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Jueves

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28 DE NOVIEMBRE 1991

E

mily estaba de los nervios. Ahora que los niños empezaban a ser independientes no paraban quietos ni un solo momento. Danielle era tranquila por sí sola, pero en compañía de Jack hacía todo cuanto el otro quería. Zane y Derek la habían ayudado a preparar la cena, pero en ese momento los dos habían salido. La primera porque tenía que ir con Pitt a recoger a Louis del restaurante, y Derek había ido a por algo que ni siquiera recordaba. Tal vez no lo hubiese mencionado, o simplemente ella no le había prestado demasiada atención. ¿Hielos? Sí, puede que dijese que necesitaban hielo.

—¡Hora de vestirse! —anunció.

Los niños no se inmutaron. Estaban tirados en el suelo jugando a... ¿A qué estaban jugando? Emily se paró en mitad del salón viendo cómo Jack daba vueltas como si fuese un rodillo, y después Danielle se dispuso a imitarlo.

—¿Se puede saber qué hacéis?

—Somos cilindros, mami —respondió Danielle.

—¡Sí! Cilindros humanos —añadió Jack.

Emily se dio cuenta de que había un montón de piezas de geometría por el suelo.

—Muy bien, niños-cilindro, vamos a recoger todo esto, que es hora de vestirse para la cena.

—No, no tenemos hambre.

—No, mami.

—Yo tampoco tengo hambre todavía, pero tenemos que vestirnos para cuando Zane vuelva con el tío Louis y el tío Pitt, ¿de acuerdo?

Danielle se incorporó, esperando que Jack también lo hiciera. Sin embargo, el niño continuó girando hasta que chocó con uno de los sofás, y entonces empezó a girar hacia el otro lado. Eso hizo reír a la niña a carcajadas. Esperaba no tener que llegar al plan B, pero vio que el reloj ya marcaba las siete y media y no tuvo más remedio.

—Como papá regrese y vea que todavía no os habéis vestido, hablará con Santa para que el mes que viene deje vuestros regalos en casa de otros niños.

Jack se paró al instante y se levantó, con los ojos muy abiertos y la boca en forma de «o» por la sorpresa. Danielle se limitó a preguntarle que qué era un mes.

—¿Se los dará a Max? —quiso saber Jack.

Max, un niño de seis años, era el hijo de uno de los vecinos que tenían más próximos.

—Es muy probable. Estoy segura de que él ya se ha vestido.

—Vamos, Delly, ¡corre! No podemos permitir que Max se quede con nuestros regalos.

En menos de lo que había imaginado, Jack se puso a correr escaleras arriba, seguido de Danielle. Emily suspiró, aliviada, y subió tras ellos. Cuando llegó a la habitación que ambos compartían, Jack ya se había quedado en ropa interior y Danielle estaba intentando terminar de sacarse la camiseta. La ayudó a hacerlo y luego se dirigió a la cama donde estaba todo preparado. Les había comprado la ropa de forma que fuesen conjuntados. Él llevaría una camisa azul marino y un pantalón de pana marrón. Ella iría con un pichi beis y una camiseta debajo azul marino, con leotardos también de ese color.

Cuando los dos estuvieron listos, Emily los llevó al cuarto de baño para peinarles. Ambos tenían unos pequeños taburetes sobre los que se subían para poder verse reflejados en el espejo. A Jack le mojó el pelo y se lo peinó hacia un lado mientras él jugaba con un coche que tenía en la mano y con el que, nada más terminar, recorrió todos los rincones. Danielle tenía un pelo precioso, rubio y lleno de tirabuzones. Se lo dejó suelto y le puso una diadema azul. Emily observó su reflejo mientras le cepillaba el cabello, percatándose de que ella se miraba sonriéndose a sí misma. No cabía duda de que era una niña muy bonita y que, casi con toda seguridad, lo seguiría siendo cuando fuera mayor. Y ya no solo porque ella fuera su madre y lo pensara, sino porque todo el mundo se lo repetía constantemente, ya fuera en el colegio, en el vecindario, en el supermercado... Por suerte, Danielle tenía solo cuatro años y la belleza no era algo que le importase demasiado.

