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Prólogo

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La premura o, dicho con lenguaje de la calle, las prisas con las que se me ha solicitado lo que de aquí para abajo van a encontrar, me obligan a saltarme una inercia prolija que me distingue o me devalúa —para opiniones, colores— cuando me pongo a teclear letras que ansían ser las elegidas por mis dedos y salir así de su letargo. Quede constancia de ello, primordialmente, para quienes me conocen en este laberinto al que concurrí hace, aproximadamente, cinco arrobas y media de febreros, desconociendo todavía si así fue por expreso deseo o fatal descuido de mis padres. Una particularidad, esa, que no me martiriza ni me consuela. Al fin y al cabo, ya no tiene arreglo.

Las ciénagas han acabado por inundar a la sociedad española. Solo eso puede explicar que los sondeos sobre la intención de voto y los posteriores comicios otorguen, continuamente, una holgadísima mayoría a los principales —por supuesto que no únicos— perpetradores de la ignominia en que han convertido el sistema democrático reinaugurado tras la muerte del dictador con la aquiescencia, más entusiasta que racional, de los ciudadanos patrios en aquella calculada transición de finales de los 70.

Solo la angustia y desesperación por el paro y la falta de recursos de aquellas familias que llegaron a creerse poseedoras per secula seculorum de un estatus económico tan frondoso como ficticio puede hacer las veces de atenuante, pero no de eximente. Se llevan años, décadas de predominio de una colosal condescendencia social con el fraude fiscal, el despilfarro del dinero público y el enriquecimiento fruto de maniobras especulativas a la sombra del poder o con el amparo de este.

Se ha tocado fondo, pero al parecer no es suficiente. ¿Qué más tiene que pasar para que, de manera mayoritaria —la unanimidad es una quimera—, se adopten comportamientos que conduzcan a una auténtica catarsis en España?

Es indecente mirar para otro lado. Es ruin dejar pasar el tiempo sin reaccionar. Es inmoral seguir siendo soporte electoral de una clase política privilegiadamente corrupta. Toca decidir: seguir siendo parte del fango o arremangarse y empezar a manguerazos de agua limpia para que resplandezcan la honestidad, la solidaridad y la justicia social.

Ese empeño es el que emerge en la primera novela de Pedro Jesús Fernández, cuya destreza literaria me tomo la licencia de juzgar, aún a riesgo de que, por los entendidos en la materia, se me tache de benevolente en exceso o rigurosa por defecto. En cualquiera de los casos, ahí voy.

La predominancia del género periodístico se mezcla con abundantes destellos de otras ramas descriptivas y narrativas lindantes —por ejemplo— con Quevedo, vislumbrantes toques cervantinos, así como párrafos ligeramente ataviados de Galdós. También, más contemporáneamente, creo haber adivinado acentos característicos de Muñoz Molina, y recreaciones inspiradas en Eslava Galán junto con demoledores renglones que bien podrían ser atribuibles a Pérez-Reverte. Decidan abuchear o aplaudir, compartir o rechazar este diagnóstico, pero, por favor, léanse antes la novela.

La trama argumental que desliza por cada una de las páginas propicia conectar tiempos presentes con pretéritos, creando un universo atemporal. Cierto es que, si reparamos en ello, por mucha tecnología que nos rodee y esté a nuestro alcance, las personas fueron siempre —y seguimos siendo— de carne y hueso, con mayor o menor capacidad cognitiva o intelectual, pero con un corazón que late igual desde hace miles de años. Sin embargo, hasta esto se puede acabar. Hemos sustituido una agradable conversación por —en el mejor de los casos— 140 caracteres. En lugar de pasear por calles y plazas, deambulamos por internet. Alardeamos de frases célebres que nos impactan durante unos segundos pero nunca aplicamos. Colgamos fotografías insustanciales como anzuelo para conseguir artificiales beneplácitos. Si algo reconforta al leer esta novela es que los diversos aconteceres y variopintos protagonistas de cada una de las historias que la conforman se relacionan cara a cara, sin artilugios tecnológicos de por medio. Informe Spagnolo aporta un retrato sociológico en extinción que absolutamente todos hemos contribuido a llevar a la mínima expresión: la prevalencia del ciberespacio está propiciando el aniquilamiento de las relaciones humanas.

Aquí se van a encontrar una atrevida y azarosa mezcolanza de escenas de cama, crímenes, traiciones, retos, desvaríos, perrerías, patuleas, berrinches, enfrentamientos, alborotos, escarmientos, peripecias, osadías, anécdotas, contubernios, calamidades, gozos y desdichas acaecidas, vistas u oídas —salvo unas cuantas excepciones— entre la segunda mitad del siglo XX y los albores del XXI. Trepidantes aventuras, ilusos romances, curiosas decisiones, insospechados hallazgos a través de los cuales su protagonista logra encendidas, viscerales y hasta crueles animadversiones a la vez que auténticas, pasionales e inquebrantables adhesiones.

La acción transcurre fundamental, pero no exclusivamente, por Jaén, Úbeda, Antequera, Málaga y Sevilla. Un apasionante viaje en el tiempo con cambios que, en realidad, no son tales, sino las mismas cosas de siempre con distinto nombre. De la peseta al euro. De la Olivetti al Ipad. Del CESID al CNI. Del guateque al botellón. De la postal con sello de correos al WhatsApp. De Gente Joven a La Voz. De La gran familia a Ocho apellidos vascos. De Crónicas de un pueblo a Cuéntame. Un conglomerado de personajes de distinta calaña y ralea, idolatrados o denostados, sabios e ignorantes, trincones y dadivosos que embadurnan o ensalzan las diversas épocas por las que se desliza la trama: desde Franco a Felipe de Borbón.

Es probable que ustedes, como yo, queden asombrados por la enorme cantidad de cosas que, en solo unas horas, pueden suceder en la vida de una persona. Aunque, pensándolo detenidamente, a cada uno nos saldrían las cuentas de no limitarnos a reducir nuestra cotidianidad a lo estricta y puramente tangible, a solamente aquello que tocamos, vemos o escuchamos, sin incluir también, como vida propia y real, emociones y sentimientos que ocurren, indistintamente, mientras soñamos o estamos despiertos. Les propongo e invito a que eludan buscar la cuadratura del círculo en una trama que entremezcla hiperrealismo y pizcas de ficción, hasta generar un grado de incertidumbre tan contagioso que acaba provocando dudas sobre hechos verídicos. Me permito sugerirles que, al leer lo que aquí se cuenta, no se pierdan y ofusquen en el rastreo de hechos imposibles o poco creíbles: no merece la pena. Si dan algo o mucho por falso, como si hacen igual distribución en sentido inverso, estarán haciendo un absurdo e inútil ejercicio mental. En una novela, en cualquier novela, en esta novela, todo es tan verdad o tan mentira como su autor quiere.

Para quienes, pese a todo, se obstinen en dilucidar veracidades o falsedades, les anticipó que les aguarda una dura tarea. La sofisticada enhebración de presente, pasado y futuro se plasma con una pericia que resulta complicado percibir con exactitud si pasó, está pasando o va a pasar en esta apasionante historia. Con ella he disfrutado yo, y con ella les dejo.

ENERI ADECU

Informe Spagnolo

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