Читать книгу Verdad y perdón a destiempo - Rolly Haacht - Страница 11

Martes

Оглавление

26 DE NOVIEMBRE 1991

J

ake se bajó del vehículo y caminó cuesta arriba a lo largo de la calle flanqueada por adosados, concretamente, hasta el que hacía esquina, al final del todo. Andaba con las manos en los bolsillos y no llevaba demasiada prisa. Todavía no tenía muy claro qué pasaría cuando se situase delante de la puerta. Había pasado mucho tiempo.

Demasiado.

Sin embargo, una vez llegó a su destino, su asombro fue más grande incluso que el que esperaba que hubiese cuando sus hermanos lo viesen a él.

Lo primero que hizo fue extrañarse de que algunas de las enredaderas hubiesen llegado hasta la pequeña puerta del patio. Era raro, pero aun así llamó al timbre de fuera. Se quedó esperando sin saber muy bien hacia dónde mirar. Diez o quince segundos después, decidió echar un vistazo rápido a la puerta por donde alguien debería aparecer. Fue entonces cuando se dio cuenta de que había mucho polvo, tierra y hojas secas en el porche. ¿Qué demonios? Una duda se instaló inmediatamente en su cabeza. ¿Era posible que sus hermanos se hubiesen mudado?

Lo segundo que hizo fue quitar el pestillo de la puerta exterior y entrar en el pequeño jardín. Sin duda, aquel lugar estaba totalmente desatendido desde hacía mucho tiempo. Dio una vuelta alrededor de la casa hasta la parte trasera y, desde ese lado, observó las ventanas de las habitaciones. Todas estaban con las persianas bajadas y cerradas a cal y canto. Volvió de nuevo a la entrada principal y echó un vistazo al buzón. Había unas cuantas cartas acumuladas, aunque menos de las que esperaba encontrar viendo el aspecto en el que se encontraba la casa. ¿A dónde habrían ido a parar? Le hubiese gustado tener consigo sus llaves de casa, pero hacía mucho que las había perdido, o tal vez las había dejado olvidadas a propósito en alguna parte. Ni él mismo lo sabía. Lo que sí sabía era que el miedo que tenía de volver a casa se había esfumado, porque lo cierto era que allí no había nadie esperándolo. El primer mal trago había pasado.

Regresó al vehículo y se preguntó hacia dónde podría dirigirse. Le vino a la mente la imagen del Purist Coffee, pero lo descartó inmediatamente. No. Allí no. Pero el hecho de pensar por un momento en una cafetería le hizo acordarse de otra cosa. Abrió la guantera y sacó del interior un viejo y pequeño cuaderno que tenía desde hacía años. Pasó unas cuantas hojas hasta que vio la inconfundible y desordenada letra de Louis. Allí estaba la dirección que su hermano le había anotado tanto tiempo atrás del restaurante en el que había empezado a trabajar como camarero. Sin embargo, él nunca había estado allí. Ni una sola vez. Tal vez Louis hubiese encontrado otro empleo, pero por el momento era el único sitio al que podía ir. Al menos, si no lo encontraba, podría preguntarle al dueño si sabía algo del pequeño de los Becker y ya tendría información sobre el paradero de uno de sus hermanos.

Se le escapó una leve sonrisa al pensar que, después de todo, era él quien los estaba buscando a ellos. Era lo último que había pensado que tendría que hacer.

Tuvo que dar un buen rodeo hasta llegar a su destino, pero una vez allí se dio cuenta de que había merecido la pena. Nada más ver la amplia terraza del restaurante, observó a un joven de pelo castaño oscuro yendo de aquí para allá mientras servía unas bebidas. Jake aparcó y lo contempló desde la distancia durante un buen rato. El chico entró y salió varias veces hasta que finalmente se limitó a mirar las mesas que poco antes había atendido. Entonces se giró hacia el interior una última vez, le dijo algo a alguien y luego se apartó a un lado de la fachada y se apoyó en ella. Sacó del bolsillo un paquete de cigarrillos y, acto seguido, se puso a fumar. Eso le hizo fruncir el ceño por un momento. No esperaba regresar y recibir como primera novedad que Louis había empezado a fumar tabaco. Se paró a pensar y cayó en la cuenta de que su hermano pequeño ya no era tan pequeño, y que justo al día siguiente era su cumpleaños. Jake tuvo que plantearse la edad que tenía él en la actualidad para calcular los años que cumpliría su hermano: veintiuno.

