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III

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Al terminar de leerla, el lector de esta novela no está del todo seguro si es él el lector que la novela ha inventado o si no es él quien ha inventado la novela. Pero quiere sin embargo agregar algunas líneas. Henry James, hacia el final del siglo XIX, auguraba un largo futuro para la novela ya que siempre habría nuevas áreas de la vida que explorar. Esta es la visión ortodoxa de la novela: una prosa extendida, con un núcleo narrativo de mayor o menor relevancia, que explora el mundo de la experiencia humana. Elementos de forma y lenguaje, en esta visión, son considerados secundarios y más bien propios de las preocupaciones de la poesía. Con el Ulises de Joyce se llega a una confluencia entre la novela y esas preocupaciones por la forma y el lenguaje, cumpliendo casi literalmente la profecía de Flaubert cuando decía que la novela todavía esperaba a su Homero. Pero el precio pagado por Joyce es excesivo para muchos: el sacrificio del componente narrativo y el interés en una trama. Proust, por su parte, parece haber explorado la experiencia humana con una ambición y amplitud sin precedentes, pero su novela ha sido acusada de carecer de forma, o de adoptar la forma tediosa que le impone la vida. Los rigurosos experimentos formales de escritores como Queneau, Perec o Calvino constituyen sin duda una literatura de gran valor, pero es igualmente evidente que no se destacan por la exploración de lo humano en sus ficciones, y los personajes que incluyen tienen más de autómatas que de personas. Todavía esperamos una novela que combine todos esos elementos: interés narrativo, exploración sostenida de la experiencia humana y una alta preocupación por la forma y el lenguaje, por múltiples modos de sentido y por una trabajada complejidad estética. Sólo que esa novela del futuro ya fue escrita. Por una mujer, en Japón, hace cerca de mil años.

2008

Caja continua de voces I

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