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Kirby condujo lentamente por el camino de la granja. Lottie movió el retrovisor para ver cómo desaparecía la casa a sus espaldas.

Charlie estaba delante de la puerta abierta, con su hija en brazos, viendo cómo se marchaban.

—¿Qué sacas de todo eso? —preguntó Kirby. Cogió el puro, luego se lo pensó mejor y lo metió en el hueco de la puerta, que ya estaba a reventar.

Lottie se quedó callada hasta que el coche llegó a la carretera más ancha y la casa desapareció por completo.

—No sé qué pensar. Le estoy dando vueltas.

—A mí me parece que son unos bichos raros.

—No te he preguntado qué te parecen, he dicho que estaba pensando.

Se acercaron a la zona del puente donde se estaba desarrollando la investigación.

—Parecían culpables de algo —dijo Kirby, y puso el motor en punto muerto.

—No creo que fuera culpa.

—Entonces, estaban asustados.

Lottie reflexionó un momento.

—Esta mañana, su hijo ha encontrado un torso en las vías. Es una experiencia bastante terrorífica para cualquier familia.

—Tal vez no les guste que la policía llame a su puerta —propuso Kirby.

—Es la conmoción. Vayamos a la casa del otro chico.

—Gavin Robinson vive al otro lado del puente —dijo Kirby, y olisqueó—. De verdad que necesito darme una ducha, y pronto. Huelo fatal.

—Eso no es ninguna novedad —Lottie bromeó solo a medias. Ella también necesitaba darse una ducha.

* * *

Gavin Robinson vivía en Canal Lane, una nueva urbanización unos cien metros más allá del puente. Kirby condujo por las calles en forma de herradura. Pasaron junto a una zona rodeada de vallas y algunas casas sin terminar que la constructora había abandonado cuando llegó la crisis económica. Gavin vivía en un edificio de tres pisos. En el primero, las viviendas eran de una planta, pero en los otros dos, había dúplex.

—¿Cuál es? —preguntó Lottie.

Kirby consultó su libreta y le indicó el camino.

La inspectora subió por las escaleras hasta el primer piso y llamó con ganas a la puerta. Después de llamar una segunda vez, abrieron.

—¿Están tu mamá o tu papá en casa? —preguntó al muchacho que se encontraba delante de ella.

—Mi padre está muerto, pero sí, mamá está en su… eh… despacho. Arriba.

—Hola, Gavin —lo saludó Kirby—. ¿Puedes pedirle que baje?

Lottie echó un vistazo al interior. El pasillo era estrecho y estaba lleno de cosas, con una puerta a la derecha y otra abierta justo delante de ella. Gavin se echó atrás para dejarlos entrar. Se quedó de pie en el último peldaño de la escalera. Pese a tener la misma edad que Jack Sheridan, era pequeño y delgado.

—Está haciendo una historia, un vídeo, y me ha dicho que no quería que la molestara. Dice que ya la he molestado bastante hoy —expresó con un mohín de enfado.

—Esto es importante. Necesito hablar contigo, y tiene que acompañarte un adulto responsable. ¿Puedes pedirle que baje?

Mientras Gavin subía ruidosamente por las escaleras de madera sin moqueta, Lottie abrió la puerta que tenía al lado y entró. Era un salón, pero todos los asientos estaban ocupados con pilas de cajas y bolsas.

—¿Qué es todo esto?

Una mujer joven bajó corriendo por las escaleras.

—¡Eh! ¿Quién le ha dicho que podía entrar ahí? —dijo con brusquedad, y se recompuso de inmediato—. Lo siento, está todo muy desordenado ahí dentro. ¿Por qué no me acompañan a la cocina? Por cierto, soy Tamara Robinson, la madre de Gavin.

Lottie echó una última mirada a la habitación. Estaba repleta de cajas de cosméticos y productos para el pelo. Tamara esperó hasta que estuvieron todos en el pasillo para conducirlos hacia la otra puerta.

Al pasar junto a la joven, Lottie se fijó en que Tamara era alta, rubia, e iba vestida como si fuera a hacer una audición para un papel en Supermodelo, con una blusa de gasa azul cielo atada a la cintura y unos vaqueros blancos ajustados. Contrastaba fuertemente con Lisa Sheridan, pálida y cansada en su uniforme de enfermera.