Decidió arrancar de nuevo para situarse justo delante del restaurante antes de bajar a saludar.

- - - - - - -

Louis estaba aprovechando sus diez minutos de descanso al máximo. Esperaba que en ese corto periodo de tiempo ningún cliente de la terraza reclamase su atención, pues se había asegurado de tener todas las mesas servidas antes de apartarse para fumar.

Solía ser muy eficaz en su trabajo y, por consiguiente, muy pocas veces alguien lo llamaba para pedir algo más. Los clientes del restaurante eran casi todos de clase media y trabajadora, así que empatizaba bastante bien con todos ellos. Pero, como en todo, había excepciones, así que algunas veces tenía que resignarse a prescindir de su cigarro y acercarse a atender a alguien que había reclamado su atención con un gesto. De vez en cuando se preguntaba qué pasaría si alguna de esas veces fingiera estar mirando hacia otro lado, pero luego recordaba que en realidad le gustaba su trabajo, que quería conservarlo y que muchos clientes le tenían una gran estima. Así que se tragaba su orgullo e iba a ver qué quería el señor o la señora que iba a los restaurantes con la única intención de sentirse alguien especial, por la ferviente necesidad de pensar que había alguien en todo momento atendiendo sus necesidades, como el criado que siempre deseó y nunca tuvo. Eran los quiero y no puedo, como le gustaba pensar a Louis.

Pero ese día no fue una señora emperifollada o un viejo cascarrabias lo que captó su atención. Ese día se trataba de algo totalmente inesperado, tanto que incluso dudó de que fuese real. Arrugó la frente e inclinó la cabeza hacia delante como para ver mejor, aunque la verdad era que no hacía falta.

La persona que estaba al otro lado, apoyada en una gran camioneta negra 4x4, levantó la mano y le hizo un gesto con la cabeza al darse cuenta de que por fin lo había reconocido. Louis tiró automáticamente el cigarrillo y caminó con rapidez a su encuentro.

—¿Jake? —dijo cuando apenas le quedaban unos metros para llegar hasta él. No podía creer que por fin hubiese regresado—. Dios mío, ¡eres tú! —añadió cuando llegó a su lado.

Jake, por su parte, lo recibió con un abrazo y unas cuantas palmadas en los hombros.

—¿Cuándo has vuelto? —continuó Louis—. ¿Cómo sabías que estaría aquí?

—Fui a casa y vi que estaba desierta —respondió Jake—. Entonces me acordé de aquella vez que me escribiste la dirección del restaurante para que viniera a visitarte.

Louis miraba a su hermano todavía asombrado. No podía creer que de verdad estuviese hablando con él después de tanto tiempo. Siempre se preguntaba cuándo lo volvería a ver, y ahora...

Ahora no tenía ni idea de qué decirle.

—¿Dónde has estado? —preguntó, a pesar de que intuía el tipo de respuesta que él le daría.

—Por ahí...

Louis sonrió al escucharlo.

Entonces decidió prestar un poco más de atención a la camioneta que tenían justo detrás. La parte de carga trasera estaba tapada por una enorme lona gris que cubría el equipaje. Dio una vuelta completa alrededor del vehículo y, desde la parte del capó, después de observar las siglas GMC, preguntó de nuevo:

—¿Es tuya?

—Lo es.

—Es increíble —dijo con sinceridad.

—Sí. El único problema es que no es azul.

Louis sintió una pequeña punzada en el pecho, casi imperceptible.

—En realidad, creo que negra es mucho mejor que azul.

Un silbido procedente del restaurante le hizo volver a la realidad. A lo lejos vio a uno de sus compañeros haciéndole señas.

—Mierda, tengo que volver.

—¿A qué hora acabas?

—Si todo va bien, a las cuatro.

Jake observó su reloj. Louis sabía que todavía eran las dos de la tarde.

—Te espero.

—¿En serio?

—Claro. Tienes que contarme muchas cosas. ¿Se puede saber dónde estáis viviendo ahora?

—Eso tiene más de una respuesta. Luego te lo cuento. —Louis hizo el amago de volver al restaurante, pero volvió sobre sus pasos—. Joder, no me puedo creer que estés aquí.

—Si te digo la verdad, yo tampoco.

Ambos se echaron a reír, y después regresó al trabajo. Desde la distancia observó cómo su hermano se subía de nuevo a la camioneta y reclinaba el asiento dispuesto a esperarlo.

Que Jake estuviese de vuelta era asombroso.

