Читать книгу La prisión, elige tu propia aventura - Ramón Díez Galán - Страница 18

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Tu mirada se centra en el frasco que tienes entre tus manos, el color verde no te inspira ninguna confianza, pero, dada tu situación, debes apostar fuerte. Todo o nada. No lo piensas dos veces, tu compañero está durmiendo, el silencio en la celda es absoluto. Abres la pequeña botella con decisión y bebes todo el líquido de un trago, el sabor es amargo e intenso.

No tardas en empezar a sentir los efectos, tu estomago empieza a reaccionar, notas gases moviéndose por todo tu interior. De repente, una gran cantidad de espuma sale propulsada por tu boca, pareces una fuente. Armando se despierta y se levanta de la cama de un salto.

– ¡Ayuda! ¡Un médico!

Un guardia entra rápidamente en la celda.

– ¿Qué ha pasado?

– Mi compañero está muy mal, se muere, necesita ver a un médico ya. – Armando dramatiza todo lo que puede la situación, ve el frasco en el suelo de la celda y con un ligero golpe con el pie lo esconde debajo de la cama. – Yo te ayudo a llevarle, vamos, el tiempo es oro.

El guardia duda unos instantes. Tu compañero le mete más presión.

– Se está muriendo, hay que hacer algo, yo tengo 60 años, no voy a intentar escapar.

Finalmente, el vigilante acepta.

– De acuerdo, vamos, tú sujétale por las piernas.

De camino a la enfermería la espuma sigue saliendo por tu boca casi sin descanso, llegáis a una habitación blanca, Armando y el guardia te tumban en la cama, pierdes la consciencia.

Cuando despiertas te das cuenta de que Armando está esposado a una silla y tú estás atado a la cama, no hay nadie más en la habitación. En la boca tienes un sabor horrible.

– ¿Qué ha pasado?

– Tranquilo, esta vez yo he hecho el trabajo sucio. – Armando se mete la mano en el bolsillo y saca dos frascos de cristal, los lanza a la cama. – Somníferos, era eso lo que venías buscando, ¿no?

Contestas al tiempo que guardas la mercancía en tu bolsillo.

– Sí, ¿cómo lo has sabido?

– No sé si es que normalmente hablas en sueños, o si es por la mierda esa que te has tomado, pero mientras la doctora Cristina te examinaba no parabas de decir que el Jefe necesitaba somníferos, así que te los he conseguido. Buen truco para llegar hasta la enfermería, casi te mata, pero buen truco.

El guardia entra en la habitación, comprueba el informe de la doctora y levanta a tu compañero de la silla.

– Bueno, se acabó la excursión, volvemos a la celda. – El vigilante agarra a Armando por un brazo y le saca de la enfermería a empujones. – La doctora dice que todavía debes descansar un poco, ahora vuelvo a por ti.

Los dos salen de la habitación dejándote solo, tumbado en la cama. Analizas todo lo que te rodea, la ventana llama tu atención, no tiene rejas, los rayos del sol calientan tus pies. Mueves tus brazos y piernas de un lado a otro, descubres que podrías liberarte de tus ataduras con no demasiado esfuerzo. La libertad tiene un precio alto, y estás dispuesto a pagarlo, saltar por la ventana podría ser un suicidio, pero también podría significar huir de la prisión y hacer justicia. Por otra parte, si vuelves con los somníferos, quizás el Jefe tenga algún plan para escapar. ¿Qué haces?


Si intentas liberarte y salir por la ventana, ve a la página 47


Si prefieres esperar a que te lleven a tu celda y dar los somníferos al Jefe, ve a la página 62

La prisión, elige tu propia aventura

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