—Ya estáis listos —anunció Emily dejando el cepillo sobre el lavabo.

—¿Ahora tenemos que ir a dar un paseo?

Emily miró a su hijo, extrañada.

—¿Para qué?

—Para que Santa nos vea.

—Ahora lo que tenéis que hacer es esperar abajo a nuestros invitados y darles un abrazo muy fuerte cuando lleguen.

—¿Y cómo sabrá Santa que nos hemos portado bien?

—Lo sabrá, Jack, estoy segura. No hay de qué preocuparse —añadió después, mirando la cara de preocupación de Danielle—. Venga, abajo. Poned la tele mientras mamá va a vestirse, ¿de acuerdo?

Jack continuó paseando el coche de juguete por las paredes de la casa en dirección a las escaleras. Danielle, como siempre, fue tras él.

—Y nada de cilindros humanos ahora que estáis vestidos —les advirtió.

Cerca de las ocho y media llamaron al timbre. Los niños dieron un respingo en el sofá y Emily sonrió. Sabía de sobra que Zane tenía llaves para entrar a casa, pero ella también sabía que a ellos les hacía mucha ilusión que alguien llegase desde que habían aprendido a abrir la puerta, y siempre se ponían como locos y discutían por ver a quién le tocaba recibir a la visita. Esa vez era el turno de Danielle, así que riñó a Jack por querer robarle el turno y el niño se quedó enfurruñado en el sofá mientras la pequeña iba hacia la puerta.

—¡Hola! —dijo Zane—. Ya estoy de vuelta.

—¡Tío Louis! —exclamó Danielle.

Emily sabía que le hacía mucha ilusión estar con Louis, porque era al que menos veían de toda la familia. Algunas veces ni siquiera se presentaba los domingos para comer. Louis la cogió en brazos y le dio un beso. Después entró Pitt, el novio de Zane, un joven de lo más agradable. Se disponía a saludar a los recién llegados cuando alguien más apareció tras ellos. La cocina estaba situada después del amplio salón, pero enfrente de la puerta principal, así que Emily lo vio desde donde estaba, paralizada. Él levantó la mano en señal de saludo, aunque no dijo nada. Se dio cuenta de que todos la miraban, expectantes.

Él pasó al interior y cerró la puerta.

—¡Sorpresa! —exclamó Zane extendiendo los brazos—. Oh, vaya, ¿dónde está Derek?

Los pequeños se acercaron a él lentamente, curiosos.

—¿Quién es, mamá? —preguntó Jack.

Jake los miró a ambos detenidamente. Luego volvió a mirarla a ella. Estaba tan quieta y boquiabierta que por un momento se hizo el silencio completo. No tenía ni idea de cómo debía reaccionar, ni de qué decirle. Él dio el primer paso, caminando hacia donde ella estaba y, al verlo de nuevo después de tanto tiempo, no pudo evitar acordarse de algo que no quería recordar justo en ese preciso momento. Por culpa de ello, unas lágrimas empezaron a asomar en sus ojos y eso hizo que Jake se parara en seco.

—¡Emily! —Zane se acercó enseguida a ella—. ¿Estás bien? Debíamos haberte avisado antes, ¿verdad?

—No, no. Estoy bien —respondió ella. Luego observó de nuevo al visitante sorpresa, que se había quedado con la cara un tanto descompuesta, y le sonrió entre lágrimas—. Me alegro mucho de verte, de veras. Perdona por este recibimiento. ¡Jack! ¡Delly! —llamó—. Este es vuestro tío Jake.

—¿Otro tío? —preguntó Danielle.

—Es otro hermano de papá.

—¡Hola, tío Jake!

Al ver a Jack saludando a Jake una sensación de ahogo se apoderó de ella. Pero qué me pasa, pensó para sí.

Entonces él se acercó definitivamente a ella.

—Emily, lo siento, lo último que quería era molestar —le dijo—. Si prefieres que me vaya...