Cuando dio por finalizada su jornada, Louis fue a cambiarse y después caminó hacia la camioneta. Rodeó la parte del capó y subió rápidamente al asiento doble del copiloto.

—Ya estoy aquí.

Se volvieron a mirar y se quedaron unos segundos sin saber qué decir. Louis lo observaba como si todavía no creyera que fuese real.

—Esto es muy raro —dijo. Jake lo miró y se encogió de hombros—. Quiero decir... Desapareciste, ¿sabes? Sin decir a dónde y... No sé, siempre supe que volverías, pero ha pasado ¿cuánto? ¿Dos años?

—Supongo que más.

—Tienes el pelo más corto que nunca.

—Ya, es una larga historia. Pero bueno, ¿qué? ¿Vas a decirme de una vez dónde os habéis mudado?

Louis sonrió y respondió:

—Arranca.

Cinco minutos después llegaron al Residencial Holland, concretamente a la urbanización repleta de apartamentos donde vivía desde hacía bastante tiempo.

—Es aquí.

Jake no hizo ningún comentario. Aparcó y después lo siguió hasta uno de los bloques. Subieron por las escaleras exteriores y Louis abrió la puerta número cincuenta y nueve. Estaba todo oscuro cuando pasaron al interior, y olía a tabaco.

—Mierda, Robert —maldijo Louis. Acto seguido subió las persianas y abrió las ventanas que iluminaron la estancia en la que se encontraban: un pequeño salón que comunicaba directamente con la cocina—. Lo siento, mi compañero hace mucha más vida de noche, así que supongo que todavía no se habrá levantado. ¿Quieres sentarte?

Observó cómo Jake paseaba la mirada por toda la habitación. A la izquierda había un sofá con el respaldo de mimbre y dos sillones, cada uno de un color. La televisión y el mueble sobre el que reposaba estaban pegados a la pared. La cocina parecía bastante destartalada, y había un montón de sartenes y platos acumulados en el fregadero, algunos de ellos con restos de la cena del día anterior. Finalmente, Jake se decidió a esperar en el sofá de mimbre y Louis procedió a ir en busca de su compañero.

Abrió la puerta de su habitación muy despacio para evitar, aunque sin éxito, el molesto ruido de las viejas visagras por falta de aceite.

—Rob, ¿estás despierto?

Un ronquido fue la única respuesta que obtuvo.

Cuando regresó vio a su hermano tratando de apilar otros platos sucios que había en el suelo.

—Espera, lo hago yo —le dijo adelantándose a sus movimientos—. Supongo que Robert no está todavía en condiciones de salir a saludar.

—Y supongo que Robert es tu compañero de piso.

—Sí. —Louis sujetó todos los platos y los llevó hacia la pila, ya de por sí llena—. Perdona por este desorden.

—¿Desde cuándo vives aquí? —quiso saber Jake.

—No sé decirte con exactitud, pero..., básicamente, desde que Derek y Emily empezaron a planear mudarse a otro barrio. Entonces pensé que era hora de dejar de depender de ellos y encontré este apartamento. Zane sigue con ellos. Hace más de un año que se mudaron.

—¿A dónde?

—A Valley Street.

A Jake se le redondearon los ojos como platos tras recibir la información.

—Sí, veo que te haces una idea de la clase de casa en la que viven ahora. Yo la suelo llamar La Mansión. Si no te importa, voy a darme una ducha. Mi habitación es esta de la izquierda, por si estás cansado y quieres echarte un rato.

—Estoy bien, gracias.

Se miraron unos segundos más, en incómodo silencio. Era tan raro que lo tuviese ahí delante después de tanto tiempo...

Tras la ducha, ya en su cuarto y mientras se ponía unos calcetines, Jake apareció en la puerta y se dirigió de nuevo a él:

—Oye, Louis.

—¿Sí?

—¿Qué hay de Ari?

Mucho había tardado en formular aquella pregunta, aunque Louis supuso que la respuesta no iba a gustarle.

—Ella también se fue —le respondió.

—¿Se fue? ¿Qué quieres decir?

—Que se fue, igual que te fuiste tú. —Jake lo miró sin comprender—. Vive en Los Ángeles —le aclaró.

—¿Hace cuánto que se fue?

—Pues... No sé. Desde que... ¿Sabes? Esto es mejor que lo hables con Zane. ¿Qué te parece si la llamo y le digo que venga a cenar? Va a ser toda una sorpresa cuando te vea.

