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Cuando Jim McGlynn concluyó el examen alrededor del cuerpo desmembrado, y la patóloga forense Jane Dore pudo echar un vistazo al mismo en la escena, trasladaron el torso a la morgue del hospital de Tullamore. La patóloga había dicho que tendría que esperar a que se descongelara del todo en el depósito, en condiciones estériles. Kirby puso a Lottie al día sobre los sucesos de primera hora, y la dejó leyendo las declaraciones de los dos chicos.

En la sede central, abrió una lata de bebida energética y dijo:

—Nos llamarán cuando la patóloga esté lista para comenzar con la autopsia.

—¿Dónde están los dos testigos? —preguntó Lynch mientras se desplomaba en la silla y se descalzaba bajo el escritorio.

—Han prestado declaración y sus madres se los han llevado a casa. La grabación del dron está en la sala de pruebas.

—Pobres niños.

—No tan pobres. Tenían un dron, es un juguete caro.

—Ya sabes lo que quiero decir. —Lynch se cruzó de brazos.

—Puede que esto te ponga de mejor humor. —Kirby aporreó el teclado con sus dedos regordetes—. He conseguido que los del equipo técnico pongan la tarjeta SD del dron en un USB. Está listo para echarle un ojo.

—¿No podías hacerlo tú mismo?

—Ya sabes cómo soy con la tecnología. ¿Quieres verlo o no?

—Claro. —Lynch se acercó rodando sobre su silla y metió las piernas bajo el escritorio de su compañero.

De repente, Kirby se sintió cohibido por su olor corporal, y deseó haberse escapado a los vestuarios para echarse un poco de desodorante. Ya no tenía sentido preocuparse, pensó, y abrió el enlace en su ordenador.

—Tienes que darle al play.

—¿Quieres darme un momento?

—Hablas como McGlynn.

—Entonces, todo ha vuelto a la normalidad —rio Kirby.

Las imágenes eran sorprendentemente claras. Kirby siguió la línea de las vías desde el aire, e imaginó a los chicos corriendo detrás del dron mientras miraban la pantalla del móvil, ajenos al horror que estaban a punto de descubrir.

—Páralo ahí. —Lynch señaló la pantalla y Kirby se arrepintió de no haber dejado que se encargara ella. Encontró la tecla correcta y apretó pausa.

—Esto es a unos cien metros de donde se halló el cuerpo —dijo él.

—Lo sé, estoy tratando de familiarizarme con el terreno. ¿Cómo pudo alguien llevar un cuerpo, un cuerpo congelado, tan lejos? No hay carretera. Es básicamente una vía de tren que atraviesa el campo.

—Si lo miras desde aquí, el canal está a la izquierda, y hay un camino de sirga para los paseantes. Tal vez transportó el cuerpo por el camino, o en barca.

—Una barca es una posibilidad factible —reflexionó Lynch—. De esa manera, no dejaría rastro. ¿Y si lo tiró desde un tren en marcha?

—¿Qué pasa, demasiadas hormonas del embarazo?

—Ese comentario me ofende.

—Oh, lo siento. —Mierda, ¿había dicho algo políticamente incorrecto?

Maria Lynch rio y se recogió el pelo con una horquilla.

—Te estoy tomando el pelo. Pero tienes razón, es imposible que alguien pudiera ocultar un cuerpo congelado en un tren antes de tirarlo por la ventana.

—Qué pequeño es. Joder, Lynch, estoy seguro de que es una criatura.

—Siento curiosidad, ¿cuánto tiempo estaría ahí tirado? —comentó ella mientras un agente uniformado repartía carpetas por los escritorios de los detectives—. Esta mañana han pasado dos trenes antes de que los chicos lo descubrieran. He ordenado que interroguen a los maquinistas, para averiguar si vieron algo en las vías. También tendremos que hablar con los pasajeros.

Kirby hojeó el expediente que acababan de dejar sobre su escritorio. Parecía que lo hubiera redactado uno de los nuevos asistentes a toda prisa. Las cosas estaban cambiando tan rápido como podía autorizarlas su nueva comisaria.

—Los dos muchachos han declarado que hoy era el primer día que hacían volar el dron sobre las vías del tren en vez del canal. ¿Crees que el cuerpo podría estar allí desde hacía tiempo?

—Lo dudo. —Lynch negó con la cabeza—. Estoy segura de que un maquinista se habría fijado si hubiera un torso dentro de un enorme bloque de hielo.

—Pero esa es la cuestión, ¿no te parece? Si llevara tiempo allí, el hielo habría estado más derretido. La patóloga forense debería poder darnos una buena aproximación de la fecha en que lo dejaron junto a las vías, según el tiempo que tarda en derretirse un cuerpo congelado con este clima. Sigamos con el vídeo, a ver si vemos algo.

Apretó una tecla y observó la grabación detenidamente, mientras el dron sobrevolaba la vía.

—Es una pena que no vuele más cerca del suelo —dijo el detective—. Podríamos descubrir algunas pistas.

Lynch no pronunció ni una palabra. Eso lo inquietó. Trató de concentrarse en la pantalla, pero le rugía el estómago, y el dolor de cabeza comenzó a palpitarle tras los ojos.

—No sé cómo lo hacen los chavales para estar todo el día mirando pantallas. No llevo ni cinco minutos aquí y ya…

—Para —dijo Lynch.

—Yo solo…

—La película. El vídeo o lo que sea. Detenlo. Retrocede. ¿Lo ves?

Kirby se acercó más a la imagen borrosa.

—¿Qué?

—¿No te parece que todas las piedras entre las traviesas tienen un aspecto muy homogéneo?

Kirby se encogió de hombros. No tenía ni idea de qué hablaba Lynch.

—¡Tienes que verlo! Acerca más la imagen.

—¿Cómo lo hago?

—¿Me tomas el pelo? —La detective lo miró fijamente.

Kirby clicó con el ratón un par de veces. La imagen se volvió más borrosa y pixelada, pero al fin vio lo que su compañera había descubierto.

—Eso no es una piedra —dijo—. ¿Qué es?

—No estoy segura, pero podría ser… —Lynch volvió a sentarse en la silla, con el ceño fruncido.

—¿Lynch?

—Tenemos que volver a las vías ahora mismo.

—¿Qué es? —repitió el agente.

Ella volvió a acercarse, con los ojos entrecerrados.

—Joder, Kirby, es una puta mano.

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