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Domingo

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15 DE DICIEMBRE 1991

E

l teléfono inalámbrico de Louis lo despertó a las nueve y media de la mañana.

Nadie hubiera dicho lo acostumbrado que Jake estaba a despertarse temprano cuando lo hizo aquella mañana, pero es que la incomodidad de la casa de Louis hacía que descansase muy poco, y Robert siempre lo despertaba a las tantas de la madrugada cuando aparecía dando algún portazo o abriendo la nevera para comer alguna cosa. Cogió el aparato con la intención de colgar, pero entonces vio que en la pantalla ponía Derek Casa.

—¿Diga?

—¿Jake?

Reconoció enseguida la voz de su hermana.

—Sí, soy yo, ¿qué ocurre?

—Hoy es domingo.

—¿Y...?

—Y me preguntaba si habías hablado con Pitt.

Mierda. Pitt.

—¿Has hablado tú con él?

—No...

—Perdona, Zane, ayer estuve en Prinss empezando a organizar la casa y la verdad es que se me pasó por completo. Voy a llamarlo ahora, ¿de acuerdo?

—Es que no sé ni siquiera si tiene pensado venir a casa. Viene todos los domingos, pero...

—Le pediré que vaya y así podremos hablar después de comer.

—¿Y si no quiere venir?

—Te prometo que irá, y Louis también. Iremos los tres.

—Vale.

—Nos vemos luego, Zane.

Nada más colgar empezó a mirar a su alrededor en busca de sus pantalones. En el interior había dejado la nota con el número, estaba seguro, pero no los veía por ninguna parte. Buscó incluso debajo del relleno del sofá de mimbre donde dormía. Entonces miró también en su bolsa, por si estaban allí, pero era imposible porque se los había quitado la noche anterior y recordaba haberlos dejado fuera para usarlos hoy.

No era que no tuviese otros pantalones, pero la búsqueda empezaba a convertirse en algo personal, por no hablar de que necesitaba el número de Pitt si no quería decepcionar a Zane. Tal vez podría llamarla y preguntárselo de nuevo.

Justo cuando se disponía a volver a coger el teléfono, Robert salió hacia el cuarto de baño.

—¡Eh! —le espetó Jake. Él no pareció darse por aludido—. ¡Eh! ¿Esos son mis pantalones?

Robert giró sobre sí mismo para situarse de cara a Jake. Después bajó la cabeza para mirarse la prenda por la cual se le acusaba. No llevaba nada en la parte de arriba. Sin decir nada, ni siquiera gesticular, volvió a darse la vuelta.

—Que te estoy hablando.

Jake llegó hasta él antes de que pudiese entrar en el baño.

—Tranquilo, tío... —dijo Robert arrastrando la voz—. ¿Qué pasa?

—¿Te importaría devolverme los pantalones? —le dijo—. Y, ya de paso, me gustaría saber por qué coño los llevas puestos si no son tuyos.

—¿Por qué gritas?

Louis apareció tras ellos, saliendo también del cuarto de Robert. Se frotaba los ojos en un intento fallido por mantenerlos abiertos.

—¿Qué haces ahí? —Jake se fijó en que Louis iba en ropa interior—. ¿Has dormido ahí?

Su hermano se dio la vuelta como tratando de comprender la pregunta.

—¿Sí? —respondió—. Yo que sé... ¿Por qué gritas tanto?

—No estoy gritando, Louis.

—Necesito dormir un poco más... —continuó dirigiéndose hacia su propia habitación.

—¿Te importaría, al menos, decirle a este tío que me devuelva los pantalones?

—Ya lo has oído, Rob... Devuélveselos…

Cuando Louis desapareció tras su puerta, el susodicho se desabrochó los pantalones, los dejó caer hasta el suelo y luego entró por fin en el baño. Jake se quedó perplejo al comprobar que iba completamente desnudo.

Recogió los pantalones del suelo como si estuviesen contaminados y se limitó a buscar en los bolsillos. Encontró por fin la nota que su hermana le había dado y después dejó el vaquero apartado a un lado del salón para lavarlo con la siguiente colada.

—Hola..., ¿Pitt? —preguntó Jake cuando una voz adormilada le respondió al otro lado.

—¿Quién es?

—Soy Jake, el hermano de Zane.

La conversación enmudeció durante unos segundos.

—Siento molestarte tan temprano —prosiguió Jake—. Era solo para preguntarte si vendrás hoy a comer a casa de mi hermano, ya sabes. Zane está un poco preocupada.

—¿Está enfadada?

—Preocupada, he dicho preocupada.

—Entonces, ¿no está enfadada?

A Jake le sorprendió la pregunta.

—No, que yo sepa. Pero tú y yo tenemos que hablar.

—Entiendo.

