Читать книгу La prisión, elige tu propia aventura - Ramón Díez Galán - Страница 11

Оглавление

Quieres parecer un tipo duro, de esos que se ríen de la muerte y no temen ni al mismísimo diablo.

– Nada, simplemente es que no me gusta estar encerrado, una cosa tengo clara en esta vida y es que moriré como un hombre libre.

Tu discurso suena creíble, te tumbas en la cama y dejas que tu compañero continúe con sus preguntas.

– ¿Y cómo has acabado en esta prisión? ¿Cuál es tu historia?

– Tuve un problema con un comisario de la policía, acabé quemando su casa. Estuve unos meses en el centro penitenciario de máxima seguridad de Herrera de la Mancha, el sábado pasado conseguí escapar organizando un motín. Llegué hasta la frontera con Francia escondido en un maletero, allí me descubrieron en un control que había organizado el ejército y me trajeron aquí. Ni te lo imaginas, el dispositivo de seguridad era espectacular.

Armando se sorprende con la historia, parece recordar algo.

– Sí, creo que escuché a unos guardias hablando sobre un motín en Herrera de la Mancha, decían que uno de los prisioneros había muerto al intentar escapar.

Pones voz triste para responder.

– Sí, era uno de mis compañeros, le dispararon por la espalda.

Tu compañero se levanta de golpe y se acerca a ti.

– Es una historia muy interesante, podría ser una buena película de Hollywood, incluso tiene una parte dramática, ¿alguien se la ha creído? Porque a mí no me engañas.

– ¿Cómo? – Pones voz de sorprendido, aunque tu actuación suena poco creíble.

– Dicen que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Y, amigo mío, creo que tengo unos cuantos años más que tú. – Armando parece que controla la situación y sabe de qué hable. – Casualmente mi primo está en la prisión de Herrera de la Mancha, regularmente nos enviamos cartas y el domingo me escribió por última vez, no me dijo nada de ningún motín, ni de presos muertos. Pero tranquilo, aprecio tu creatividad, podrías ser un buen director de cine.

No sabes cómo reaccionar, tu compañero de celda ha descubierto tu mentira, piensas en contarle la verdad. No puedes ni abrir la boca pues la puerta se abre con un fuerte ruido. Valero entra en la habitación y grita.

– ¡Fuera los dos! Es la hora de vuestra carne de rata. ¡Rápido!

Os dirigís hacia el comedor, allí están la mayoría de los presos. La sala está dividida en dos zonas, Valero os intenta separar.

– Armando, tú a la zona A, y tú, nuevo, a la zona B.

Armando interviene.

– Disculpe Valero, ¿el Jefe está en la zona A?

– Sí, ¿por qué? – El guardia responde agresivamente. – No me toques los huevos ya de buena mañana.

– Es que mi compañero tiene que hablar con él. Es importante.

– De acuerdo, podéis ir juntos a la zona A. Pero no hagáis que me arrepienta, ni se os ocurra intentar hacer algo extraño, os estaré vigilando.

Armando y tú os ponéis en la cola para recoger la comida, no puedes evitar preguntar.

– ¿Por qué has hecho eso?

Armando contesta a tu pregunta

– Puedes ser un mentiroso, pero hay una cosa que veo en tus ojos, y es que no eres mala persona, si tienes tantas ganas de escapar debes tener algún buen motivo. Vamos a sentarnos cerca del Jefe, pero en otra mesa. Mira aquí está Jorge, nos ponemos con él, me apetece hablar de deporte.

La sopa tiene un color extraño, parece petróleo anaranjado, el segundo plato no tiene mejor aspecto, es un trozo de pescado más seco y duro que una piedra. Tras recoger la comida, Armando y tú os sentáis en la mesa junto a Jorge, el exjugador de baloncesto.

– Buenos días Jorge. – Armando saluda primero. – Otro día más en el paraíso, ¿no?

Jorge le ríe discretamente la broma.

– El viernes vamos a jugar un partido de baloncesto, prisioneros contra guardias, deberíais apuntaros los dos. Estoy deseando ver la cara que pone Valero al perder de forma humillante.

El exjugador sonríe mientras habla, tiene un tono de voz amistoso. Es alto, moreno y muy peludo, parece el mismísimo Chewbacca.

Otro prisionero se sienta frente a ti, le miras a la cara y te quedas paralizado por la sorpresa de ver una cara conocida. Armando intenta hacer las presentaciones.

– Ah, mira quién está aquí, él es Roberto, antes era policía y ahora…

Tu compañero no puede terminar la frase porque la grave voz de Roberto le interrumpe.

– Las presentaciones no serán necesarias. Él sabe perfectamente quién soy, nos conocemos bien, demasiado bien, estoy aquí por su culpa. – El ex policía te mira fijamente a los ojos mientras habla. – ¿Por qué estás en esta prisión? ¿Has venido por mí? ¿O a quién investigas ahora? ¿Qué piensas que pasará cuando todos sepan que eres un policía secreto infiltrado y que les estás vigilando?

Roberto te desafía con una mirada agresiva. Espera tu respuesta.


Si decides defenderte con palabras, ve a la página 21


Si prefieres golpear a Roberto con tu bandeja, ve a la página 19

La prisión, elige tu propia aventura

Подняться наверх