Jake simplemente se encogió de hombros, así que Louis supuso que se había quedado pensando en Arabia. Cualquier persona habría insistido más sobre su marcha o sus motivos, pero Jake era diferente. No iba a reconocer que sentía verdadera curiosidad, y debería. Pero, tal y como le había dicho, era mejor que le preguntase a Zane. Salió del cuarto en busca del teléfono para llamarla con la esperanza de encontrarla en casa.

Mientras escuchaba a su hermana al otro lado y trataba de convencerla para que se pasara por allí, vio a Jake saliendo de nuevo hacia el salón a la vez que Robert se dirigía al baño. Jake lo sujetó por los hombros al notar que se tambaleaba. Dejó de sujetarlo cuando se sostuvo él mismo contra el marco de la puerta del baño, y entonces Jake miró a Louis mientras señalaba a Robert con la mano, a lo que Louis —que continuaba escuchando a Zane— respondió apartando un segundo el teléfono de la oreja con un simple: «No te preocupes».

- - - - - - -

Zane se bajó del autobús repasando mentalmente los regalos que quería hacerles a todos sus allegados. Los únicos que tenía planeados con exactitud eran los de los niños: la Mansión de Malibú para Danielle y un Scalextric para Jack.

Antes de llegar a los apartamentos donde vivía el menor de sus hermanos, volvió a preguntarse el porqué de la insistencia de Louis para que fuese a cenar. Solo cenaba allí los miércoles, y exclusivamente los que Pitt podía acompañarla para llevarla después de vuelta a casa. Subió las escaleras exteriores del apartamento y llamó al timbre. Louis apareció enseguida tras la puerta.

—Hola —dijo sonriendo de oreja a oreja.

—Hola de nuevo. —Zane lo abrazó y empezó a quitarse el abrigo, el gorro y la bufanda—. ¿Hay algo para cenar o llamamos para que...?

Se quedó paralizada, observando a la persona que estaba sentada unos pocos metros delante de ella y que luego se levantó devolviéndole la mirada con timidez.

Zane se llevó las manos a la boca abierta por la sorpresa. Empezó a caminar hacia él mientras intentaba, sin éxito, retener las lágrimas.

—Hola —dijo Jake una vez la tuvo entre sus brazos.

Zane lo estrechó con todas sus fuerzas. Lloraba y reía a la vez, incapaz de articular palabra alguna.

Era Jake.

Era él, de verdad. ¡Había vuelto!

De repente, se sintió tremendamente reconfortada. No podía creer que le hubiese echado tanto de menos. Cuando se separaron tuvo que secarse los ojos con las mangas de la camiseta.

—Te has cortado mucho el pelo —fue lo primero que Jake le dijo.

Era cierto. Ahora lo llevaba por los hombros. Hacía bastante tiempo del cambio, pero claro, para él era una auténtica novedad.

—¡Mira quién fue a hablar! —replicó Zane. Jake sonreía y ella también lo hacía. Miró a su otro hermano, Louis, que se mantenía al margen con cara de diversión—. ¿Cuánto hace que estás aquí? —le preguntó alternando la vista entre ambos.

—Hace solo unas horas que me lo encontré en el trabajo —aclaró Louis.

—¿Dónde has estado? —continuó ella, dirigiéndose solo a Jake.

—Es una larga historia...

—Mientras habláis y todo eso voy a ir pidiendo algo para cenar —les comunicó Louis—. ¿Viene Pitt?

—Oh, sí, pero trabaja, así que no llegará para cenar. Me recogerá cuando acabe y me llevará a casa.

—¿Quién es Pitt?

Jake la miró arqueando una ceja, a lo que ella se sonrojó.

—Su novio —respondió Louis.

—¿Tienes novio?

Zane se rio en voz alta.

—Sí.

Jake se recostó sobre el sofá y se rascó el cogote.

—Vaya...

—Lo tengo incluso desde antes de... —Zane se paró en seco, pensando mejor lo que iba a decir—. Quiero decir, desde antes de que te marcharas.

—¿Cómo que desde antes de que me marchara? ¿Eso va en serio?

Sonrió sin separar los labios ante la estupefacción de su hermano. Entonces se acordó de algo. Se acordó precisamente de quién era su novio, y de que su hermano había vuelto, y de que iba a conocerlo. Su corazón se aceleró solo de pensar en lo que pasaría cuando ambos se encontrasen.