—¿Qué tal si me das tu palabra de que vienes a comer y después salimos un rato al jardín?

—¿Estás seguro de que a ella no le importa que vaya?

—Joder, ¿por qué iba a importarle?

—No sé. Es que no hemos hablado desde el miércoles.

—Ya, ¿y la has llamado o has ido a verla desde entonces?

—No.

—Nos vemos a las doce. Ya hablaremos del resto.

—De acuerdo.

A las doce menos diez estaba ya en la camioneta con Louis de copiloto y de camino a Valley Street. Había tenido que entrar a su habitación y despertarlo a la fuerza para que se levantara y se vistiera. Le había dicho a Zane que Louis también iría y estaba dispuesto a cumplir con todas sus promesas.

De reojo, se dio cuenta de que Louis sacaba su paquete de cigarrillos.

—No pensarás fumar en mi camioneta, ¿verdad?

—¿No puedo?

—Por supuesto que no.

—¿Por qué no?

—Tu casa es tu casa, y mi camioneta es mi camioneta. Tus normas, mis normas.

—Pues vaya una mierda.

—¡Eh!

—Y no vuelvas a despertarme para ir a comer a casa de Derek. Si me despierto bien, y si no, también.

Jake acababa de comprender por qué algunos domingos aparecía y otros no. La decisión era tomada según lo que tardara en despertarse en su día libre. Por lo que había podido comprobar, trabajaba bastante; mañana, tarde y noche, en turnos variados, y solo tenía libres los miércoles por la tarde y los domingos. Entre semana no salía, aunque a veces Sammy se quedaba a dormir y trasnochaban, pero en cuanto terminaba la jornada de los sábados, ya no se le volvía a ver el pelo hasta el día siguiente.

—Por cierto, ¿se puede saber qué hacías en la habitación de Robert esta mañana?

Louis se rascó la cabeza y se puso a jugar con el mechero.

—Y yo qué sé. Estaría fumado cuando llegué a casa.

—¿Fumado?

—Sí.

Louis lo miró sin ningún tipo de temor. Jake alternó la vista entre la carretera y él.

—¿Fumado de qué?

—Pues de maría, hierba, ¿de qué si no?

Jake iba a expresar lo indignado que estaba cuando Louis lo interrumpió:

—Ahórratelo, ¿vale? Que me fume unos canutos los sábados por la noche no significa que sea un yonqui. Eso quedó atrás.

—Ya. —Jake continuó conduciendo sin volver a mirarlo, bastante molesto—. Quedó atrás.

Le parecía increíble que todavía consumiese sustancias ilegales, aunque solo fuera los fines de semana. Recordaba perfectamente lo mal que lo habían pasado todos cuando encontraron a Louis en un apartamento de mala muerte colocado hasta las cejas y con un mono que lo mantuvo encerrado durante meses. La otra vez también había empezado con unos canutos, así que le parecía normal estar enfadado.

—Si alguna vez vuelves a recaer...

—Pero ¡¿qué dices?!

—¡Escúchame! —esta vez fue Jake el que lo interrumpió—: Si alguna vez vuelves a recaer no seré yo el que vaya a buscarte.

—Nadie te lo pidió en su día...

—¡¿Cómo puedes decir eso?!

—Oye, ¿qué coño te pasa esta mañana? ¡Yo-no-me drogo! No son anfetas, ni coca, ni nada de esa mierda. Es maría, ¿vale? La fumo para relajarme después de pasar la semana trabajando entre ocho y diez horas diarias. No vuelvas a despertarme para estas mierdas porque si no ya puedes ir buscándote otro sitio donde pasar la noche.

—No te preocupes, volveré a Prinss en cuanto pueda.

—No te estoy echando, pero tienes que respetarme. Ya no soy un crío al que puedas decirle qué hacer o qué no.

—¿Y tampoco puedo preocuparme por ti?

—No, si no es necesario.

Se quedaron en silencio hasta llegar a casa de Derek.

Nada más hacerlo, Jake llamó a la puerta y pasó al interior después de que Danielle lo recibiera. Louis se quedó fuera, fumándose el cigarro que él le había negado. Eran más de las doce.

—Siento el retraso —anunció en cuanto se quitó el abrigo.

A la primera persona que vio fue a Arabia. Se sorprendió porque no esperaba encontrarse con ella, pero luego se sintió tonto al no pensar en esa posibilidad. Estaría en la ciudad durante todo el mes, era de esperar que acudiese a la reunión familiar de los domingos. Se saludaron con un simple gesto de cabeza y luego, azorado, se dispuso a saludar al resto.

Derek fue al que encontró justo después.

—¿Dónde está Zane? —le preguntó.

—En su cuarto, con Pitt.

—Ah, bien.

