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La industria argentina

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La bibliografía existente sobre esta temática es abundante, por ello, en este apartado realizaremos una selección de obras consideradas clásicas, así como producciones de los últimos años que consideramos pertinentes para nuestra investigación.

Entre las clásicas se destacan las producciones de Adolfo Dorfman y Jorge Schvarzer.2 Otras investigaciones habitualmente citadas para este período son las de Pablo Gerchunoff y Lucas Llach y, más recientemente, Mario Rapoport. Un estudio de posgrado habitualmente referenciado es el de Eduardo Basualdo.3

En buena parte de estos trabajos se destaca el análisis de la etapa iniciada en la segunda mitad de la década de 1930, cuando comenzó el proceso de sustitución de importaciones en la Argentina. Hay coincidencias en considerar que sus resultados significaron un importante crecimiento en el proceso de industrialización, y que abarcó el desarrollo de diversos rubros de esta actividad. Así, las ramas textil, metalúrgica y alimentaria fueron los sectores industriales que lograron un mayor crecimiento. Para nuestra investigación destacamos el tratamiento que estas obras le dan al caso de la industria metalúrgica, subrayando, de manera coincidente, que un “74% de crecimiento en 1937-39 con respecto al período 1925-29 fue un valor destacable”;4 más aún si se tiene en cuenta que de las “industrias artificiales”, las metalmecánicas fueron las más resistidas para su desarrollo dentro de la clase propietaria rural argentina. En este sentido, fue diferente a la actitud de los grupos dominantes internos frente al crecimiento de otras ramas industriales, como por ejemplo la textil, que era la que mejor se adaptaba al proceso de sustitución de importaciones de los años 30, dado que era una actividad complementaria con la existencia en nuestro país de materias primas afines, como la lana y, principalmente, el algodón. Para la clase terrateniente, pensar en un desarrollo industrial basado en la rama metalúrgica hubiera supuesto cuestionar su propia base económica, sustentada históricamente en el crecimiento del modelo agroexportador. Sobre esta temática, los trabajos de Eduardo Basualdo y Eduardo Jorge desarrollan problematizaciones que nos resultaron útiles al momento de vincular crecimiento industrial y estructura social.

Tanto Adolfo Dorfman como Jorge Schvarzer señalan que la crisis mundial de los años 30 iba a restringir obligatoriamente las importaciones del sector industrial metalúrgico y forzar a dicha clase a invertir, aunque sea coyunturalmente, en el sector metalmecánico. “En el quinquenio 1925-29, la industria nacional cubría solo el 39% de la demanda interna de metales y el 30% de maquinarias, vehículos y equipos. El resto de la producción era resultado de la política de importaciones”,5 afirma Schvarzer. Así, para el quinquenio citado, las importaciones en metales habían representado el 17% del total de las importaciones del país. Este rubro, junto con el de maquinarias, vehículos-equipos, textil y vestimenta, constituían los rubros de importación, caracterizados en su mayoría por productos terminados o de consumo final, los de mayor peso en la balanza comercial. De esta forma, la economía argentina iba a experimentar un proceso de cambio que, si bien no fue estructural, al menos significó una transformación y complejización importante del tradicional esquema exportador.6

Para el caso de la industria metalúrgica, los principales factores de cambio se expresaron a través del crecimiento en el número de establecimientos industriales, de obreros y de valores de producción. Para este rubro también fue consultada la tradicional investigación sobre la Fiat, referida a las producciones fabriles del período.7 En esta publicación existen referencias importantes –desde la perspectiva de esta multinacional– sobre el desarrollo alcanzado por el sector metalúrgico y eléctrico en nuestro país, área clave, a la sazón, para este libro. Hay datos, además, sobre el lugar que ocupaba la empresa Siam respecto al crecimiento de todo el sector, así como el vínculo entre industrialización y capitales extranjeros, en el Informe Cepal de 1960. 8

Completan el cuadro de situación aquellos trabajos que debaten aspectos más específicos del fenómeno industrializador, como las producciones de Marcelo Diamand, Jorge Fodor, Jorge Katz, Juan José Llach y el clásico Milcíades Peña.9 Por último, también referenciamos obras generales, como las de Laura Randall, Eduardo Jorge y Eduardo Basualdo.10

Sobre cuestiones específicamente vinculadas a los años de la industrialización preperonista y peronista, existen numerosas investigaciones coordinadas por el historiador Marcelo Rougier.11 La colección digital –y a partir de 2014, también en papel– Revista H-industri@, de historia de la industria, de los servicios y de las empresas de la Argentina y América Latina, dirigida por Juan Odisio y editada por Marcelo Rougier, me fue útil para actualizar y revisar a la luz de recientes investigaciones, las problemáticas referidas a la industrialización argentina en la etapa estudiada.

El mundo del trabajo en la Argentina 1935-1955

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