Al final, Louis pidió comida china para cenar. Robert, su compañero de piso, apareció cuando estaban empezando y cogió uno de los platos de arroz para luego retirarse a su habitación. Zane intentó que no se le notase demasiado lo molesta que estaba. Mientras cenaban, insistió en saber qué era lo que Jake había estado haciendo durante todo el tiempo que había pasado fuera, a lo que Jake solo respondió diciendo que lo primero que hizo fue ir a Philadelphia. Él, por su parte, también quería saber más sobre ellos, así que Zane le estuvo poniendo al día de algunas cosas. Por ejemplo, le contó que se había matriculado en Educación Infantil y que ahora estaba en tercer curso. También le habló de la casa nueva, en Valley Street. Cuando él preguntó por la de Prinss, le confesó que la intención de Derek siempre había sido venderla, pero como él no estaba para poder firmar el acuerdo, de momento continuaba deshabitada.

—¿Todos queréis vender la casa?

—No sé. Ahora ninguno de nosotros vive allí.

—¿Y por qué no te quedaste tú? —le preguntó a Louis—. Si lo que querías era independizarte, con la marcha del resto habrías tenido la casa para ti solo.

—Era demasiado grande para mí solo.

—¿Y qué me dices de ti, Zane? ¿Por qué no te quedaste en lugar de mudarte con Derek?

—Porque me gusta estar con ellos, y con los niños.

—Ya...

Su hermano parecía decepcionado. Zane se imaginó lo que habría pensado al presentarse en casa y verla en el estado en el que se encontraba. Ya ni siquiera iban a echar un vistazo. El único que pasaba de vez en cuando era Derek para recoger el correo.

—Estoy pensando en la cara que pondrá Derek cuando te vea —continuó Zane para cambiar de tema—. Va a ser alucinante. ¡Y Emily! Oh, Dios mío, ¿crees que te reconocerán los niños?

El ceño de su hermano se frunció. Eso le hizo pensar que tal vez iba a ser un tanto violento volver a ver a Jack.

—Deberíamos llevarlo como sorpresa el jueves, para la cena —comentó Louis.

—¡Es una idea estupenda! —exclamó Zane al pensar en la cena de Acción de Gracias.

Se puso a planificar mentalmente cuándo sería el momento idóneo para que Jake apareciese. Justo entonces, Louis se encendió un cigarrillo.

—Estamos cenando, Louis —protestó Zane.

—Yo he terminado hace rato... Y es mi casa, ya lo hemos hablado.

No podía con la odiosa adicción a la nicotina que su hermano había desarrollado.

—¿Cuánto hace que fumas? —le preguntó Jake.

—Bastante. Y espero que no vayas a darme el sermón ahora que has vuelto, porque ya he tenido suficiente con Derek...

El timbre de la puerta sonó. Zane se levantó y se dirigió hacia allí, nerviosa. Vio cómo su hermano separaba la silla de la mesa, preparándose para cuando empezasen las presentaciones. Todavía no le había dado detalles sobre Pitt. Zane abrió la puerta y salió antes de que este pudiese pasar al interior. Lo besó y luego le dio la noticia.

—Jake ha vuelto —expresó sonriendo.

—¿Tu hermano Jake? —preguntó Pitt, incrédulo.

—¡Sí! Y voy a presentártelo.

Antes de que el chico pudiese decir nada más, lo cogió por el brazo y entró con él. Se acercó a la mesa y, entonces sí, empezaron las presentaciones.

—Jake, este es Pitt —anunció su hermana—. Y Pitt, mi hermano Jake.

Se pusieron uno enfrente del otro.

—¿Qué hay, Jake?

—Pitt. —Jake correspondió a su saludo, tajante.

Zane se puso un poco nerviosa ante la reacción cortante que su hermano acababa de tener. No parecía demasiado contento.

—Hacía mucho que no te veía —le dijo.

—Sí, mucho.

Luego se volvió hacia ella.

—Habríamos adelantado mucho si me hubieses dicho que se trataba de Peter Pitt.

—Pero entonces no habría sido tan divertido.

—Créeme, no es divertido. —Zane se dio cuenta de que su hermano estaba molesto de verdad, aunque no entendía bien sus motivos. Pitt le sostuvo la desafiante mirada un poco más, pero al final fue el primero en retirarse—. ¿Puedo preguntar cuándo y dónde os conocisteis?

Ahí radicaba todo el problema. Jake lo relacionaba exclusivamente con el Dix76.