Jake respiró, aliviado. Eso significaba que al menos ya estaban hablando.

—¿Cómo va la casa? —preguntó entonces Derek.

Él se sorprendió gratamente por la pregunta. No esperaba que su hermano se interesase lo más mínimo.

—Bien. Ayer empecé a limpiar un poco y a estudiar a fondo todo lo que tengo que hacer para poder instalarme. Gracias por las llaves.

—No hay de qué.

Emily apareció de pronto tras ellos y rodeó a Derek con los brazos.

—Lo que Derek quiere decir es que, ya que alguien va a volver a habitarla, nos alegramos de que seas tú.

Jake le sonrió, agradecido. Estaba claro que su hermano jamás admitiría eso, pero Emily tenía razón: era imposible que los demás no se alegrasen de que fuese a convertirla de nuevo en un lugar habitable.

—¿Nos vas a contar algún día qué es lo que has estado haciendo todo este tiempo? —continuó Emily, aunque él sabía que hablaba por los dos porque la curiosidad era de ambos.

—Un día de estos, sí. A propósito —les dijo cambiando de tema—, Louis está fuera. No tardará en entrar.

Después de comer, Jake se sentía confuso. Por una parte, estaba contento por su hermana, porque parecía que Pitt y ella volvían a la normalidad, aunque eso no lo eximía de tener que apartarse a hablar con él de un momento a otro; por otro lado, estar en la misma estancia que Arabia y no poder hablar con ella era desconcertante. Observaba a la pequeña y era incapaz de decirle nada por miedo a que Arabia le dijese que no se acercara, pero la miraba de reojo cada vez que tenía oportunidad. Aparte de lo particular de sus ojos, tenía el pelo corto y bastante rizado. Jake se atrevió a preguntarle por sus días en la ciudad, a lo que Arabia respondió correcta y educadamente con un simple: «Muy bien, gracias».

Por otro lado, Jack seguía siendo el niño que más se le acercaba, haciendo gala de su hiperactividad. Era bastante gracioso, pero también agotaba a cualquiera. Zane era la única que lo subía a su regazo y le contaba alguna cosa para que se calmara cuando Derek empezaba a perder la paciencia con él. Jake se dio cuenta de que sus ojos azules tenían siempre un brillo travieso, y sonrió al saber que esa mirada se había transmitido a la siguiente generación. Era la mirada de Emma.

Sobre las tres y media de la tarde, Zane subió al piso de arriba con los niños con la intención de que durmieran, momento que Jake aprovechó para indicarle a Pitt con un gesto de cabeza que salieran afuera. Él accedió, y poco después empezaron a caminar rodeando el jardín, que circundaba la casa. Era la primera vez que Jake examinaba algo más que no fuera el salón, la cocina, la habitación de Zane y el baño, es decir, la planta baja.

—Esta casa es enorme —dijo sin pensar, una vez aparecieron en la parte de atrás y la piscina se mostró ante ellos.

—Sé qué es lo que vas a decirme —le dijo Pitt, de pronto.

Jake buscó con la mirada un sitio donde pudieran estar cómodos. Había un merendero en la otra parte de la piscina, así que se dirigieron hacia allí y se sentaron uno enfrente del otro.

—Vale. ¿Qué es lo que voy a decirte? —quiso saber, intrigado por la afirmación de Pitt instantes atrás.

—Vas a preguntarme acerca de mi sexualidad.

—¿Cómo?

—No soy gay.

—Joder, Pitt, ni se me había pasado por la cabeza. —El chico bajó la cabeza, avergonzado—. Solo quería hablar contigo para saber si de alguna manera podía ayudarte, o ayudaros, no sé. Zane está muy empeñada en que hable contigo.

Pitt empezó a frotarse las manos. Parecía que le sobraba el abrigo, aunque estuvieran en pleno invierno.

—Si no quieres hablar del tema, no tenemos por qué hablar. Pero, en serio, ni siquiera sabía que eras virgen...

—No lo soy.

—¿Qué?

—Que no soy virgen.

Jake dejó escapar una minúscula pero sonora carcajada.

—Ya me extrañaba a mí...

—No es lo que piensas. Mi segunda y última experiencia fue en el Dix, y no fue por voluntad propia, como podrás deducir.

—¿Y qué? ¿El problema está en que le has mentido a mi hermana diciéndole que eras virgen? ¿Por eso no quieres acostarte con ella? Dios, qué mal suena lo que acabo de decir. Olvídalo. O mejor, olvidemos los dos que estamos hablando de mi hermana.

Pitt se quedó mirándolo fijamente, pero sin decir nada.

—¡Suéltalo de una vez! Vamos —le incitó Jake.

