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Martes

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24 DE DICIEMBRE 1991

E

ran las seis y media de la tarde. Kevin había llegado hacía un par de horas con un enorme ramo de flores para ella. Se habían prometido que no se harían ningún tipo de regalo, pero, a pesar de eso, él se había presentado con aquellas flores. Arabia siempre pensó que todo eso de los ramos no le haría ilusión, pero lo cierto era que cada vez que Kevin aparecía con un ramo sorpresa, se le enternecía el corazón. Sobre todo cuando le hacía llegar a casa una rosa con un mensajero, o incluso con una caja de bombones. Porque lo hacía así, sin ton ni son, sin ser una fecha señalada. Así era Kevin.

Ahora mismo estaba en el sofá del salón jugando con Jazzlyn mientras ella terminaba de prepararse para la cena en su pequeño cuarto de baño. Se había puesto un vestido granate ligeramente ceñido, de los últimos que había comprado, con el cuello desbocado y el largo hasta las rodillas. Se lo había puesto porque sabía que en poco tiempo ya no podría usarlo, y ni siquiera lo había estrenado.

El pelo lo tenía alisado del día anterior, pero se lo recogió en un moño bajo para sentirse más elegante. También se pintó los labios de un color rojo oscuro, que quedaba muy bien con su tono de piel y con el vestido.

—Qué belleza —comentó Kevin nada más verla.

Ella sonrió ante el halago, aunque él sabía perfectamente que a ella no le gustaba que fuese tan zalamero, porque de verdad lo era.

Kevin iba vestido con un elegantísimo traje gris, camisa blanca y zapatos negros. La montura de sus gafas también era negra, como siempre. Aunque no fuese el hombre más guapo del mundo, había que reconocer que cuando llevaba traje parecía realmente la persona importante que era, y casi siempre llevaba traje.

—Así que voy a conocer al que se largó —comentó Kevin, una vez dentro del Mercedes que había alquilado para moverse por la ciudad.

Parecía tan tranquilo que a Arabia incluso le molestaba. Ya le había hablado sobre la repentina aparición del último miembro de los Becker que le faltaba por conocer, añadiendo además que se verían cara a cara en Nochebuena. Lo que no mencionó fue la fugaz conversación que mantuvieron en la puerta de su apartamento, ni siquiera que él hubiese tratado de hablar con ella.

—Solo espero que sea lo menos incómodo posible —dijo ella.

—¿Le dejarás acercarse a la hija a la que abandonó?

—Ya lo hemos hablado. Él no sabía que yo estaba embarazada.

Unos minutos más tarde, poco antes de llegar al restaurante de Louis, Kevin volvió a sacar el tema.

—¿Te preocupa que haya vuelto?

—¿Qué quieres decir?

—Tal vez mantienes esa expresión de inquietud porque realmente crees que tienes algún tipo de compromiso con él por el vínculo biológico que le une a tu hija. —Arabia frunció el ceño—. De ser ese el caso, supongo que yo también debería de estar preocupado.

—Oh, por favor, tú no tienes que preocuparte de nada...

Intuyó que Kevin estaba bromeando, pero aun así se lo hizo saber. De lo que hubo entre Jake y ella ya no quedaba nada.

Antes de bajar del coche, una vez llegaron a su destino, Kevin volvió a hacer gala de lo mucho que la adoraba.

—¿Te he dicho ya lo preciosa que estás?

Louis fue el encargado de recibirlos desde su puesto de camarero. El hecho de que hubiesen decidido celebrar la cena de Nochebuena en su restaurante era precisamente porque no había podido conseguir el día libre, así que, aunque no pudiese sentarse con ellos a disfrutar del menú, sí podía estar deambulando por la mesa. Zane y Pitt ya estaban allí, y poco después de que ellos se acomodaran acercando una silla de bebés para Jazzlyn, Derek y Emily aparecieron también con los niños. Empezaron a situarse todos en una de las mesas redondas del salón interior que habían preparado especialmente para ellos. Diez sillas en total. Unos cuantos minutos más tarde, Jake apareció, saludó discretamente y se situó en la única silla que había quedado libre, entre Pitt y Emily. Sin poder evitarlo, Arabia se fijó en su atuendo cuando Zane exclamó:

—¡Nunca en mi vida te había visto tan bien vestido!

A lo que él contestó:

—Recuerda que llevas tiempo sin verme.

Llevaba un pantalón vaquero oscuro, una camisa blanca y una americana de color azul marino sobre esta. Se sonrieron el uno al otro mientras él tomaba asiento. Sin duda, Zane se alegraba muchísimo de que hubiese vuelto.

