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DOMINGO 2º DESPUÉS DE NAVIDAD

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«Al principio existía la Palabra,

y la Palabra estaba junto a Dios,

y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra

y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida,

y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas,

y las tinieblas no la percibieron.

La Palabra era la luz verdadera

que, al venir a este mundo,

ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo,

y el mundo fue hecho por medio de ella,

y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos,

y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron,

a los que creen en su Nombre,

les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre,

ni por obra de la carne,

ni de la voluntad del hombre,

sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne

y habitó entre nosotros.

Y nosotros hemos visto su gloria,

la gloria que recibe del Padre como Hijo único,

lleno de gracia y de verdad» Jn 1,1-5. 9-14

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«Entre todas las grandezas y maravillas que se pueden decir de Cristo, hay una que supera la admiración de que es capaz el espíritu humano; la fragilidad de nuestra inteligencia mortal no sabe ni comprenderla ni imaginarla. El que la omnipotencia de la majestad divina, la Palabra misma del Padre, la propia Sabiduría de Dios, en la cual fueron creadas todas las cosas -las visibles y las invisibles- se haya dejado encerrar en los límites de este hombre que se manifestó en Judea. Así es el objeto de nuestra fe. Pero hay más. Creemos que la Sabiduría de Dios entró en el seno de una mujer, que esta Sabiduría nació entre los sollozos y llantos comunes a todos los niños. Y después de esto sabemos que Cristo conoció la turbación ante la muerte hasta el punto de exclamar: Mi alma siente una tristeza de muerte (Mt 26,38), y que finalmente fue arrastrado a la muerte más vergonzosa que hay entre los hombres, aunque sepamos que resucitó al tercer día…

Nuestra contemplación debe hacerse con tanta reverencia y con tanto temor, cuanto que considera en el mismo Jesús la verdad de dos naturalezas, evitando atribuir a la inefable esencia divina cosas que son indignas de ella o que no le convienen, pero evitando también el ver en los acontecimientos históricos únicamente apariencias ilusorias. Verdaderamente, hacer escuchar tales cosas a oídos humanos, intentar expresarlas con palabras supera con mucho nuestras fuerzas, nuestro talento y nuestro lenguaje. Pienso que incluso supera la medida de los apóstoles. Más aún, la explicación de este misterio trasciende probablemente todo el orden de las potencias (celestiales)»9.

LA LUZ Y LAS TINIEBLAS

En una meditación de un escritor antiguo, puede leerse: “Mira: ¿si un rayo de sol fuera mandado a la profundidad del fango, queda por esto manchado? ¿O iluminar la suciedad desdice al sol?”.

La oscuridad es la ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no. Incluso existe un prisma para descomponer la luz blanca. La oscuridad no.

La oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando la luz no está presente.

El mal no existe al menos por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios. Dios no creó el mal. No es como el amor que existe como atributo de Dios.

El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Hay oscuridad cuando en ellos no hay luz.

Cristo es la Palabra que ilumina y da sentido a nuestras vidas. Él es la Luz del mundo, porque en su palabra encontramos el sentido verdadero a nuestra historia. “En ti esta la fuente de la vida y tu luz nos hace ver la luz” (Sal 36,10).

“Luz gozosa de la gloria, Jesucristo, Luz serena de Dios Padre. Tú eres digno para siempre de los cantos de tu Pueblo” (de un himno del siglo II).

9. Orígenes, Tratado sobre los principios, lib. 2, cap. 6,2; PG 11,210-211 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1973, B 17).

La Palabra del Señor

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