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La grabación de las conversaciones de Txiqui Benegas, secretario de organización del PSOE mantenidas a través del teléfono móvil mientras viajaba por la N IV, cayó en manos de Pedro, que la recibió de quien la había grabado: un radioaficionado al que llamaba J.P, y cuya identidad mantenía en secreto. Las conversaciones de Benegas con, entre otros, Fernando Múgica y un empresario iban más allá de lo divulgado en la copia fragmentada de la cinta, filtrado a la Cadena SER. En la parte que trascendió, se calificaba como «dios» o «number one» a Felipe González, y se utilizaba el apelativo de «enano» en referencia a Carlos Solchaga. Pero la cinta original tenía registradas más cosas: se trataba de asuntos de Estado.

Las relativas al duro enfrentamiento por el control del poder existente en el seno de los socialistas y del propio Gobierno de la nación eran lo menos sustancioso. La decisión de efectuar dicha filtración a la SER fue ordenada por el propietario de la emisora y de Radio Granada. Año y medio antes, Pedro había aceptado el reto de ponerse al frente de los informativos de Radio Guadalquivir Antena 3, y ocupar así el puesto del anterior redactor-jefe. Al llegar a la emisora, la tarde del jueves siete de febrero del 91, en la mesa de la redacción, había leído una circular, firmada por el director, Pepe Gutiérrez, que contenía unas exigencias que Pedro consideraba, a la par que inviables, inaceptables, viniendo, además, de quien le había confiado tan importante responsabilidad. Pepe Gutiérrez estaba disgustado por el comentario crítico dirigido a Gabino Puche, por estar tratando de manipular a su favor la denominada Mesa por el Desarrollo de la Provincia de Jaén. Con dichos intentos de manipulación pretendía tapar su rotundo fracaso en los comicios a la presidencia de la Junta frente al «candidato a palos», el socialista Manuel Chaves. La crítica, efectuada en el informativo del mediodía, era una nimiedad en comparación con las que Pedro solía realizar, poniendo a caer de un burro a cargos de la Junta, de la Diputación, o a todo un delegado del Gobierno en Andalucía como Alfonso Garrido. Sin embargo, lejos de recibir recriminación alguna por lo que, en aquellos casos, podía suponer extralimitarse en sus funciones informativas, fue objeto de gestos de complacencia. Desde el día de la fecha, según decía la circular, el director debía conocer con antelación el tiempo previsto para cada noticia, los titulares, las preguntas y el nombre de quienes fueran a ser entrevistados. Por supuesto, se le prohibía efectuar cualquier comentario que no tuviese la aprobación de la dirección.

—Pepe, si mañana me encuentro este papel encima de mi mesa, me voy, dejo la empresa.

—Pedro, tú no puedes hacer eso que dices.

—¿Por qué?

En esos instantes, daba por hecho que Pepe intentaba, con esas palabras pronunciadas de manera sosegada y acompañadas de una leve sonrisa, reconducir un asunto que le iba a suponer quedarse en poco tiempo sin el segundo de los pilares en los que se asentaba gran parte del prestigio informativo logrado por Radio Guadalquivir. El primero, Antonio Ramírez, dejó de ser redactor-jefe a finales de 1989 para irse a la radiotelevisión pública andaluza prestadora —desde su inauguración— de innumerables servicios propagandísticos al PSOE. El caso es que, además de inaceptables —porque era una evidente muestra de desconfianza en su tarea profesional—, Pedro estimaba como inviables de llevar a la práctica los pormenores de la circular que tenía en sus manos. Cómo iba a despachar con Gutiérrez antes de los tres informativos (mañana, mediodía y tarde) si este, por gestiones y reuniones externas propias del cargo, no podía estar previamente al cierre de cada edición. La efectiva viabilidad de las nuevas normas, teóricamente, debía ser problema del director. Cualquiera habría optado por no cuestionarlas y dejar que en pocos días las directrices quedasen en evidencia. Por responsabilidad, no estaba dispuesto a dejar que el tiempo le pudiese dar la razón. Los segundos que pasaron entre porqué no podía irse de la empresa lanzado a Gutiérrez y la respuesta de este le hicieron sentirse reconfortado. La emisora le necesitaba, no estaba en condiciones de prescindir de él. Había mantenido a gran altura el nivel de crédito de los informativos. Conocía perfectamente el medio. Las horas de dedicación estaban muy por encima de su sueldo de 57800 pesetas. Sin embargo, la respuesta de Gutiérrez no fue, ni de lejos, la esperada.

—No puedes dejar la empresa porque tienes una mujer y tres hijos que dependen de ti.

—Pepe, en mi hambre mando yo. Así es que no voy a esperar a mañana. Aquí te quedas.

Ese jueves de febrero de 1991 Pedro salió del despacho de dirección para no volver a pisar Radio Guadalquivir. Un año después, transcurrida una década desde su creación, la emisora desapareció.

[1] Siglas de la expresión latina Finis Coronat Opus, que indican que se ha terminado un trabajo extenso e importante.

[2] Símbolos, letras y números codificados que utilizan agencias secretas para señalar fecha, hora e identidad de cualquier cita, reunión o acción.

[3] Mediante números se representan las iniciales del nombre y apellidos de un colaborador. La cifra final corresponde al código postal donde reside.

[4] Corría el siglo II a.C. cuando Catón el Viejo, senador romano, formuló Res non verba, una frase que venía a resumir lo que entendían sus conciudadanos romanos por la forma de hacer política. ‘Res, non verba’ es una expresión latina que significa: Hechos, no palabras.

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