—¡Mamá! ¿Nos podemos sentar al lado del tío Jake?

Jack se había puesto de pie sobre su silla y señalaba a Jake desde donde estaba, justo al otro lado de Emily.

—Vuelve a sentarte, Jack —le ordenó Derek.

—¿Podemos, mami? —añadió Danielle.

Arabia vio cómo Emily miraba a Derek para que cediera.

—Jack, no te lo vuelvo a repetir —insistió Derek.

Pese a todo, Emily se levantó y dejó que Jack y Danielle se sentasen un asiento más allá, justo a la izquierda de Jake.

—Portaos bien —les dijo Emily una vez se hubieron acomodado de nuevo.

Arabia observó anonadada como los dos niños miraban con curiosidad al recién aparecido Jake, y cómo esperaban que él les dedicase un poco de atención.

Kevin carraspeó a su lado, dándole a entender que no se habían hecho las debidas presentaciones. Todos lo miraron cuando se levantó y se dirigió al recién llegado. Una vez a su lado, le tendió la mano y esperó a que él le correspondiera.

—Me temo que no nos conocemos. Soy Kevin Smith.

Jake tardó unos segundos en responderle, pero cuando lo hizo se levantó de la silla y finalmente estrechó su mano.

—Jake Becker.

—Encantado.

—Lo mismo digo.

Arabia se dio cuenta de que la altura de Jake debía haber intimidado un tanto a Kevin, pero lo disimuló muy bien levantando discretamente la barbilla para mirarlo a la cara.

—Pues ya estamos todos —dijo a continuación mientras regresaba a su asiento—. ¿Empezamos con un brindis?

Arabia y Zane se pusieron al día de muchísimas cosas. Sabía, por sus conversaciones telefónicas, la recién adquirida afición de su mejor amiga por la fotografía, así que esta le estuvo enseñando algunas capturas que había podido revelar hasta la fecha. La gran mayoría eran fotos de Danielle, la única de sus dos sobrinos que se mantenía quieta cuando ella se lo pedía. Eran unas fotos muy bonitas, pero claro, la niña era bonita ya de por sí.

El ruido de una copa chocando contra el suelo les hizo levantar rápidamente la cabeza hacia donde estaban los niños.

—¡Jack! —exclamó Emily.

La escena que contemplaban situaba a Jake apartado de la mesa examinando su pantalón mojado, a Jack observándolo con los ojos muy abiertos y a Danielle mirando a sus padres con los labios apretados, evitando reírse.

—No pasa nada —dijo Jake—. Solo es agua.

Acto seguido se levantó y se marchó en dirección al cuarto de baño. Entonces Jack se giró hacia su padre con cara de ser consciente de que había hecho una trastada.

—Me temo que alguien va a tener que quedarse ayudándome después de la cena. —Louis apareció tras ellos con la escoba y el recogedor y se dirigió a su sobrino, muy serio—. ¿Quién de los dos ha sido?

—Se me ha resbaldado de las manos, tío Louis.

Todos los presentes tuvieron que aguantarse la risa al ver a Jack excusándose con cara de apuro.

—Así que se te ha resbaldado, ¿eh? Voy a preguntar entonces si fregarás los platos o te encargarás de ayudarme a...

—¡No, no! Por favor...

Ante la súplica del pequeño, Louis finalmente puso cara de fingido enfado y le revolvió el pelo. Después se dispuso a recoger los trozos de cristal y más tarde regresó con una fregona.

—Mamá, pipí.

Era la primera vez que Jazzlyn le pedía pipí. Sin poder creérselo, se levantó arrastrando la silla hacia atrás, la cogió y se la llevó hacia los servicios. Una vez allí, le subió el vestido, le quitó el pañal y la sentó en la taza, sujetándola bien para que no se colara dentro.

—Muy bien, cariño —le dijo una vez hubo terminado.

Jazzlyn sonrió, divertida, y ella se sintió muy orgullosa de que por primera vez le hubiese comunicado que quería hacer pis. Sabía que aún era muy pequeña como para que lo hiciese, así que se convenció de que había sido algo esporádico para no hacerse ilusiones antes de tiempo.

Al salir del baño coincidió con que un hombre accedía a su vez al baño de enfrente, y pudo ver a Jake debajo del secamanos esperando a que se le secase el pantalón. Justo cuando él se giró al advertir a su espectadora, Arabia regresó a la mesa riendo para sus adentros.