—Por Dios, ¡no! —replicó ella—. Soy yo la que tiene que disculparse —continuó secándose las lágrimas—. Es increíble que estés aquí y que vayas a pasar la noche de Acción de Gracias con nosotros. Derek se alegrará de volver a verte.

—¿Tú crees?

—¡Claro!

—Jo, Emily —intervino Zane—. Louis y yo pensamos que iba a ser una sorpresa increíble.

—¡Y lo ha sido!

—Pero pensaba que Derek también estaría en casa.

—Salió justo después de ti, a por hielo.

Louis y Zane la pusieron al día mientras Jake y Pitt se acomodaron en el sofá. Los pequeños trataron de interactuar con su nuevo tío, pero él no parecía tener muchas ganas de jugar con ellos. Se le notaba abrumado.

Jack y Danielle tenían apenas dos años cuando se marchó, y ahora, a pesar de que a priori no lo habían reconocido, no dudaban en acercársele para hacerle preguntas. Jack no dejaba de hacer el tonto para llamar su atención, por mucho que Emily le dijese una y otra vez que se sentara a la mesa, y Danielle simplemente estaba a su lado, sonriéndole con toda la dulzura que la caracterizaba, como cuando tenía un juguete nuevo y se pasaba horas y horas contemplándolo. Ella y Zane estaban terminando de poner toda la comida sobre la mesa. Louis y Pitt habían colocado los cubiertos y habían preparado las cubiteras para cuando Derek regresara y pudieran echar los hielos y sacar el champán. Se estaba retrasando más de la cuenta, pero estaba tan alterada por el regreso de Jake que, en realidad, no sabía si estaba preocupada por él o por el reencuentro que se celebraría cuando apareciese.

Pocos minutos antes de que eso sucediese, Jake se había levantado para ir un momento al baño. Ella comprobaba que el pavo estuviese en su punto a través del cristal del horno. Zane se encontraba frente a la nevera con los niños, eligiendo el sabor del zumo que iban a tomar. Louis y Pitt charlaban tranquilamente en la mesa.

Y la puerta se abrió.

—¡Por fin! —dijo Emily incorporándose con los brazos en jarras.

—Siento el retraso —dijo entonces una voz femenina.

Lo siguiente que se escuchó fue un grito de Zane, que con seguridad había llegado a oídos de los vecinos más próximos.

- - - - - - -

Arabia sabía que iba a ser una gran sorpresa, en especial para Zane, que llevaba meses pidiéndole que volviera de visita. Había estado concretándolo todo con Derek a escondidas de los demás, y había sido él quien había ido a recogerla al aeropuerto. Las Navidades anteriores las pasó en California, pero después de aquello se prometió a sí misma que nunca más pasaría unas Navidades sin los Becker, le pesase a quien le pesase. Así que allí estaba, unos días antes de que empezase diciembre, delante de la nueva y gran casa de Derek y Emily, aguardando a ser recibida con su pequeña en brazos. El grito de Zane la pilló desprevenida, pero inmediatamente después dejó a la niña en el suelo y fue corriendo hacia su mejor amiga, que también corría. Se abrazaron tan fuerte que Arabia sintió que se ahogarían la una a la otra si no se separaban en breve.

—¡Has venido! —exclamó Zane—. ¡No me lo puedo creer!

—¡Ari! —Emily fue la siguiente que se acercó para recibirla con un cálido abrazo—. Pero mira qué grande está Jazzy —añadió mientras señalaba a su hija, que corría de un lado para otro.

Arabia se dirigió también a Pitt para saludarlo y, cuando por fin se encontró con Louis, este la miraba rascándose la frente y medio sonriendo.

—Esto va a ser muy raro —le dijo.

Justo cuando iba a preguntarle por lo acababa de decir, la puerta del baño se abrió y la persona que salió de allí lo hizo con suma cautela.

Arabia lo miró, incrédula y paralizada.

—¿Jake?

Fue Derek el responsable de aquella pregunta retórica. De repente, todos empezaron a cruzar miradas de lo más desconcertantes. Arabia y Derek observaban a Emily y a Zane, mientras que estas dos se miraban entre ellas.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Derek.

