Читать книгу La prisión, elige tu propia aventura - Ramón Díez Galán - Страница 16

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Aprovechas el momento, Armando parece estar dormido. Abres la pequeña botella y viertes el líquido dentro del vaso de tu compañero. Te tumbas en tu cama y esperas impaciente, estás nervioso, ¿qué pasará cuando Armando beba el misterioso líquido? No puedes dormir, los remordimientos aparecen en tu conciencia. Finalmente, tu compañero se despierta, estira los músculos y te habla.

– ¡Qué bien he dormido! He descansado como nunca, ¿y tú?

– No, yo no he podido dormir.

– Pues deberías intentarlo, te veo muy estresado. – Armando coge el vaso con su mano derecha. – La vida en la cárcel puede ser muy dura, aprenderás muchas cosas con el tiempo.

Tienes el corazón acelerado, no puedes evitar mirar como Armando acerca el vaso a su boca. Con la voz débil, preguntas.

– ¿Aprender cosas? ¿Cómo qué?

Apenas terminas tu frase, Armando salta con energía hacia ti, te sujeta con fuerza por el cuello y te inmoviliza, el anciano parece un luchador profesional, no puedes moverte.

– Cuando llevas veinte años en prisión aprendes muchas cosas, por ejemplo, a dormir siempre con un ojo medio abierto, por lo que pueda pasar. – Tu compañero ya no parece el dulce viejecito que pensabas, más bien una fiera hambrienta. – ¿Qué has puesto en este vaso? ¿Veneno?

Tu cuello está totalmente rojo por la presión, te cuesta pronunciar las palabras.

– No sé, el Jefe me lo ha dado para que me lo beba.

– Y eso vas a hacer, toma, bébetelo todo. – Armando vierte el contenido del vaso en tu boca. – Traga, no dejes nada, así muy bien.

Cuando has terminado de beber, tu compañero te deja caer al suelo, respiras con dificultad, poco a poco comienzas a recuperarte.

– El Jefe me ha dicho que si bebía esto conocería a Cristina.

Sientes una explosión interna en tu estómago, como si un volcán entrara en erupción, al poco tiempo sientes como un líquido sube por tu garganta y comienzas a tirar espuma blanca por la boca. Tu compañero te sujeta y grita con energía.

– ¡Guardia! ¡Ayuda!

No aparece nadie, la espuma sale sin parar por tu boca.

– ¡Socorro! ¡Un médico! ¡Necesitamos un médico! – Armando golpea la puerta en busca de ayuda, finalmente se dirige hacia ti y te dice en voz baja. – Tranquilo, te pondrás bien, he visto esto antes, es simplemente un truco para ir a la enfermería.

Finalmente, dos guardias entran en la celda, no hacen ni una pregunta, comprueban tu estado, estás sudando y tu boca todavía tiene restos de la espuma blanca que ha salido de tu cuerpo como si fueras un géiser. Uno de ellos le dice al otro.

– Nos lo llevamos a la enfermería.

Salís del bloque de celdas, el pasillo hasta la enfermería es luminoso, entráis en una habitación típica de hospital, los guardias te tumban y te inmovilizan en la cama. Una mujer con bata blanca entra en la sala.

– Muy bien, ya me encargo yo. – Cristina es una mujer joven, tiene el pelo liso y los ojos grandes.

Los guardias salen de la habitación. La doctora se acerca a la cama y te examina.

– Vamos a ver, ¿qué ha pasado aquí?

– ¿Eres Cristina?

– Así es, y tú… imagino que no eres un adivino.

– El Jefe me ha enviado, me ha dicho que necesita somníferos.

La doctora pone cara de extrañada.

– ¿Cómo? Creo que te has equivocado, muchacho. Yo no sé ni quien es el Jefe ni quien eres tú. ¿Qué te has creído que es esto? ¿Un supermercado?

Contestas con una sola palabra, la contraseña.

– Telaraña.

El rostro de Cristina cambia por completo. Parece tener una lucha interna entre hacer lo correcto o no. Mira hacia la puerta para comprobar que sigue cerrada.

– Lo siento, pero dile al Jefe que ya no puedo sacar más cosas de la enfermería, ahora nos están haciendo un control muy estricto de lo que utilizamos y…

Utilizas tu última bala que tienes.

– El Jefe me ha dicho que te pregunte por las clases de karate de tu hijo… ¿Mario? Sí, Mario.

La doctora ahora sí, parece aterrada. Está claro que el Jefe utiliza el miedo para controlar a la gente. Cristina utiliza una pequeña llave que tiene para abrir un armario, de allí saca unos botes de color blanco.

– Solo puedo darte dos, pero, por favor, no le hagáis nada malo a mi hijo.

Guardas los somníferos en tu bolsillo, no te gusta la idea de que Cristina piense que eres un matón sin sentimientos capaz de hacer daño a un niño, pero debes escapar de la prisión a cualquier precio.

– Vas a quedarte un par de horas en observación, luego unos guardias te devolverán a tu celda. – La doctora sale de la habitación con la piel todavía blanca por el miedo que ha pasado. – Te aconsejo que bebas mucha agua, esa cosa que has bebido te debe de haber dejado sin jugos gástricos.

La doctora sale y cierra la puerta, estás atado por manos y pies a la cama, los guardias no han hecho demasiado bien su trabajo, pues con un poco de esfuerzo podrías liberarte, ¿pero entonces qué? Analizas lo que hay a tu alrededor, material médico, un ordenador viejo y una ventana, podría ser una posible vía de escape, sabes que la enfermería está en un piso alto y lo que te espera al otro lado de esa ventana es un misterio, pero quizás valga la pena intentarlo, sería jugárselo todo a una carta. Todo o nada. Por otra parte, si vuelves a tu celda y le das los somníferos al Jefe es posible que consigas escapar sin poner en juego tu vida.


Si intentas liberarte y salir por la ventana, ve a la página 47


Si prefieres esperar a que te lleven a tu celda y dar los somníferos al Jefe, ve a la página 62

La prisión, elige tu propia aventura

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