Читать книгу Cómo cambiamos (y diez razones por las que no lo hacemos) - Ross Ellenthorn - Страница 12

ENTRE LA ESPERANZA Y LA MUERTE: EL CAMPO DE FUERZA ESPECIALMENTE TENSO DEL CAMBIO PERSONAL

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¿Recuerdas cuando eras niño y alguien te preguntó qué querías de regalo de cumpleaños? Tal vez lo pensaste un poco antes de que se te ocurriera una respuesta. Digamos que querías una bicicleta nueva. Después de hacer tu petición, ¿de pronto te sentiste como si debieras tener una bicicleta, como si al haber expresado este deseo de repente se volvió tan urgente, que tu vida estaba incompleta y que la bicicleta era esencial para tu felicidad? Mientras esperabas el regalo, ¿acaso crecieron estos dos sentimientos de tener una bicicleta: el dolor de su ausencia, su promesa de satisfacción? Si fue así, ése es un tipo de tensión que sucede cuando tienes la esperanza de algo. Cuando tienes esperanza, le asignas un valor positivo a satisfacer la esperanza y un valor negativo a no alcanzarla.

Al igual que los regalos de cumpleaños, hay todo tipo de metas en la vida que incluyen la tensión entre sentir esperanza y que no implican el acto de trabajar para lograr el cambio personal. Querer ganar esta noche en la mesa de blackjack o que tu vecino deje de tocar Metallica en la batería a la una de la mañana, son aspiraciones que no necesariamente implican cambio de tu parte. Pero, en definitiva, el cambio personal es un proceso que detona la experiencia generadora de esperanza, por querer y necesitar algo que sientes que es importante y el dolor de saber que no lo tienes. La naturaleza de la meta misma es lo que hace que la tensión inherente del cambio personal sea distinta y con frecuencia más intensa que otras metas.

Atender lo importante, señalar lo que falta

Cuando tienes la esperanza de un cambio personal, esperas una transformación en ti, no en un objeto en particular, como una bicicleta. Y eso significa que lo que ahora sientes que es importante, que también falta, es algo sobre ti (algo que quizá minimizaste o lo ignoraste antes de decidir hacer el cambio). Eso crea un tipo de tensión difícil y complicada, que requiere darte cuenta de dos cosas: algo que encuentras insatisfactorio acerca de ti mismo se ha vuelto importante, y existe el riesgo de la decepción por fracasar en modificar un aspecto de tu vida que identificaste como valioso.

Por ejemplo, hacer dieta: cuando planeas una, piensas tanto en adelgazar como en el sobrepeso que tienes en ese momento. Y si fracasas con la dieta, es muy probable que te vuelvas más consciente de tu peso que si nunca hubieras hecho la dieta.

No puedes cambiar sin darte cuenta de que estás insatisfecho en algún área de tu vida. Digamos que quieres aprender a dibujar, así que tomas clases de dibujo. Al otorgarle valor a esta meta, también dejas claro que te faltan habilidades que valoras. Si fracasas en esta clase, estarás donde te encontrabas antes de inscribirte en lo que respecta a tus habilidades. Pero notarás más tu carencia de habilidades que cuando comenzaste el curso, porque les diste valor al perseguirlas.

¿Entonces cómo los humanos (programados para completar cualquier cosa que se sienta inconclusa) satisfacemos la tensión de la esperanza del cambio personal? En otras palabras, ¿cómo lidiamos con el estira y afloja del sentimiento desagradable de que carecemos de algo y, por lo tanto, necesitamos cambiar, mientras lidiamos con la posible decepción de no cambiar, la cual nos enfrenta aún más con la carencia que nosotros mismos establecimos?

La segunda forma, y la más fácil, de terminar con la tensión es darnos por vencidos y permanecer igual. Claro, te sentirás pésimo durante un par de días. Pero al final, al no tener el objetivo de dibujar mejor no valorarás positivamente este atributo, y por lo tanto disminuirá la sensación de que algo te falta. Ésta es una razón por la que la mayoría de nosotros elige permanecer igual en vez de cambiar. Cada vez que avanzas hacia algo que quieres y necesitas, los riesgos son mucho más altos que si eres autocomplaciente.

Por eso el cambio personal es un asunto muy serio. No importa qué tan pequeño o frívolo parezca el cambio que tienes ante ti, siempre está implicado en la experiencia de ver alguna carencia, y considerar que no está asegurado que lo obtendrás. Ésa es una discrepancia profunda, que amenaza con revelar algo aún más profundo: una discrepancia tan irreconciliable que nuestros cerebros (que están hechos para completar todos los círculos) se sobrecargan y colapsan cuando la enfrentan.