—Yo también me alegro de verte —respondió Jake hablando por primera vez.

Arabia seguía sin saber qué hacer ni qué decir, pero al parecer no era la única. Hasta los niños se habían percatado de la incómoda situación.

—Bueno, Derek —intervino Louis—. Tú has traído a Ari, nosotros hemos traído a Jake.

—Era una sorpresa —añadió Zane, casi en un susurro.

—¡Ari era la sorpresa de esta noche!

Arabia se dio cuenta entonces de lo que tenía que hacer, o de lo contrario sería una velada de lo más extraña teniendo en cuenta la forma en que se miraban los dos hermanos Becker. Se acercó decididamente a Jake, a pesar de que el corazón le latía a mil por hora.

—¡Jake! Me alegro de volver a verte. —Acto seguido le tendió la mano a modo de saludo—. ¿Cómo te ha ido todo este tiempo?

—Zane me dio tu teléfono. Pensaba llamarte.

—No te preocupes. Ahora estoy aquí.

Después se giró hacia el resto de los presentes, que tenían cara de preocupación, y les dedicó la mejor de sus sonrisas. Había pasado mucho tiempo desde que Jake desapareciera de las vidas de todos ellos, especialmente de la de ella. Había pasado tanto que ya ninguno de ellos debía preocuparse por lo que eso había supuesto. Todos tenían una vida nueva, y eran felices. El hecho de que él hubiera regresado no cambiaba nada.

—¿Soy la única que tiene hambre?

Zane se rio y volvió a abrazarla. Entonces todo volvió a la normalidad.

Momentos antes de que se sentaran a la mesa, Jake apareció a su lado.

—¿Podemos hablar un segundo?

—Claro. Dime —le respondió, sin apenas mirarlo, haciendo como que simplemente observaba que Jazzlyn no hiciese ninguna trastada.

—A solas.

Jake le hizo un gesto con la cabeza para señalar la puerta.

—Ah, entiendo. Pero no.

—¿No?

—No, Jake. No voy a hablar a solas contigo ahora mismo.

—¿Por qué no?

—Pues porque es Acción de Gracias, porque hace cuatro meses que no vengo, porque tengo muchas cosas de las que hablar con la gente a la que quiero... Por eso.

Momentos después, mientras cenaban, Arabia se dio cuenta de la tensión que se respiraba entre Derek y Jake. Más bien, la que había visto irradiar a Derek, porque a Jake apenas le había vuelto a mirar a la cara. Se lo debía a sí misma, así que iba a contenerse todo lo posible.

Estaban sentados de forma que Derek presidía uno de los lados de la mesa y Louis, el otro. La parte lateral opuesta a la de ella la ocupaban Jack, Danielle, Jake y Pitt; mientras que a su izquierda tenía a Zane y a Emily. La silla de Jazzlyn estaba situada entre ella y Louis.

- - - - - - -

Cuando se sentaron a la mesa, Jake no pudo evitar sentirse desplazado. Zane y Arabia no dejaban de hablar, y Emily y Derek las acompañaban a la vez que controlaban que los niños cenasen. Miró a Pitt, al que creía igual de descolocado que él, pero pronto Louis y él comenzaron una conversación sobre béisbol en la que él no tenía nada que aportar. Era un completo extraño ahora. Derek ni siquiera se había alegrado de verlo. Indiferencia fue lo único que recibió por su parte.

—Mañana comeremos en casa de mi padre —escuchó decir a Emily.

Frederic Wathson. Claro.

En algún momento tendría que enfrentarse a Frederic, aunque no preveía que ese encuentro sucediese a corto plazo. Dejó de prestar atención a todo lo demás al pensar en ello. No tenía ni idea de cómo reaccionaría cuando se encontrasen el uno frente al otro.

—Bueno, ¿y qué vas a hacer? ¿Dónde te vas a quedar?

Estaba tan evadido pensando en la reacción de Frederic que no se dio cuenta de que la pregunta era para él.