La cocina era luminosa y moderna, como de revista de decoración. Lottie recordó que el sábado, Boyd y ella iban a visitar una casa, y cruzó brevemente los dedos deseando que su hermanastro Leo apareciera con el dinero de Farranstown House lo antes posible.

—Tiene una casa muy bonita —comentó.

—Me la he ganado. —Tamara hizo entrar a su hijo en la cocina detrás de Lottie y Kirby, y, de repente, con tantas personas, el espacio resultaba demasiado pequeño. Tendría que recordarlo cuando fueran a ver casas. Su familia era numerosa y formada por adultos, a excepción de Sean y Louis, aunque Sean era el más alto de todos. Y luego estaba la hermana de Boyd, Grace. Dios, iban a ser como la tribu de los Brady.

—¿A qué se dedica, Tamara? —preguntó la inspectora.

—Soy influencer.

—¿Qué es eso? —indagó Kirby.

—Instagram. —Tamara puso los ojos en blanco—. No lo entendería, y sería largo de explicar.

—Estaba grabando un vídeo, ¿cierto? —dijo Kirby.

—Para mis historias, y ahora tengo que empezar de nuevo. Tú —dijo y señaló a Gavin—, te dije que no me interrumpieras, que te tumbaras en la cama y descansaras.

—Tenemos que hablar con Gavin y con usted, señora Robinson.

—Puede llamarme Tamara, todo el mundo lo hace —dijo, como si fuera un motivo de orgullo. Lottie se preguntó si sería su nombre real. Se fijó en su pelo rubio y sedoso, el rostro perfectamente maquillado y las pestañas demasiado largas, y sospechó que era el nombre que le habían puesto sus padres, y que había pasado toda la vida asegurándose de que todo el mundo lo recordara.

—Sé que Gavin ya ha hecho una declaración —dijo Lottie—, pero quería hacerle un par de preguntas más.

—No estoy segura de que deba hablar más del tema. No va a poder dormir esta noche.

—Bueno, en cierto modo me alegro de que no quiera que hable del tema. Es una investigación abierta. Tenemos que controlar la información hasta que hayamos detenido a un sospechoso.

—¡Entonces ha sido un asesinato! —Tamara se tapó la boca con las manos.

—Todavía no sabemos a qué nos enfrentamos. —«Pues claro que es un asesinato, joder», pensó Lottie, y apartó la mirada del rostro de muñeca de Tamara para centrar su atención en Gavin—. ¿Jack y tú usáis el dron todas las mañanas?

—Solo algunas, no siempre. —Gavin parecía avergonzado de su madre, y miraba por la ventana de la cocina, manteniendo los ojos fijos en algún punto que había fuera. Llevaba el pelo rapado en un lado y largo en el otro. Iba vestido con una camiseta de fútbol y pantalones de chándal.

—¿De qué equipo eres? —preguntó Kirby.

Lottie sonrió cuando el chico puso los ojos en blanco igual que su madre y señaló el escudo de la camiseta.

—Del Mánchester.

—Me parece que son buenos.

Lottie intervino antes de que Kirby hiciera más el ridículo.

—¿Esta mañana no has tenido miedo de que pasara un tren de repente?

—Me sé los horarios. Tengo una aplicación en el móvil. Me dice cuándo pasa el próximo tren. Me interesan ese tipo de cosas.

—Deberías haber ido directo a clase. Tal vez sea mejor que no veas a Jack durante una temporada. —Tamara se volvió hacia Lottie—. Estos dos son como uña y carne. Dios sabe en qué líos se meten.

—Pero Jack es mi amigo —gimoteó Gavin—. Mi único amigo.

—Me tienes a mí, ¿no?

—¡Mamá! Qué asco.

—Tal vez debería haberte llevado al colegio después de que declarases. Pero me has dicho que estabas demasiado afectado y no podías ir.

La falta de empatía era casi palpable. Tamara era una egocéntrica redomada. Lottie quería explicarle al niño que era normal sentirse mal. En vez de eso, dijo:

—Dime, Gavin, al bajar a las vías, ¿qué habéis hecho?

El muchacho tiró del escudo de la camiseta.

