, son a la vez autónomos y dependientes.

El quinto personaje es una niña en uniforme escolar que entra por la puerta del fondo, va hasta el armario, agarra un cuaderno de uno de los estantes, se sienta a la mesa, abre el cuaderno y con una de sus hojas arma un avioncito de papel, que parada sobre la banqueta en la que se había sentado (y que es la misma en la que la madre amamanta al bebé), arroja por la ventana. Se baja de la banqueta, agarra el cuaderno de la mesa y sale por la puerta de la derecha. El sexto es una señora mayor que entra por la puerta de atrás (la misma por la que entran la mujer con el bebé y la niña escolar) llevando un plato con comida. Lo apoya en la mesa, lo deja y sale por la misma puerta. Enseguida entra el séptimo personaje, que es un hombre mayor que se sienta a la mesa y empieza a comer del plato que acaba de dejar la señora. El hombre se levanta y sale por la puerta de atrás, por supuesto que llevando el plato en la mano, de modo que cuando enseguida vuelve a entrar la señora, puede dejar nuevamente el plato con comida en la mesa vacía. Como con los dos hombres de negro y de rojo, estos otros dos personajes también necesitan uno del otro.

Se suceden los personajes: un deportista en pantalones cortos que hace una vertical sobre una de las banquetas; una señora que pone unos paquetes dentro del armario; un hombre que se sube a la mesa aparentemente para cambiar una lamparita pero falla y se cae dando un pequeño grito; una cocinera; una mujer joven desnuda que se viste en la habitación; un hombre que entra llevando un caño y un inodoro; un policía; un borracho; una trabajadora de limpieza que pasa por el piso lo que parece ser una escoba; una pareja que se besa y se tira en la cama a hacer el amor; un hombre con un perro; una madre con un niño al que pone en la cama para cambiarlo; una pareja de hombre y mujer gordos con otro bebé; una señora que lee el diario; una mujer mayor que se recuesta en la cama.

El niño, en los ocho minutos y quince segundos de cámara fija que dura el corto, entrará y saldrá de la habitación treinta y seis veces. Las repeticiones le dan al corto una textura no sólo cíclica sino rítmica y musical. Desde el comienzo se escucha una música, hecha con percusión, piano y cuerdas, a la que se irán sumando vientos, con un ritmo que tal vez recuerda al tango del título y que en sus acentos repetitivos refuerza las repeticiones de las imágenes y las hace aún más musicales y sobre todo danzantes. Pero hay otro detalle de construcción importante. El movimiento del niño de la pelota dura un total de doce segundos. El de la mujer que entra con el bebé, en cambio, dura dieciséis. Esta diferencia crea un desfasaje que da vida a las repeticiones, porque si bien los movimientos de cada personaje se repiten exactamente, no se repiten las relaciones que establecen con los otros (relaciones puramente visuales, ya que no interactúan entre sí). El movimiento del tercer personaje, el hombre de negro, dura dieciocho segundos, idéntico en duración al de su doble necesario, el hombre de rojo que lleva el paquete que el otro roba.

Los personajes van saliendo progresivamente de la habitación. Esto quiere decir no que deciden salir o que alteran sus movimientos para salir sino que una vez completado el ciclo de sus movimientos, que empiezan con la entrada y terminan con la salida de la habitación, estos movimientos ya no se repiten. El último personaje en salir es la señora que se recuesta en la cama. Cae la pelota una vez más y cuando está en el piso, como si fuera una lámpara, se enciende. La señora se despierta, ve la pelota en el piso, la levanta (un instante antes de que la levante la luz de la pelota se apaga), mira algo desconcertada como preguntándose de dónde salió o a quién pertenece, y sale por la puerta de la derecha con la pelota en la mano. (Cuando levanta la pelota, en el minuto siete con cincuenta segundos, deja de sonar la música.) Nótese que esta última secuencia quiebra la lógica que el corto tenía hasta este momento: la señora es el único personaje que rompe con la repetición mecánica y modifica sus movimientos. ¿Y si el corto es el sueño de esa señora, como si lo que vimos fuera la consecuencia de una causa que solo aparece al final? ¿Y si esa señora soñó con la pelota que ahora cuando despierta encuentra en la habitación? Es una solución que tendría la elegancia de ser un sueño que incluye al mismo soñador soñando, ya que la señora también participa de la danza cíclica, aunque su movimiento, al ser el último personaje que se incorpora, se repite sólo dos veces. La tercera vez ya no es repetición sino su despertar.

La habitación, que también es el mundo, es el escenario en el que se representa la acción de personajes que se suceden y se repiten, como las generaciones, en un baile de propósito esquivo. El corto termina con la misma imagen de la habitación vacía con la que empezó, excepto que sobre el armario ya no está el paquete. Y esta es otra descripción posible de esta intrincada red de personajes mudos y de tiempo sonoro, y una posible explicación de su eficaz belleza: el corto puede verse como una máquina de Rube Goldberg, como un complejísimo dispositivo mecánico y conceptual, musical y coreográfico, hiperbólicamente diseñado para sacar un paquete de una habitación.

Caja continua de voces I

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