—Jake, te estoy hablando.

Al levantar la cabeza vio a Derek mirándolo y esperando una respuesta.

—Perdona, ¿qué?

—Te pregunto que qué vas a hacer, que dónde te vas a quedar. ¿Tu visita sorpresa es temporal o...?

—Voy a quedarme en casa.

—¿Qué casa?

—Nuestra casa.

Derek dejó a un lado los cubiertos, se limpió la boca con la servilleta y se tomó su tiempo antes de contestar.

—Me temo que eso no va a ser posible.

Jake notó cómo el resto de los presentes se ponían alerta.

—¿No?

—La casa está sin suministros de ningún tipo —continuó su hermano.

—Me encargaré de restablecerlos. Mientras tanto me quedaré con Louis.

—Así que piensas volver a habitar nuestra antigua casa, sin más.

—¿Qué problema hay?

—Pues que es una casa que nos pertenece a todos.

Jake no entendía a dónde quería ir a parar, así que puso cara de interrogación.

—Quiero decir que vas a beneficiarte de ella mientras todos los demás nos ganamos la vida para poder mantener nuestros hogares.

—Ya le he dicho a Louis que puede instalarse conmigo, si quiere.

—¿Por qué no habláis sobre esto mañana, chicos? —sugirió Emily.

—Perdona, Emily, pero es que no entiendo cuál es el problema —replicó Jake—. ¿Acaso alguien o algo os obligó a mudaros a esta casa y a abandonar la otra? No, ¿verdad? Pues lo último que yo me esperaba al volver era descubrir que mi casa estaba cerrada y que no tenía ningún sitio donde quedarme.

—¿Acaso alguien te obligó a ti a marcharte y a desentenderte de todo?

—¿Estás de coña?

No podía creer que realmente lo juzgasen por haberse marchado después de todo lo que pasó. Después de todo por lo que él pasó. Sabía que Derek iba a replicar, pero por el rabillo del ojo observó cómo Emily le sujetaba el brazo para pararlo. El resto de las conversaciones se restablecieron y él continuó comiendo ajeno a todas ellas, consciente de que muchas miradas se dirigían a él de soslayo.

No terminaba de entender a Derek.

Antes de marcharse había hecho por él todo cuanto él y Emily deseaban, que no era otra cosa que no interponerse a la hora de decidir la custodia de Jack. Todos sabían que Emma le había insistido para que fuera el tutor del crío, e incluso lo último que le había pedido era que cuidase de él. Pero Emily y Derek lo habían convencido de que lo mejor era que se quedase con ellos. Después de todo, tras el accidente, lo último en lo que Jake pensaba era en criar a un niño. Y por eso no puso ninguna objeción cuando se presentaron ante el juez para pedir la custodia, ya que Frederic, como tutor por ascendencia, no estaba tampoco en condiciones de quedarse con un niño de dos años después de perder a una de sus hijas, madre del mismo.

Por lo que había observado, no les había ido nada mal. Se habían mudado a Valley Street, a una casa que todavía no había visto entera, pero cuya planta baja era, seguramente, más grande que las tres plantas de la suya en el barrio Prinss, sin contar con el jardín. Y Danielle y Jack parecían bastante sanos y felices. Según había observado, y no sin fastidio, daban por hecho que Emily y Derek eran sus padres. Se dio cuenta de que apenas había comido cuando Zane empezó a retirar los platos con ayuda de Pitt para dar paso al postre.

—¡Vamos a brindar! —exclamó Zane cuando volvió con su estupendo pudin de fresa—. ¡Por la familia! ¡Y por el reencuentro!

Todos alzaron las copas e instintivamente la mirada de Arabia se cruzó con la suya. La palabra «reencuentro» no había sido la más adecuada para el brindis.

—¡Yo también quiero brindar! —dijo Jack subiéndose encima de la silla.

—Está bien —continuó Emily—. Ponles más zumo, Derek. Brindaremos todos.

—¿Y Jazzy? —preguntó entonces Danielle.

—No, ella es pequeña.

