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Descalificación, autovalorización y saberes de los trabajadores

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La principal tesis del citado Harry Braverman ha señalado el continuo proceso de descalificación y el permanente esfuerzo de los empresarios por restar el control de la producción a los obreros, destacando especialmente que la dinámica capitalista modifica continuamente el proceso de trabajo, sometiendo a los trabajadores a sus patrones de forma creciente y rutinizando sus tareas. Más allá de los reconocidos aportes de este autor, nos parece que sus esfuerzos analíticos no profundizan lo suficiente debido a que presta mucha más atención a lo que los capitalistas han intentado realizar que lo que ha sucedido realmente en el espacio social fabril, principalmente dejando en el olvido las acciones de los trabajadores. Las críticas de diversos autores, como Gordon o Montgomery, señalan que no son exclusivamente las condiciones objetivas y materiales las que determinan el devenir de las relaciones capitalistas, sino también la constante insubordinación del trabajo frente al capital. Los procesos de control sobre los trabajadores expresan los límites del triunfo del capital; esto significa la continua existencia de otros procesos de acción obrera, tales como la autovalorización.49 En este proceso se evidencia la continuidad e impermeabilidad de los saberes del trabajo50 –resistencia a la pérdida plena de los saberes de la producción fabril–, así como de la continua resistencia a través de la permanente conflictividad entre el capital y el trabajo. Si el planteo de Braverman respecto a la descalificación obrera fuera correcto en este aspecto, sería inexplicable el sentido que tendrían los cambios en las estrategias del capital –y sus nuevas tecnologías, desde el taylorismo al toyotismo– cuando apelan a controlar, en diferentes momentos de la historia del capitalismo, de un modo cada vez más complejo y sofisticado a los trabajadores en el marco del ámbito fabril. Por ello, nos parece que los procesos de conflictividad obrera en cualquiera de sus manifestaciones expresan la contracara de la resistencia permanente del trabajo y denotan las continuas estrategias del capital en su búsqueda constante por retener el control del trabajo.

En este libro, el punto no es solamente encontrar los anclajes de resistencia de los trabajadores en la fábrica Siam a las innovaciones técnicas, sino que, a lo largo de las diferentes etapas de análisis, se busca una suerte de rediseño de las estrategias de rebelión permanente de los trabajadores, expresado en la persistencia de los denominados saberes de los trabajadores, aquellos que ni siquiera los procesos de máxima descalificación laboral lograron arrebatar a los propios trabajadores. El saber obrero como parte constitutiva del proceso de autovalorización se instituye así en una suerte de reserva constante del trabajo y en una expresión de la permanente dependencia del capital al trabajo. Los picos huelguísticos de la industria metalúrgica, como 1936, 1942 y 1954 –cuando los obreros de la Siam tuvieron un elevado protagonismo–, no fueron las únicas expresiones de este proceso de resistencia; también surgieron otras formas de acción, tales como la circulación laboral, el ausentismo, el trabajo a desgano, el boicot y las presiones de las organizaciones sindicales en las fábricas, sobre todo en los años 40 y 50.

El mundo del trabajo en la Argentina 1935-1955

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