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ANTICUERPOS

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Cada anticuerpo es una proteína en forma de Y con una abrazadera o camisa de fuerza en cada uno de los dos brazos superiores. Aunque se producen en masa y responden a uno de los cinco isotipos básicos, el producto final se ajusta muy específicamente a un microorganismo determinado. Los patrones de estos anticuerpos se guardan en bancos de memoria, por lo que pueden hacerse por encargo en caso de reinfección.

Este es el principio en el que se basa la vacunación, en la que pequeñas cantidades de un microbio o virus inactivo o alterado se inyectan en el torrente sanguíneo para que pueda generar anticuerpos para combatirlo. En la siguiente infección del mismo microorganismo, el cuerpo puede actuar de inmediato, eliminando al agente patógeno antes de que tenga la oportunidad de tomar el control y reproducirse.

Cuando se infecta por primera vez, el cuerpo puede tardar cinco días antes de producir una respuesta de anticuerpos. Los niveles máximos se registran al cabo de unos catorce días. Sin embargo, en el caso de reinfección, los anticuerpos suelen detectarse en cuarenta horas, y permanecen en el sistema durante un tiempo más prolongado.

A menudo, los anticuerpos reciben el nombre de inmunoglobulinas. Los linfocitos T son los encargados de presentar estos agentes infecciosos, o antígenos, a los linfocitos B, lo que obliga a las células B a madurar y a generar una de las cinco clases de anticuerpos: IgG, IgA, IgM, IgD o IgE.

IgG

Es la inmunoglobulina más abundante; hasta el 75 % de los anticuerpos presentes en el plasma sanguíneo corresponde a esta clase. Es especialmente activa en la sangre, la linfa y los intestinos. Los PMN y los macrófagos disponen de receptores para IgG, por lo que pueden adherirse al anticuerpo y devorarlo a él y a sus prisioneros cuando llega el momento. Es la base de la mayoría de las intolerancias alimentarias.

La IgG es indispensable para las células activas en la destrucción de las células cancerosas, aunque, lamentablemente, estas células también están involucradas en el rechace de trasplantes y en las enfermedades autoinmunes. Es capaz de atravesar la placenta y proteger al feto y al recién nacido durante unos tres meses, momento en que suelen iniciarse los programas de vacunación.

IgA

Este tipo de inmunoglobulina se encuentra en el suero sanguíneo y en las secreciones mucosas de los aparatos respiratorio, genitourinario e intestinal, en los que es frecuente la exposición a sustancias ajenas. Al ser proteínas, las inmunoglobulinas son propensas a ser digeridas por las enzimas intestinales, pero la IgA produce una secreción que ofrece cierta protección. En los jugos gástricos, el 80 % de las inmunoglobulinas son del tipo IgA. Las personas que sufren infecciones respiratorias y gastrointestinales suelen tener índices bajos.

La memoria y especificidad de la inmunoglobulina A es escasa en comparación con otros anticuerpos, pero muy necesaria, especialmente en el intestino, ya que si no seríamos alérgicos a casi todos los alimentos; los huevos duros, por ejemplo. Es probable que las personas que presentan alergias alimentarias tengan también algún problema en el funcionamiento de la IgA; se vuelven extremadamente sensibles a determinados alimentos que, a los demás, no les producen efectos adversos. A las personas que tienen alergia al polen (fiebre del heno) les ocurre algo parecido; el polen no es perjudicial en sí mismo, pero hay quien sufre una violenta reacción ante estas partículas generalmente inofensivas (véase el capítulo 7, sobre las alergias).

IgM

La IgM es la inmunoglobulina de mayor tamaño y también la más primitiva. Sus dimensiones la ayudan a captar una gran cantidad de pequeños antígenos, ya que es capaz de manejar diez al mismo tiempo. Es especialmente importante en la fase inicial de cualquier respuesta inmune.

IgD

No se sabe demasiado de la IgD, pero se han detectado niveles especialmente elevados en las personas que padecen kwashiorkor (una enfermedad derivada de la desnutrición).

IgE

La IgE se ve atraída por las células involucradas en la respuesta alérgica y los basófilos (un tipo de granulocito). Se asocia a cualquier tipo de alergia, como la fiebre del heno, el asma, la urticaria, el picor, la rinitis, etc. Las personas alérgicas suelen fabricar una cantidad excesiva de IgE. Sus hijos suelen heredar tal predisposición a la alergia, aunque puede adoptar otra forma o presentar distintos síntomas.

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