—Puedes hacerte una idea de cuándo lo vi por primera vez —dijo Zane—. Aunque no fue hasta dos años después que volvimos a coincidir. Él trabajaba en una cafetería del centro comercial y, si tienes más preguntas, será mejor que nos sentemos.

Zane y Pitt ocuparon el sofá de mimbre, Louis se recostó sobre uno de los sillones andrajosos, así que solo quedaba otro con el mismo aspecto para Jake, que decidió coger una de las sillas de la cena y la acercó para sentarse junto al resto. Zane pensó que había sido la elección más inteligente, conociendo de primera mano el estado de aquel apartamento.

—Aunque lo parezca, el sillón no va a morderte ni nada por el estilo —le dijo Louis.

—Por si acaso, me sentaré aquí.

—Tú mismo.

Louis continuaba fumando y Zane no dejaba de alternar la vista entre Jake y Pitt.

—Supongo que ahora que sales con mi hermana puedo preguntarte un par de cosas —le dijo.

—Sí, claro. ¿Qué quieres saber?

—Bien, pues... me gustaría saber a qué te dedicas ahora, cuánto hace que dejaste el Dix y de dónde procede tu familia. A propósito, ¿cuántos años tienes?

—Yo diría que eso son más de un par de cosas, Jake —apuntó ella.

Pitt tomó aire y habló por fin:

—A finales de este año me graduaré en Educación y a la vez estoy trabajando en un bar de carretera llamado Wondy’s.

—¿También estudias eso?

—Sí.

Jake asintió con la cabeza, instándole a continuar.

—Dejé el Dix después del verano del ochenta y seis. No me enorgullezco de haber trabajado allí, pero sin ese trabajo jamás habría podido matricularme en la universidad. Ahora mismo tengo veinticinco años.

—¿Y tu familia?

—¿Qué es lo que quieres saber?

Zane se dio cuenta de que Pitt puso cara de exasperación, y no sin motivo.

—¿Te molesta la pregunta?

—Lo siento, pero es que tengo la sensación de que el hecho de que tenga los ojos rasgados supone que no soy un simple ciudadano americano como cualquier otro.

—Oye, estás saliendo con mi hermana, así que creo que no es ningún disparate querer saber de dónde vienes, porque lo único que conozco de ti es precisamente tu hermana. Y eso no me dice demasiado.

—¿Conoces a su hermana? —preguntó Zane.

—Sí —respondieron ambos al unísono.

—Me la presentó un día en el Dix —continuó Jake tratando de dar por zanjado el tema.

—¿El Dix no es ese sitio donde se va a follar?

La intervención de Louis los pilló a todos desprevenidos. Tanto que se quedaron en silencio, incluida Zane.

—¿Qué pasa? ¿Esperabais que no lo conociera? Se sabe de sobra la fama de ese lugar... Además, Robert trabaja allí algunas veces. —Louis se levantó y se dirigió a la nevera—. Deberíais alegraros de que lo conozca. No es un sitio al que ir cuando no se tiene ni idea de lo que se puede encontrar. ¿Alguien quiere una cerveza?

—¿Quieres una? —le preguntó Jake a Pitt.

—No, gracias. Tengo que conducir para llevar a Zane a casa.

—Pues yo sí que necesito una. Pásamela.

Louis le lanzó un bote que cogió al vuelo, aunque tuvo que utilizar ambas manos.

—Debisteis de pasarlo muy bien frecuentando ese lugar, y ya ni te digo trabajando en él.

—No —volvieron a decir ambos.

—Oye, nuestros asuntos allí eran muy diferentes —se defendió Jake.

—Claro. —Louis quitó la anilla de su lata, le hizo el gesto de brindar con él y bebió el primer trago—. Lo que pasa en el Dix, se queda en el Dix.

Zane tomó la palabra con intenciones de cambiar de tema.

—Creo que es un buen momento para preguntarte qué es lo que vas a hacer ahora que estás de vuelta.

—Todavía no lo he pensado.

—¿Dónde vas a dormir?

—Mi idea era quedarme en casa. Ya sabes, nuestra casa. Pero no tengo llave, así que será genial si vosotros...

—No tenemos llave —le comunicó Louis—. Derek es el único que guarda todos los juegos.

—¿Por qué?

—Porque ya no la usamos, ¿recuerdas? Puedes quedarte aquí hasta que encuentres otra cosa.

—¿Hasta que encuentre otra cosa?

