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Un domingo del 79 I

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El viaje por autovía de Sevilla a Jaén —repasando la novela- no estaba siendo nada aburrido. Más aún al evocar que en 1979, había superado el listón que le impedía ver películas de un rombo. Ya casi no le entretenía Un globo, dos globos, tres globos, apenas disfrutaba con las canciones de La Banda del Mirlitón. Sabía cómo terminaban Furia, Bonanza y El Virginiano. Le hacía poca gracia Barrio Sésamo. Consideraba demasiado simplonas las letras de La gallina turuleta, Susanita tiene un ratón y Hola don Pepito, cantadas por Gaby, Fofó y Miliki. En el 79 le parecían extremadamente pueriles las correrías de Heidi con Copito de Nieve por las montañas del abuelo. Esas, para él, eran ya cosas de críos.

Su afición por las damas —término utilizado con una sustanciosa porción de ironía— llegó a cotas estrambóticas con un vídeo que veía con su amigo Andrés Molina los sábados por la tarde, en cuanto sus padres salían del piso que tenían en Las Protegidas para —según decían— que los dos pudieran estudiar tranquilos. Detalle que agradecían porque, de ese modo, mientras merendaban picatostes, presenciaban una cinta VHS que mostraba apasionantes encuentros carnales cuyos participantes ponían en práctica certeros movimientos que, por mucho que los viera, le parecían siempre novedosos.

La mañana del domingo 26 de agosto de 1979 empezó de muy distinta manera a cómo había arrancado el año. Pedro recordaba que el Sorteo de El Niño trajo a Jaén 1100 millones de pesetas, al resultar premiado el número 54772. Entre los afortunados, el dueño del bar Herrador, cuyo establecimiento se encontraba en el barrio La Guita.

En los años 50, coincidiendo la construcción de un grupo de viviendas de protección oficial, los que iban a ser sus moradores, a falta de cinta métrica, acudían con guitas a medir las habitaciones de las viviendas, que eran de dimensiones muy reducidas (unos 40 metros cuadrados). Así, midiendo con la guita, comprobaban si en su interior tendrían cabida los muebles. El origen de la barriada de La Guita era muy anterior, se remontaba al siglo XV, en el que un caballero de la ciudad llamado Peña fue el impulsor de la construcción de una fuente en aquellos descampados. El término Peñamefécit provenía de la expresión «Peña me fecit», que en latín significa literalmente «Peña me hizo». En ese periodo medieval existían, por sus inmediaciones, un conjunto de cuevas naturales colindantes con el Cerro de los Lirios, y que corrían hacia la zona este de la ciudad.

Cinco días antes del mencionado domingo agosteño, la cosa —dijo Pedro levantado su ceja derecha en actitud pensativa— se había puesto muy chunga en el cuarto capítulo de Hombre rico, hombre pobre con la aparición del malvado Falconetti. La serie de TVE versaba sobre las vidas, con muy distinta suerte y éxito de los hermanos Jordache. Tom, boxeador, y Rudy, senador de los EE. UU. La mala fortuna del primero se cebó con Pedro aquella mañana en la carretera de Torrequebradilla, bajando para el chalet de su amigo Andrés en el Puente Tablas, porque los municipales le cascaron 1000 pelas de multa por conducir, sin haber cumplido los 16, la moto amarilla prestada por Jero Garrido, el Indio, hijo del dueño de Muebles Jerónimo, comprada, seguramente, en la tienda de Fermín Chorro en la plaza Queipo de Llano.

A la plaza de los Jardinillos, el régimen franquista le adjudicó el nombre de Gonzalo Queipo de Llano y Sierra, un teniente general del arma de Caballería, conocido por su participación en la Guerra Civil española, durante la cual la ciudad permaneció leal al Gobierno de la II República hasta abril de 1939. El bombardeo de Jaén por parte de la Legión Cóndor fue decidido por Queipo de Llano el día uno de abril de 1937, en respuesta al bombardeo republicano sobre Córdoba.

Ian Gibson, en su biografía de Federico García Lorca, le acusó de haber ordenado el fusilamiento del poeta y dramaturgo español. Queipo, en conversación telefónica, habría dicho la frase clave: «Dadle café, mucho café». De esta conversación se conserva únicamente el testimonio del telefonista de la capitanía de Sevilla, relatado posteriormente a sus parientes. La frase clave escondería el acrónimo «Camaradas Arriba Falange Española», grito usado tras los fusilamientos llevados a cabo por los milicianos falangistas. El teniente general Queipo de Llano, con quien colaboró estrechamente el giennense Cuesta Monereo, destacó por el uso que hizo de Unión Radio Sevilla, lanzando arengas diarias a favor del alzamiento. Nombrado jefe del Ejército del Sur, asumió el Gobierno militar y civil, y a lo largo de la guerra actuó con casi total independencia, lo que le llevó a ser conocido como el Virrey de Andalucía. Ascendido a teniente general y condecorado con la Laureada de San Fernando tras su triunfo en la Guerra Civil, fue sin embargo cada vez más postergado por Franco, al que se refería burlonamente como Paca la Culona.

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