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II

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Pedro optó por descartar a Cortés porque, pese a haber constatado que fue un valeroso un capitán, su pertenencia al bando franquista reducía al mínimo las opciones de ser el aludido en el manuscrito hallado en poder de los maquis, integrantes de la facción republicana. Otra probabilidad era que su autor hubiese pretendido destacar el arrojo de alguno de los bandoleros que combatieron contra la invasión del ejército francés de Napoleón, caso de José Ulloa Tragabuches, Juan Caballero El Lero o José María Hinojosa El Tempranillo, ya que los demás fueron anteriores o muy posteriores a aquella confrontación bélica. Sin embargo, al quedar especificado en el manuscrito el rango de capitán, Pedro decidió acotar las averiguaciones a algún oficial de las tropas españolas que lucharon en la Guerra de la Independencia.

En julio de 1808, el general Francisco Javier Castaños ideó el plan Porcuna. Dos divisiones: una regular al mando de Félix Jones y la de reserva, al mando de Manuel de la Peña, debían atacar Andújar, clavando a las fuerzas del francés Dupont. Una tercera división, al mando del marqués de Coupigny, cruzaría el Guadalquivir más al este, a la altura de Villanueva de la Reina. Mediante una serie de osadas maniobras, realizadas de día y de noche, Castaños iba cambiando constantemente a sus efectivos de dirección, originando desconcierto en las tropas invasoras. Año y medio más tarde, el 20 de enero de 1810, en una acción coordinada del ejército imperial francés al mando de Sebastiani, se desarticuló la línea defensiva española dispuesta entre el Viso del Marqués, por el puerto del Muradal, y Santa Elena, cuando, a la altura de Las Correderas, las fuerzas españolas fueron sorprendidas por la caballería gala, disolviéndose aquellas apresuradamente, excepción hecha de un cuantioso número de hombres que fueron apresados. Los soldados españoles que lograron escapar se refugiaron por los cerros para reponer fuerzas y organizarse. En la siguiente jornada, cuando retrocedían desde Despeñaperros, se encontraron en las inmediaciones del Guadalimar con el ejército de Sebastiani, que había atravesado la sierra por la zona de Montizón, llegando hasta las inmediaciones del término municipal de Arquillos. Las diezmadas fuerzas españolas estuvieron dirigidas por Vicente Moreno, un capitán antequerano de gran valor que conocía bien el terreno que pisaba.

La investigación parecía estar encarrilada. El pueblo debía ser Guadalén del Caudillo, situado en el Condado por donde combatió un valeroso militar; pero había que hallar la conexión de esos datos recogidos en el manuscrito con un embajador de Carlos V, cuyos restos mortales quedasen allí sepultados. Por ello, Pedro se puso a repasar pormenorizadamente la biografía del rey y emperador, cuyo nacimiento se produjo durante la celebración de un baile en el palacio Casa del Príncipe de Flandes, cuando la embarazada archiduquesa doña Juana comenzó a sentir fuertes dolores en el vientre. Creyendo que se debían a una mala digestión acudió al baño y allí, sin ayuda de nadie, dio a luz a su primer hijo.

Carlos de Habsburgo nació a las tres y media de la madrugada del martes 24 de febrero de 1500. Doña Juana quería ponerle el nombre de Juan en recuerdo de su fallecido hermano, pero finalmente fue bautizado como Carlos por deseo de su padre y en recuerdo de su bisabuelo, Carlos el Temerario, quien murió en la batalla de Nancy en 1477. El 22 de enero de 1516, el abuelo del príncipe Carlos, Fernando II de Aragón, redactaba su último testamento. En él lo nombraba gobernador y administrador de los reinos de Castilla y León en nombre de la reina Juana I, incapacitada por su enfermedad.

En lo concerniente a la Corona de Aragón, el rey Fernando dejaba todos sus estados a su hija Juana, nombrando, también en este caso, gobernador general a Carlos en nombre de su madre. Con la muerte del rey Fernando en Madrigalejo (actual provincia de Cáceres), Carlos comenzó a pensar en tomar el título de «rey», aconsejado por sus consejeros flamencos. En aquellos años, los papas debieron conceder prerrogativas a los reyes de España, que solo se extendían a obispados y beneficios consistoriales. Sin embargo, más tarde acabaron cediendo la mayoría de facultades atribuidas a la Iglesia en el gobierno de los fieles, convirtiéndose la Corona, de hecho y de derecho, en la máxima autoridad eclesiástica en los territorios bajo su dominio. Además, Carlos V sumó el cargo de patriarca de Indias, obteniendo el control de toda la labor evangelizadora. Igualmente, el 24 de febrero de 1530 —una década después de ser proclamado electo— fue coronado como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por el papa Clemente VII, quien se convirtió en aliado de la causa imperial.

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