Читать книгу Los ángeles sepultados - Patricia Gibney - Страница 11

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El dron era divertidísimo. Pasaba zumbando a tanta velocidad, que a los chicos les costaba seguirlo. Jack Sheridan estaba encantado con las imágenes que aparecían en su móvil, conectado al mando. Eran más nítidas que el mar Mediterráneo en plena época estival. Él sabía mucho de eso porque había ido a Mallorca de vacaciones el año anterior. Sin embargo, su amigo Gavin Robinson solo había ido a Connemara.

—¿De verdad que tu madre cree que estamos usando el dron para un trabajo de clase? —preguntó Gavin.

—Pues claro. Mi madre se cree todo lo que le digo. ¿La tuya no?

—¿Estás de broma? Cada mañana me fríe a preguntas, me siento como un huevo.

Jack rio.

—Mientras no le digas dónde vamos antes del cole, todo irá bien.

Desde el puente sobre las vías del tren, Jack giró la cabeza y miró hacia la ciudad que se extendía a su espalda, en una pendiente. Los chapiteles de la catedral parecían montar guardia, como si protegieran Ragmullin de monstruos malignos. Jack había oído a su padre hablar sobre monstruos malignos, y le habían advertido muchas veces que no hablara con extraños. ¿Qué se creían, que tenía cinco años o algo así? Los monstruos solo eran producto de la imaginación.

El sol se elevaba rápidamente en el cielo, y Jack supo que el día sería tan cálido como el anterior. Se quitó la chaqueta y la metió hecha una bola en la mochila, antes de echársela a la espalda. Luego volvió su atención a las vías que descansaban a sus pies.

—¿Qué hacemos, el canal o las vías del tren? —preguntó.

Gavin ya bajaba por los empinados escalones hacia el lateral del puente.

—Al canal fuimos el otro día. Pensaba que habíamos acordado que hoy iríamos a las vías.

—Sí, pero no quiero que el puñetero cercanías atropelle a Jedi. —Había organizado una competición entre sus amigos para ponerle nombre al dron. Ahora que lo pensaba, no había sido realmente una competición, porque no había premio, y, de todos modos, él mismo había escogido el nombre.

—El primer tren ha pasado hace rato —dijo Gavin—, y el próximo no llega hasta dentro de una hora. Vamos.

Jack bajó los escalones detrás de su amigo. Tenía que admitir que, para tener once años, a veces Gavin hablaba como un adulto. Le ponía de los nervios, y a menudo pensaba en buscarse un nuevo mejor amigo, pero Gavin sabía cosas que él no, como el horario de los trenes, así que era bueno tenerlo cerca.

Se aseguró de que la cámara del dron funcionara, comprobó que la tarjeta SD estuviera en su sitio para grabar, estabilizó el mando y envió a Jedi a recorrer las vías.

—¡No dejes que gire por esa curva! —rugió Gavin—. Detenlo, capullo. Va a desaparecer. No lo encontraremos.

—Estoy mirándolo en la pantalla del móvil, idiota. —Jack adelantó a su amigo, con un ojo puesto en la pantalla y el otro en Jedi, mientras el dron rodeaba una zarza y desaparecía de su vista.

Cuando Gavin lo alcanzó, Jack redujo la velocidad y avanzó unos pasos, asegurándose de dejar medio metro de distancia entre él y las vías, solo por si Gavin se había confundido con el horario. No era probable, pero nunca se sabía lo que podía pasar. No quería que el tren de Ragmullin a Dublín se los llevara por delante y los hiciera picadillo. Puaj.

—¿Qué es eso? —dijo Gavin, señalando la pantalla.

—¿Qué es qué?

—Haz retroceder a Jedi. Que vuelva sobre esa parte de la vía.

Jack miró a Gavin y se fijó en que los ojos de su amigo se movían frenéticamente.

—Me ha parecido ver algo entre dos traviesas —chilló Gavin—. ¿Estás grabando?

—Pues claro. —Jack hizo que el dron volviera sobre sus pasos y estudió la pantalla.

—Sobrevuélalo. Sigue grabando.

—No soy idiota —dijo Jack. Dejó de caminar y observó con atención.

—¿Jack? —A Gavin le temblaba la voz—. ¿Qué es eso que hay en las vías?

Jack no tenía ni idea, pero le recordaba a uno de esos monstruos que se suponía que eran producto de la imaginación.

—Parece un zombi. Como algo a lo que se enfrentaría Spiderman.

—Parece un cadáver sin cabeza —añadió Gavin.

Jack amplió la imagen en la pantalla, mientras el dron sobrevolaba la cosa de la vía, y entonces observó horrorizado a Gavin vomitarse encima del uniforme escolar.

Los ángeles sepultados

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