Jack fue bastante tajante. Estaba claro que era el líder de la manada de mocosos, pensó Jake. Todavía no podía creerse que Arabia hubiera tenido una hija.

Pasadas las diez ya habían cenado, terminado el postre y brindado unas cuantas veces. Danielle estaba dando cabezadas en el sofá intentando resistir al sueño y Jack continuaba jugando con la hija de Arabia, a pesar de que esta también luchaba por no caer rendida. No tardó en ponerse a llorar para reclamar la atención de su madre, que decidió que era hora de irse a casa.

—Podéis quedaros a dormir aquí —le dijo Emily.

—Gracias, pero con la de cosas que tengo que hacer mañana es mejor que amanezca en mi propia casa. Voy a pedir un taxi.

—Puedo acercarte yo.

Jake apareció en la conversación sin previo aviso. Él mismo se sorprendió.

—No, gracias. Ahora que tenéis a la familia reunida no quiero separaros antes de tiempo.

—¿La camioneta de ahí fuera es tuya? —le preguntó Derek.

Él se limitó a asentir con la cabeza. Después de haberse ofrecido pensó que habría sido un tanto incómodo que Arabia aceptara, pues lo cierto era que no tenía ni idea de cómo comunicarse con ella. Se cerraba completamente a todas las tentativas.

—¿Cuándo llegará Kevin? —preguntó entonces Zane.

—Si no pasa nada, en un par de semanas.

La pequeña de pelo rizado empezó a lloriquear de nuevo. Arabia puso los ojos en blancos y sonrió al resto de los presentes.

—¿Puedo usar el teléfono un segundo para llamar al taxi?

—Eso no será necesario. —Derek se levantó y fue a por su abrigo. Después cogió las llaves del coche—. Vamos, te llevo.

—No, Derek...

—No voy a dejar que te vayas sola en un taxi el día de Acción de Gracias. Yo te he traído hasta aquí, yo te llevo a casa.

Minutos después, los dos se habían marchado.

—Tú eres parte de nuestra familia —dijo Derek una vez en marcha—. Lo sabes, ¿verdad?

Arabia le sonrió, agradecida.

—Para mí, tener a la familia reunida implica que tú también estés con nosotros. Ha sido genial que al final pudieses venir a pasar las navidades.

—Sí, y siempre que pueda así será. Lo prometo. En Los Ángeles es todo muy diferente y me siento bastante sola. Nunca encontraré allí a una amiga como Zane... A decir verdad, no creo ni siquiera que se puedan considerar amigas a las otras chicas que conozco.

—¿Ah, no? ¿Y eso por qué?

—Bueno, digamos que son... No sabría explicarte, pero vamos, algo así como amigas de conveniencia. Sus novios o maridos son amigos de Kevin, así que, ya sabes, cuando se organiza alguna fiesta siempre nos encontramos, e incluso a veces quedamos para ir a merendar con los niños y cosas así, pero tengo la sensación de que no disfrutan demasiado con mi compañía.

—¿Y tú con la suya?

—Es un sentimiento mutuo.

Los dos rieron.

—Siento lo de Jake —continuó Derek—. Te juro que no tenía ni idea de que estaría aquí.

—No tienes que disculparte.

Esta vez los dos se quedaron en silencio.

—¿Pensabas que volvería algún día?

—Lo pensaba al principio, los primeros meses. —Arabia miró a su hija, que dormía cómodamente entre sus brazos—. Cuando ella nació dejó de importarme. Y ya sabes, después conocí a Kevin.

—Sí, todavía recuerdo cuando nos lo presentaste y, sobre todo, recuerdo la cara de mi hermana cuando poco después dijiste que te mudabas a California con él.

—Yo también lo recuerdo.