He estado esperando a hablarte acerca de esta discrepancia. Es difícil. Respira hondo porque aquí viene:

Estás vivo ahora, un día no lo estarás, y ese día puede ser hoy.

Esta discrepancia no tiene solución. Es una tensión con la cual tienes que vivir (bueno, hasta que no vivas).

Ahora que te he dado estas terribles noticias, ¿qué quieres hacer con ellas? “¡Tomar esa clase de cocina que siempre he querido tomar!” “¡Perder esos cinco kilos!” “Seguir el consejo de canciones como ‘Live Like You Were Dying’ (Vive como si estuvieras muriendo)”. ¡Bien por ti! Pero también debo advertirte algo: cuando haces este tipo de cambios, ese gran Kahuna (gran cultivador de todas las discrepancias) te va a fastidiar mucho más que si permaneces igual.

El cambio personal siempre tiene que ver con cómo existimos dentro de la sombra del gigante, un reloj de arena de nuestra mortalidad completamente impredecible. Siempre se trata de eso.

Al dirigirte hacia el cambio, quizá no te dices a ti mismo: “Estoy aprendiendo a tejer porque algún día estaré seis pies bajo tierra”. Pero sentirás una especie de presión que no sientes cuando permaneces igual. Sentirás que necesitas, no sólo quieres, aprender a tejer. Con esta esperanza vendrá un sentido de responsabilidad contigo mismo, y la preocupación de fracasar en obtener aquello de lo que careces, antes de que sea demasiado tarde. Detrás de esta experiencia de responsabilidad habrá un reconocimiento silencioso de que no tienes todo el tiempo del mundo.

Tu mente entrará en frenesí para ahogar este reconocimiento, para protegerse a sí misma de volverse loca con un problema que no puede resolver. Aunque es muy buena para barrer el polvo debajo del tapete de la negación (con frecuencia haciendo que tu terror más grande, y el único hecho irrefutable en tu vida, además de los impuestos, parezca abstracto, oscuro y teórico) tu mente puede encontrar la amenaza siempre presente de la muerte si sabe dónde buscar. La innegable presión de hacer que las cosas sucedan ahora; la fuerza urgente, pero invisible, de la impaciencia y la postergación; el temor al aburrimiento y el vacío (todas son preocupaciones que sólo tienen aquellos que saben que son mortales).10, 11, 12, 13

Y mientras las experimentas a diario, tu mente hace un muy buen trabajo para desconectarlas de su raíz: tu muerte inminente. “Otra vez hay remordimiento. Hay impaciencia, arrepentimiento y aburrimiento en mi experiencia vital”, como si no tuvieran una fuente compartida. Pero sí la tienen. Estas emociones no sólo se relacionan con tu muerte, sino también con cómo eso define tu existencia, y lo que quieres hacer antes de que termine. En otras palabras, demuestran las preocupaciones existenciales: cuando enfrentas tu responsabilidad única de hacer algo con tu preciada vida.

Cuando esperas un cambio personal (por ejemplo, una nueva habilidad, una mejor relación con tu familia, una meta de trabajo importante, una existencia más profunda), y por lo tanto también te das cuenta de que esta característica te falta en este momento, y lo conjuntas con el tiempo contado de tu existencia, y el hecho de que ese límite podría llegar en cualquier momento, provoca que las metas del cambio personal sean distintas de otras cosas que esperas en la vida. Quizá te des cuenta de que no tienes una bicicleta y esperes tener una, pero no sientes que algo de ti hará falta si no la obtienes. De igual manera, quizá tienes ganas de una hamburguesa con tocino, pero no sentirás que te estás perdiendo una oportunidad importante para mejorar tu vida infinita si se te quema en la estufa (a menos que el propósito de la hamburguesa fuera cambiar tu vida de alguna manera).

Esta diferencia provoca que tu proceso hacia las metas transite por tres leyes específicas del cambio personal, contenidas dentro del campo de fuerza de Lewin. Debes proceder dentro de las reglas de estas leyes para impulsarte hacia delante y generar un cambio duradero de verdad.

Estas tres leyes, una acerca de tu ansiedad por la responsabilidad y la soledad, las otras dos acerca de tu capacidad de tener esperanza y fe, son fundacionales. Están integradas por completo en las fuerzas motivadoras y restrictivas que surgen cada vez que deseas cambiar. Influyen en lo que te motiva y lo que te restringe, y suelen llevarte a permanecer igual.

Cómo cambiamos (y diez razones por las que no lo hacemos)

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