—Ha sido todo idea de Jack. Yo no quería ir a las vías, pero es su dron, así que lo he seguido. —No era capaz de mirar a Lottie a los ojos, y la inspectora pensó que tal vez mentía.

—¿Cuántas veces te he dicho que no te acerques a las vías? —dijo Tamara—. Y deja de jugar con la camiseta, la vas a romper, y me costó casi cien euros.

—No es verdad —rezongó Gavin—. Te la dieron gratis cuando me grabaste para una de tus historias de Instagram.

—Mire, Tamara —interrumpió Lottie—. Solo quiero saber lo que han hecho los chicos esta mañana. Puede regañarlo más tarde, ¿de acuerdo?

—Ya, pero estoy ocupada.

Lottie se contuvo para no responder.

—Gavin, ¿sabías que ibas a encontrar algo en las vías esta mañana?

—¿Qué clase de pregunta es esa? —Los ojos de Tamara refulgieron más que su pelo superhidratado. Lottie tuvo que reconocer que era rápida.

—Solo estoy determinando los hechos.

—Está tratando de incriminar a mi hijo.

—No pasa nada, mamá. —Gavin se volvió hacia Lottie con las mejillas coloradas—. Yo lo he visto primero, en la pantalla del móvil conectada a Jedi. Así es como llamamos al dron. He visto ese bulto en las vías. Ya sabe, como un saco de carbón, pero no era un saco de carbón. La verdad es que daba miedo. Jack se ha vomitado encima.

—¿Qué habéis hecho después? —Lottie había leído el informe, y sabía que era Gavin el que había vomitado.

—Parecía un zombi sin cabeza. Hemos vuelto corriendo hasta el puente y he llamado a la policía. Eso es todo. Esperamos a que llegaran los gardaí, y luego nos han llevado a la comisaría, y hemos esperado a que nuestras madres nos vinieran a buscar y hemos declarado.

Lottie notó que Tamara había palidecido bajo la capa de bronceador.

—¿Por qué le está haciendo revivir eso? —preguntó Tamara.

—Estoy bien. —Gavin le apartó la mano.

—¿Jack y tú jugáis con el dron todas las mañanas? —Lottie volvió a repetir la pregunta.

—Casi todas.

—¿Y por las tardes?

—No mucho, solo a veces.

—¿Has visto a alguien más por allí esta mañana, o tal vez ayer? —preguntó Lottie—. ¿Crees que quizá interrumpisteis a alguien?

El chico se puso pálido.

—¿Quiere decir que podríamos haber visto al asesino? ¿O haber acabado muertos?

—En absoluto. Solo intento establecer una línea temporal de los hechos de esta mañana y los días anteriores.

—No he visto a nadie. A menos que haya algo más en la cámara de Jedi. Ustedes la tienen, compruébenlo.

—Lo haremos —afirmó Kirby.

—Esta es una zona tranquila —explicó Tamara—. No lo parece, pero la mayoría de los vecinos trabajan en Dublín. Se marchan a primera hora, vuelven tarde y están en casa toda la noche. Una zona muy tranquila.

—Este es mi número —dijo Lottie mientras le tendía su tarjeta a la mujer—. Si Gavin recuerda algo, lo que sea, por favor, llámeme.

—Por supuesto. —Tamara cogió la tarjeta con sus largas garras rojas.

—¿Jack está bien? —preguntó Gavin.

—Igual que tú, sigue conmocionado —dijo Lottie.

Tamara los acompañó a la puerta.

—Lo siento por lo de antes. Por ser una borde y todo eso. Soy muy protectora con Gavin. Su padre murió cuando era un bebé, de un ataque al corazón. Soy lo único que tiene.

—Lamento mucho su pérdida. —Lottie sabía lo difícil que era criar a los hijos sola.

—Cuide de él —dijo Kirby.

—¿Creen que está en peligro por lo que ha encontrado?

—No lo creo —respondió Lottie—, pero le agradeceríamos que estuviese más alerta que de costumbre. Y llámeme si ve algo inusual o si recuerda alguna otra cosa.

—Lo haré. Y todo eso de ahí dentro… —Tamara señaló con la cabeza hacia el salón—. Son regalos. Solo en caso de que pensaran que lo he robado.

—Por supuesto —dijo Kirby, y Lottie lo empujó para que saliera por la puerta.

Los ángeles sepultados

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