—Vayamos por partes. —Louis se incorporó para aclarar el asunto—. Puedes quedarte el tiempo que quieras. Lo que quiero decir es que no sé si aguantarás todo lo que te gustaría teniendo en cuenta que mi compañero hace más vida de noche que de día, y que la mayoría de su vida nocturna es en el salón.

—Le pediré una llave a Derek. Si de verdad queréis que haga mi entrada triunfal el jueves por la noche, me quedaré en tu sofá hasta entonces. Pero solo hasta entonces.

—Nuestra antigua casa no tiene suministro de agua ni de luz, Jake —esta vez fue Zane la que habló—. Está abandonada.

—Bueno, pues yo lo restableceré todo. Me haré cargo.

—¿Cómo?

—No te preocupes por eso.

—De todas formas —continuó Louis—, seguro que ahora que has vuelto su idea de venderla cobrará más sentido.

—Pero no vamos a venderla.

Los dos hermanos menores se miraron.

—No me digáis que vosotros también queréis venderla. Louis, tú podrías volver y vivir conmigo. Podemos compartirla.

—A mí no me mires. Me gusta vivir aquí.

—Yo soy feliz en la nueva casa —prosiguió Zane—. Es muy grande. Estoy segura de que, si lo pides, te arreglarán la habitación de invitados.

—¿Qué te hace pensar que me gustaría vivir con Derek? O a él conmigo...

- - - - - - -

Cuando por fin se despidieron, Jake no podía creer cómo había cambiado todo. Su hermano estaba independizado y compartiendo piso con un chico de lo más extraño. Zane salía con Peter Pitt y, además, se había mudado a Valley Street con la familia de Derek. De repente, justo cuando Zane estaba a punto de cerrar la puerta, se acordó de algo. O, mejor dicho, de alguien.

—Zane, ¡espera! —le dijo.

Se acercó a ella corriendo y salió antes de cerrar la puerta tras de sí. Pitt estaba también allí, contemplando la escena.

—Espérame en el coche —le pidió Zane a Pitt.

Se alegró de que su hermana entendiera la situación. Una vez a solas, preguntó por ella.

—Louis me dijo que Arabia se había mudado a California.

—Sí, a Los Ángeles.

—¿Cuánto hace que se marchó?

—Mmmm... Bastante, la verdad. La echo mucho de menos.

—¿Por qué se fue?

—¿De verdad lo quieres saber? —Su hermana lo miró de una forma que no supo qué significaba realmente. Jake asintió para que le dijera de una vez por todas qué era aquello que ni Louis ni ella parecían querer confesar—. Conoció a alguien —dijo al fin.

Jake se metió las manos en los bolsillos y resopló, dejando que sus pulmones se vaciasen por completo. Era de esperar, y además era lo que él mismo había supuesto, pero ahora que por fin sus sospechas se habían confirmado no sabía exactamente cómo se sentía.

—Ya. Lo suponía.

—Aguanta esto un momento —continuó Zane, le colocó su enorme carpeta en los brazos y sacó papel y boli de su bolso—. Te daré su teléfono, espera.

Su hermana escribió los números correspondientes y arrancó la hoja de la pequeña libreta.

—Habla con ella, ¿quieres? —añadió después de que él recogiera el papel.

—Sí, lo haré.

—Hazlo, Jake.

Zane dio por concluida la conversación y comenzó a bajar para reunirse con Pitt, que la esperaba en un coche marrón con la pintura bastante estropeada. Jake la observó mientras se alejaba de él, tratando de asimilar las noticias. Su hermana se giró antes de entrar en el vehículo, levantó la mano y la agitó para despedirse. Él hizo el mismo gesto desde donde estaba.

—¡Cómo me alegro de que estés de vuelta! —le gritó.

- - - - - - -

Zane subió al coche, nerviosa. Incluso le temblaban las piernas. Pitt se quedó mirándola un poco y luego arrancó. Esperó unos minutos antes de decirle nada.

—Te ha preguntado por Ari, ¿verdad?

—Sí.

—¿Y se lo has contado?

Ella sabía exactamente a qué se refería.

—Quería saber cuándo y por qué se mudó. Yo le he dicho que conoció a alguien, y luego le he dado su teléfono para que la llame.

—¿Y crees que lo hará?

—Eso espero.

Estaba segura de que Pitt no iba a mencionar nada más sobre aquel asunto, así que ella continuó hablando:

—Sigo pensando que la decisión que tomó de marcharse de aquí no era porque no la quisiera —dijo para autoconvencerse—. Simplemente tenía que alejarse, como otras veces. —Se quedó en silencio reflexionando sobre ello y sobre lo feliz que estaba de haberlo visto de nuevo. Entonces se acordó de algo—: A propósito, ¿Jake se acostó con tu hermana?