Y era cierto. La cara de Zane había sido tan expresiva que era imposible olvidarse de aquello. Ya desde que le dijo que había conocido a un chico que estaba de paso en la ciudad no le hizo demasiada gracia. Kevin era un cerebrito que no había tenido demasiada suerte con las chicas en ninguna de las etapas de su vida. Pero cuando le dijo que se iba a mudar con él a otro condado... Eso le afectó muchísimo, y a ella también. Habían estado muy unidas desde los dieciséis años, incluso habían vivido juntas. Además, Zane la había apoyado al cien por cien con el embarazo una vez que se enteró de que estaba encinta. Y el cambio fue bastante drástico, teniendo en cuenta que desde entonces solo se veían, como pronto, cada dos meses.

—Pero bueno, al menos ya estaba saliendo con Pitt —añadió Derek.

—Creo que si no hubiese sabido que con él estaba realmente bien nunca me habría marchado.

—¿En serio?

—Sí.

—Eso dice mucho de ti.

Arabia volvió a sonreírle, agradecida de nuevo.

Era muy fácil hablar con alguien como Derek, la persona más justa en cuanto a sentimientos que había conocido nunca. A veces incluso se pasaba de justo, como cuando decidió casarse con Ashley por el bien de Danielle. Pero de no ser por aquello, puede que ni siquiera la tuviese ahora con él, y a saber qué habría sido de aquella preciosa niña.

- - - - - - -

Después de que Derek y Arabia se marcharan, Zane se dio cuenta de que Jake estaba sentado en el sofá con la mirada perdida. El primer encuentro con Emily no había sido ni de lejos como ella lo había imaginado, pero claro, no se había parado a pensar en lo que supondría para ambos volverse a ver, porque ella en ningún momento había pensado en el accidente de Emma, sino en la amistad y cercanía que los unía antes de ello.

Y en cuanto al encuentro con Derek y con Arabia... La verdad era que estaba un poco decepcionada con su hermano mayor por cómo había atacado a Jake cuando apenas acababa de regresar, pero se sentía orgullosa de su mejor amiga por haber sabido mantener tan bien la compostura, a sabiendas de que al día siguiente iría a hablar con ella sobre lo ocurrido.

Se acercó y se sentó a su lado, luego le colocó una mano sobre la pierna.

—¿Estás bien? —le preguntó.

Jake respiró profundamente, como si acabase de salir de un largo letargo.

—Sí, supongo.

—Debe de haber sido un día muy extraño para ti.

—Creo que lo ha sido para todos, ¿no crees?

—Ya, pero... Lo digo por Jazzy.

—¿Qué pasa con ella?

Zane se incorporó un poco para girarse y ponerse de cara a su hermano. Se preguntó si realmente podía ser posible que a Jake no se le hubiese pasado por la cabeza en algún momento que fuese suya.

—¿Qué? —volvió a decir—. ¿Quieres que me alegre de que Ari haya rehecho su vida?

Vaya. Tampoco esperaba que Jake estuviese tan molesto con eso. No después de haberse marchado por voluntad propia.

—Antes de que sigas dándole vueltas al coco sobre todo lo que ha ocurrido hoy, tengo que decirte una cosa.

—¿Algo más aparte de que ha sido una mala idea presentarme por sorpresa?

—Lo siento. Yo tampoco sabía que Ari vendría esta noche.

Estaba claro que, a pesar de que para ella había sido algo increíble que hubiesen compartido la cena de Acción de Gracias todos juntos, el resto todavía trataba de asimilar los acontecimientos. Pitt, el único que estaba al margen de todo, se encontraba ahora ayudando a Emily en la cocina. Louis jugaba con los niños.

—¿Y bien? —preguntó Jake—. ¿Qué es lo que tienes que decirme?

De pronto, se le ocurrió una forma muy sutil de encaminarle la noticia.

—¿Te has fijado en los ojos de la hija de Ari?

—No, ¿por qué?

Zane se decepcionó un tanto. Los enormes ojos de aquella niña de piel canela eran impresionantes, todo el mundo lo decía.

—Pues, para tu información, tiene los ojos del mismo color que yo.

Se dio cuenta de que Jake la miraba concentrándose en sus ojos, pero sin decir ni una sola palabra, como si fuese una estatua. Decidió darle la siguiente y última información:

—Es tu hija.

Verdad y perdón a destiempo

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