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ADVIENTO DOMINGO 2º

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«En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.

Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo Hombre vendrá a la hora menos pensada» Mt 24,37-44

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«Si amamos a Cristo, también debemos desear su venida. Es perverso, y, por lo mismo, ignoro o no creo que tenga lugar que se tema que venga Aquel a quien amas; que pidas venga, tu reino, y temas ser oído. Pero ¿de dónde procede el temor? ¿De qué ha de venir el juez? ¿Por ventura es injusto, malévolo, envidioso? (...) ¿Quién ha de venir? ¿Por qué no te alegras? ¿Quién ha de venir a juzgarte sino el que vino a ser juzgado por tu provecho? No temas al acusador, del cual Él mismo dijo: El príncipe de este mundo fue arrojado fuera (Jn 13,31). No temas que ha de ser mal abogado, pues el que ahora es tu abogado, ha de ser entonces tu juez. Allí estará él, tú y tu causa; la manifestación de tu causa es el testimonio de tu conciencia. Cualquiera que seas el que temes al futuro juez, corrige ahora tu actual conciencia. (...)

Pongamos la mirada en él, ¿qué digo?, en Dios, que se dignó por su misericordia, bajo el amparo de su Espíritu, proporcionarnos estas palabras, conforme Él sabe lo que conviene a nuestras debilidades. Pues ¿qué enfermo se atreverá a dar un consejo al médico?»1.

ESPERANDO A ALGUIEN

En vísperas de la revolución francesa, había gente que seguía bailando el minué, mientras la Bastilla caía desplomada. Hoy en día podemos preguntarnos por qué tanta gente no se inmuta y permanece en apariencia indiferente, frente a los acontecimientos trágicos que sacuden a la humanidad.

Parecería existir en ellos una complicidad silenciosa, que los induce a continuar inmersos en el mundo de lo frívolo y de lo superficial.

Entonces, ¿cómo estar prevenidos para discernir ese sacramento de salvación que es la celebración de la Navidad?, en medio del estrépito de una sociedad capitalista que propone al hombre antivalores que lo deshumanizan?

Estar preparados, no significa andar en permanente búsqueda de señales o acontecimientos extraordinarios, como algunos lo suponen. Significa estar despiertos y lúcidos para poder interpretar los signos de los tiempos que se suceden en el gran teatro del mundo; sin dejarnos seducir por el torbellino de las emociones que pretenden apropiarse de nuestros corazones.

Podríamos resumir el mensaje del Adviento diciendo: “¡Dime a quién esperas, y te diré quién eres!”.

Tenemos que preguntarnos si todavía esperamos a Alguien que pueda cambiar nuestra vida, como cambia la vida de una familia, al nacer un niño.

Este Niño Dios podrá también cambiar la nuestra, siempre que estemos dispuestos a dejárnosla cambiar.

1. San Agustín, Enarraciones sobre los Salmos, 147,1 (trad. en: Obras de San Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1967, t. XXII, pp. 828-829 [BAC 264]).

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