—Fue justo antes de dejar el trabajo. Estuve más de un año sin tener ningún incidente y haciendo creer a todos que el trabajo no me permitía participar. Pero un día a McGregor se le metió en la cabeza que yo necesitaba un respiro. Así que me obligó a dejar lo que estaba haciendo y me encerró en una habitación. Diez minutos después volvió con dos chicas y con sus amigos, y se quedaron allí, mirando.

Jake sabía que McGregor era un capullo integral, pero no podía saber a dónde iría a parar el relato de Pitt.

—Me obligaron a beber directamente de una botella que me trajeron. Yo ni siquiera sabía qué era, porque nunca bebo, así que cuando me negué a que aquellas chicas me desnudaran, McGregor me dijo que si no me comportaba como es debido, la próxima semana jugaría con mi hermana.

—Creí que tu hermana no había vuelto a pisar el Dix desde...

—Mi hermana es idiota.

Jake dejó que el silencio se rompiese cuando Pitt decidiese continuar con la historia.

—Estaba tan cagado de miedo que puedes imaginar lo que me pasó...

Ambos se revolvieron incómodos en el asiento. Visto que ahora Pitt ya no tenía intenciones de continuar, esta vez tuvo que ser Jake el que le tirase un poco más de la lengua para terminar de aclararlo.

—Entonces, quieres decir que no pudiste hacerlo, ¿no? O sea, que con esas chicas no...

—No, pero eso no quitó que me tuviesen toda la noche desnudo, riéndose de mí, mientras los amigos de McGregor ocupaban mi puesto. Después se llevaron mis cosas y me dejaron allí.

—Pero a ver, antes has dicho que no eras virgen, y ahora me dices que no hiciste nada con esas chicas...

—Perdí la virginidad en mi primer trabajo como camarero. Tenía quince años y fue con una compañera mayor que yo. Desde entonces, nada. Ningún contacto con ninguna otra mujer hasta el suceso del Dix.

—Vale, ya me has contado todo eso. Ahora explícame cuál es el problema con Zane, si no te sientes atraído por ella o...

—No me siento atraído sexualmente por ninguna mujer desde aquella noche. Siempre que pienso en algo relacionado con el sexo me entra pánico. Recuerdo a McGregor y a todos los demás señalándome y riéndose, y entonces no hay forma. —Pitt quiso añadir algo más, pero se cortó él mismo. Poco después lo soltó, al fin—: No quiero que tu hermana se dé cuenta de que soy impotente.

Jake tomó aire y empezó a soltarlo lentamente. Después colocó las manos sobre la mesa y empezó a pensar en cómo solucionar aquello.

—¿Crees de verdad que eres impotente?

—Sí.

—¿Y te has parado a pensar que solo sea un trauma?

—No lo sé.

—Me estás diciendo que cada vez que se da la situación de llegar a algo más...

—Me entra ansiedad y me alejo de Zane, porque no siento nada... donde debería sentir algo... y me asusta decepcionarla.

—¿Ansiedad?

—Sí, y es muy desagradable. Me da la sensación de que el aire no me llega bien a los pulmones, empiezo a sudar y me aparece un dolor en el pecho, y también pienso cosas horribles.

—¿Eso es la ansiedad?

—Bueno, en pocas palabras, sí. Pero los efectos pueden durar días, semanas o incluso meses. Eso depende. Incluso hay tratamientos.

Jake se dio cuenta de que ya había sentido algo parecido, aunque no por un tema como ese; lo que no sabía era que estaba diagnosticado.

—¿Por qué piensa entonces mi hermana que eres virgen?

—Porque yo se lo dije, con la excusa de ir más despacio y todo eso. Ella es tan buena... y era tan inocente al principio... Y yo a veces me confundo pensando que estamos bien así, y que ella también lo cree, hasta que me doy cuenta de que intenta hacer lo que imagino que sus amigas le cuentan, especialmente Monique, y que yo no puedo corresponderle. Y entonces me vuelve la ansiedad al pensar que ella no querrá estar conmigo, y me vengo abajo. Incluso llego a pensar que creo que es mejor que conozca a otra persona y que se olvide de mí.

—Por eso llevas varios días sin llamarla.

—Sí.

—No puedo creer que no hayas hablado de todo esto con Zane... ¿Acaso no la conoces? Ella es buena de los pies a la cabeza. Nunca te juzgaría por ese problema. Lo entendería y te seguiría dando todo el tiempo que necesitases.

—Pero es que a lo mejor no es cuestión de tiempo. A lo mejor es que no funciono y ya está.

—Estoy completamente seguro de que funcionas... Venga, volvamos dentro. Hoy te vas a quedar a dormir aquí. En la habitación de Zane.

—Pero...

—Yo me encargo de Derek y tú te encargas de contarle todo esto a Zane.

Verdad y perdón a destiempo

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