Читать книгу La prisión, elige tu propia aventura - Ramón Díez Galán - Страница 15
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Оглавление– Creo que voy a hacerte caso y confiar en el director de la prisión, si dices que es un hombre honrado sabrá cómo ayudarme.
Cristina sonríe y te da un vaso de agua.
– Sí, el director es buena persona, estoy segura de que hará todo lo posible para que se haga justicia. Estuve en su casa hace unos meses y conocí a toda su familia, su mujer y yo ahora somos buenas amigas, nuestros hijos van juntos a la escuela.
Mientras bebes el agua sientes un fuerte dolor en el pecho, Cristina reacciona rápidamente y te tumba en la cama.
– Tú descansa, que en tu estado actual es lo mejor que puedes hacer. Yo voy a salir y ver qué puedo hacer por ayudarte. Intenta dormir un poco.
Cristina cierra la puerta al salir de la habitación, piensas durante unos instantes en tu intento de huida fallido, en menos de un minuto tus ojos se cierran sin poder evitarlo, estabas realmente agotado.
Te despierta el sonido de la puerta abriéndose, no sabes si han pasado minutos u horas. Un hombre elegante de unos cincuenta años entra en la sala, se sienta junto a ti y aparta la sábana blanca que cubre tu cuerpo para comprobar tu estado.
– Cristina me ha contado tu historia, difícil de creer, parece casi de ciencia ficción.
– Es cierto todo. – Contestas con la voz débil. – Soy policía y puedo demostrarlo.
El director escribe algo en su teléfono móvil y te pregunta.
– ¿Por eso intentaste huir?
– Sí, estaba desesperado.
– ¿Y has hablado de esto con alguien más?
– No, sólo se lo he dicho a Cristina.
– Bien.
Puedes ver como la puerta se abre de nuevo, un guardia entra en la habitación, lleva entre sus brazos el cuerpo muerto de Cristina, tiene sangre por toda la ropa.
– Deja el cuerpo aquí, junto a la cama. – El director se levanta y se dirige hacia la puerta, antes de salir te mira y te dice. – Te voy a decir lo que ha pasado aquí, después de intentar escapar saltando la valla terminaste en la enfermería, cuando despertaste atacaste a la pobre Cristina, uno de mis guardias escuchó los gritos de la pobre doctora, entró en la habitación y te disparó.
La puerta se cierra, te quedas a solas con el guardia y el cadáver de Cristina, intentas levantarte, pero te faltan las fuerzas. Con tus últimas energías consigues rodar y tirarte al suelo. Intentas incorporarte, pero te fallan los músculos, sientes una impotencia increíble. El guardia saca la pistola y apunta directamente a tu pecho.
– ¡Pum! ¡Pum!
FIN