Читать книгу Cómo cambiamos (y diez razones por las que no lo hacemos) - Ross Ellenthorn - Страница 7

DE LAS PERSONAS A LA MÁQUINA:
LA PÉRDIDA DE LA CONTEMPLACIÓN

Оглавление

Hace más de cuarenta años, el gran psicoanalista y crítico social Erich Fromm escribió acerca de la amenaza creciente de una sociedad que prefiere “tener” a “ser”.20 En el mundo de “tener”, no sólo estás orientado a obtener más cosas, sino que tu hacer (cómo te comportas, miras, razonas) es un signo de tu utilidad como cosa, como un dispositivo por medio del cual tú y otros pueden alcanzar metas. De hecho, a Fromm y a otros pensadores de las décadas de 1950, 1960 y 1970 les preocupaba algo que hoy en día parecería pintoresco: “el conformismo”. Estos pensadores temían un mundo futuro en el que todos intentarían actuar y verse como los demás. También les preocupaban muchas otras cosas que veían surgir en el siglo xx: una amplia tendencia a encajar en la sociedad o en un ideal provocaban que la gente descuidara su propia y única humanidad, y la volvía cada vez más ciega o desdeñosa de la humanidad única de cada individuo. El término para dicho fenómeno, cuando la gente se desconecta de sí misma y de los demás, es alienación, que Fromm definió como “un modo de experiencia en el que la persona se experimenta a sí misma como un extraño”.21

Las preocupaciones acerca del conformismo y la alienación formaron parte de un periodo de treinta años como parte del Zeitgeist, que se decodificó en la generación beat, el movimiento feminista, los movimientos antibélicos y de derechos civiles, e incluso en la serie de televisión El vecindario de Mr. Rogers y la base filosófica central de Martin Luther King. Se expresó en películas sobre solitarios y rebeldes, desde Doce hombres en pugna y El graduado, hasta Atrapado sin salida.

Pero los tiempos están cambiando. Un Banana Republic en cada esquina, las Kardashian en todas las pantallas, la serie Vestido de novia, liposucción, criolipólisis, bótox (todo esto ahora tan accesible como el champú); la presión para etiquetarte a ti mismo como si fueras un producto no sólo aceptado, sino celebrado; todos los libros, videos y canales de YouTube que dan instrucciones sobre cómo moldearte a ti mismo bajo cierto ideal; y, lo más evidente, una campaña presidencial triunfante, basada en gran medida en deshumanizar descaradamente a otras personas. ¿Estás de acuerdo conmigo en que eran acertadas las advertencias de los pasados humanistas sobre que la gente se “cosifica”?

El mundo del “tener” parece haberle ganado la batalla cultural al mundo del “ser”, tanto que ahora vivimos en una especie de amnesia colectiva, en la que ya no reconocemos que hay una opción más humana, más conectada que comprar y vender cosas (o comprarnos y vendernos a nosotros mismos como cosas). En este clima, nos obsesionamos con nuestro empaque o apariencia y descuidamos los contenidos de nuestro ser.

¿Y esto qué tiene que ver con el cambio personal? En el mundo del tener tendemos a abordar el cambio personal como si fuera un artículo en un estante de Home Depot, y nos juzgamos por nuestra uniformidad y utilidad. ¿Eres una podadora de pasto hermosa y bien aceitada?, ¿o estás oxidado y corroído por dentro y fuera? En este mundo consumista, el cambio personal significa que arreglas aquello que posees e intercambias: ¡un cuerpo nuevo!, ¡una nueva habilidad!, ¡una nueva actitud!, ¡un nuevo tú!

Cómo cambiamos recuerda un momento en el cual una audiencia muy amplia y general leía libros como el de Fromm. Era una época en la que pensadores profundos como Rollo May,22 Martin Buber,23 Paul Tillich24 e Ivan Illich25 se unieron a Fromm para escribir libros para el público acerca de alcanzar su potencial por medio de actos de valor, no siguiendo instrucciones paso a paso. Era un tiempo en el que se leía en todo el mundo el libro El significado de la ansiedad de May,26 que describía la ansiedad como una parte importante de la experiencia humana (y no como lo hacemos hoy en día: como una enfermedad que se pueda curar con el poder de una píldora).

Estos autores celebraban lo que significa ser humano. Resistían los enfoques que veían a los humanos meramente como cosas que debían ser reparadas. Al dirigirse a sus lectores, su meta era ayudar a la humanidad a contemplar su situación, con la esperanza de que tomara decisiones que le brindaran más profundidad y significado. Eso está muy lejos que decir qué pasos seguir para funcionar mejor y encajar.

Ahora voy a plantear una suposición con fundamento: probablemente estás leyendo este libro porque quieres algún cambio en tu vida, que puede ser de hábitos (como comer más saludable o practicar meditación). Puede ser para mejorar alguna habilidad o aprender algo nuevo (como mejorar o aprender un oficio). Podría ser para alcanzar metas que tienen que ver con el crecimiento (como encontrar una pareja o darle un giro a tu carrera profesional). O quizás el cambio que buscas puede ser sobre cosas más profundas (como construir una vida significativa y con propósito).

En cualquiera de estos casos, quizá no estás interesado en las filosofías de los intelectuales de la posguerra. Eso está muy bien. Te prometo que estás en el lugar correcto: escribí este libro para ayudarte a llevar a cabo dichos cambios. Pero el hecho sigue siendo que una transformación no sucede si tratas lo que quieres cambiar como una cosa, separada de ti, alejada de tu humanidad.

Este libro habría sido mucho más fácil de escribir si no hubiera tenido que sumergirme en el asunto de la humanidad. Habría sido un tomo de consejos bonito y conciso, si no estuviera tan concentrado en ti como ser humano, y en ayudarte a realizar el acto muy humano de contemplar. Tengo que admitirlo, por momentos estuve tentado a permanecer en la superficie y sólo decirte “cómo”. ¿No sería el paraíso? Un mundo en el que el cambio es una uva que puedo pelar para ti. Pero la vida no es un paraíso. La vida es hermosa, sublime y profunda, y también es una lucha contra la fealdad, la frivolidad y la superficialidad. La vida es una oferta integral y el cambio también.

Cómo cambiamos (y diez razones por las que no lo hacemos)

Подняться наверх