—Me da que tu hermano tardará un buen rato más en unirse a nosotros —le comentó a Zane por lo bajo.

—¿Cuándo Jake vuelva le vas a pedir perdón, Jack? —le preguntó Emily al pequeño.

—¡Sí! —respondió él con convicción.

Y, efectivamente, así lo hizo. Nada más regresar, Jack ofreció la mejor de sus disculpas, y luego continuaron como si nada hubiera pasado. Por supuesto, Jake seguía llevando una mancha oscura en el pantalón, entre la cadera y la rodilla izquierda, pero nadie hizo ningún comentario debido a su cara de mal humor. Arabia se preguntó entonces por esa cara de pocos amigos que había llevado toda la noche. Dudaba mucho que se debiese solo al incidente con la copa de agua. Sin ser consciente de ello, se quedó observándolo. Aparte de haberse presentado muy bien vestido, se percató de que tenía el pelo más corto que ella jamás le hubiera conocido, suponiendo que se lo habría rapado tiempo atrás.

Estuvo embobada mirándolo, apoyada con los codos sobre la mesa y las manos sobre las mejillas, hasta que Kevin captó su atención:

—¿Qué vas a querer de postre?

—¿Qué hay? —preguntó, preocupada, esperando que no se le hubiese notado mucho su ensimismamiento.

—Lo acaba de decir Louis.

—Vaya, lo siento, no te he escuchado.

Ni siquiera lo había visto acercarse a la mesa.

—Yo tampoco —la secundó Zane—. Repítelo, que estaba hablando con Pitt.

—Está bien... —dijo Louis—. Hay tarta de arándanos, piña, flan, pudín de manzana...

Arabia escogió la piña. De todo lo que había, algo de fruta era lo único que le apetecía en ese momento.

—Esta Navidad va a ser para recordar —comentó Zane, justo cuando empezaban a ponerse las chaquetas para salir del restaurante—. Todavía no me puedo creer que estemos todos juntos de nuevo.

—Estás contenta de tener a Jake de vuelta, ¿eh?

—¡Y a ti! No me lo puedo creer. Le dije a Monique que no sabía si podría soportar otras navidades sin ti y mira, ¡aquí estás! No sabes lo mucho que te agradezco que hayas venido y que te quedes hasta Fin de Año. Aún me tienes que contar más cosas sobre todo lo que pasa en Los Ángeles.

—Cuando quieras sabes que puedes venir. Estás más que invitada.

—Ya sabes que me presentaré allí en cuanto pueda.

—¿Qué tal si quedamos el viernes? Kevin se marcha el jueves por la tarde.

Arabia sabía que su amiga había pasado dos semanas difíciles con Pitt, aunque por lo visto ya lo habían solucionado, porque en la cena habían estado estupendamente. Era por eso que no se habían reunido demasiado y ella había pasado la mayor parte del tiempo yendo de un parque a otro con Emily y los niños. Pero quería pasar los pocos días que le quedaban en Utah con ella, como en los viejos tiempos.

—Había quedado con Monique —contestó Zane para su sorpresa—. Pero si te parece bien podemos quedar las tres y así te la presento. Tengo muchísimas ganas de que os conozcáis.

Arabia tardó apenas unos segundos en responder:

—Sí, claro, me parece genial.

Por un momento se sintió desplazada por el hecho de que su mejor amiga tuviese algo que hacer que no fuese con ella, pero se dio cuenta de que no había nada que pudiera reprocharle. Al fin y al cabo, era ella la que se había ido lejos, y también la que había tenido un bebé, y eso marcaba una notable diferencia. Además, ya iba siendo hora de conocer a Monique. Zane le había hablado mucho de ella.

En cuanto llegaron a los coches empezaron las despedidas. Arabia les dio un beso a cada uno de los niños y un abrazo a todos los demás. Iban a verse durante la próxima semana, pero hacía tanto que no los veía que un abrazo nunca estaba de más. Jake era el único que no había salido del restaurante. Había dicho que se quedaba a esperar a que Louis terminase para regresar juntos a casa.

Ya de vuelta, Kevin volvió a empezar la conversación:

—¿Se lo has contado a Zane?

Arabia dedujo a qué se refería e instintivamente se puso la mano en el abdomen.

—No, todavía no —repuso—. Es demasiado pronto.

—Ya lo sé, pero pensé que igual a ella...

—No voy a decírselo a nadie hasta que cumpla por lo menos los tres meses, Kevin.

—Está bien

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