—Eh... —Aquello había pillado totalmente por sorpresa a Pitt, lo sabía—. Quiero creer que no. Es complicado.

—Estamos hablando de algo que ocurrió hace años en el Dix. Estoy segura de que es complicado.

—Pero preferiría no hablar de ello. Ya conoces a mi hermana, y son sus cosas. A mí no me gusta ir por ahí contando los asuntos de los demás.

—Sí, lo sé. No pasa nada.

Ya le preguntaré a ella cuando tenga oportunidad, pensó.

Zane no insistió más porque sabía cómo era Pitt y no quería molestarlo. Bostezó, cosa que le hizo percatarse de la hora. Eran más de las once y media. Sabía que Emily seguiría despierta a pesar de lo tarde que era, porque era después de que los niños se durmieran cuando ella aprovechaba para estudiar un poco. Sabía que no era buena guardando secretos, su reputación la precedía, pero iba a tener que esforzarse para no mencionar la repentina aparición de Jake.

Se imaginó la cara de sorpresa que pondrían cuando lo vieran dos días después, y sonrió.

- - - - - - -

Louis sacó del armario un juego de sábanas para su hermano. Había decidido quedarse en el sofá y, a pesar de que lo invitó a meter el mueble en su habitación, él dijo que no hacía falta, así que no discutió. Sabía que tarde o temprano él mismo se convencería de que era la mejor opción cuando Robert apareciese medio borracho a prepararse algo de comer, sin compañía en el mejor de los casos.

—Ni siquiera cabes en el sofá —observó Louis.

—He estado durmiendo varios días en mi camioneta. Me las arreglaré.

—Como quieras, aunque si la cosa se alarga podemos comprar otro colchón.

—No se alargará. Me iré a casa en cuanto hable con Derek.

Miró con incredulidad a su hermano. Estaba claro que tenía la certeza de que Derek lo dejaría volver a instalarse en su antigua casa, aunque él lo dudaba. El mayor de los Becker tenía unas ganas inmensas de venderla.

—¿Tienes dinero? —le preguntó.

—¿Qué?

—Te pregunto que si tienes dinero.

—Sí, tengo dinero, ¿por qué lo dices? ¿Vas a cobrarme un alquiler o algo así?

Jake se rio con diversión, pero luego dejó de hacerlo al comprobar que Louis hablaba en serio.

—Te lo digo por la casa.

—¿Crees que voy a tener que comprar mi propia casa?

—Oye, tú no lo sabes, pero Derek se ha vuelto muy maniático con el dinero.

—La casa es nuestra, Louis. De todos.

—Yo ya no estoy tan seguro de eso...

—Pues yo sí lo estoy.

Louis se limitó a encogerse de hombros. Después de todo, no era su problema. A él tanto le daba si la casa se vendía o si se la quedaba Jake. Derek les había dicho una y otra vez que era lo mejor y que les proporcionaría a Zane y a él unos ahorros, pero la verdad era que no le importaba demasiado el dinero mientras conservase el trabajo, y también le daba bastante pena que otra familia viviese allí. No había sido su casa de toda la vida, pero sí había sido la casa de su adolescencia y de la que tenía más recuerdos.

Su hermano se quitó la sudadera y se quedó con la camiseta interior de manga corta. Louis se quedó asombrado por su tamaño.

—¿Has vuelto a jugar a fútbol? —fue lo primero que se le ocurrió preguntar.

Solo lo había visto tan en forma cuando empezó a jugar en la universidad.

—No —respondió Jake quitándose también las zapatillas.

Luego, al parecer de forma instintiva, movió el hombro izquierdo en círculos con el brazo estirado. Solo entonces Louis se acordó del accidente.

—¿Te duele?

Jake lo miró, sorprendido, y dejó de moverse.

—No. Es solo una vieja manía.

No pudo evitar preguntarse si tendría cicatrices. Seguramente sí, pero era imposible vérselas con la camiseta, y pedirle a su hermano que se las enseñara el primer día de su regreso no era buena idea, teniendo en cuenta que fue por eso por lo que se marchó. Pese a todo, le producía cierto morbo pensar en verlas alguna vez. No conocía a nadie que tuviese una herida de bala, y mucho menos dos.

Verdad y perdón a destiempo

Подняться наверх