Читать книгу Cómo cambiamos (y diez razones por las que no lo hacemos) - Ross Ellenthorn - Страница 9

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sección i
La tensión inevitable
entre el cambio
y el temor a la esperanza

Capítulo 1
Cómo llegué aquí

A quien se siente predestinado a la contemplación y no a la fe, todos los creyentes le resultan demasiado abrumadores e inoportunos; se protege de ellos.

—Friedrich Nietzsche

Mi apreciación del maravilloso poder de la invariabilidad proviene de treinta años de experiencia clínica, primero como trabajador social ayudando a la gente que había sido tratada a lo largo de extensos periodos, después como fundador y director general de un programa que colabora con estas personas. Aunque siempre he llevado una práctica de psicoterapia privada en la que trabajo con personas autosuficientes que no necesitan nada más que una visita semanal, es el primer grupo, los que lidian con problemas psicológicos severos, quienes realmente me enseñaron el atractivo oculto y la sensatez de permanecer igual.

No es fácil ser un paciente psiquiátrico. Nuestra sociedad tiende a estigmatizar la enfermedad mental; no coloca en escuelas, lugares de trabajo y vecindarios a personas que experimentan síntomas psiquiátricos complicados; y adopta un enfoque de excesiva medicación a los comportamientos y sentimientos que no encajan dentro de alguna norma idealizada. Rechazados por el mundo, con oportunidades limitadas y recibiendo el mensaje tácito de los supuestos expertos en salud mental de que están estropeados sin remedio, mis pacientes están en los límites de lo tolerable en lo que se refiere a experiencias de decepción personal y exclusión social. Y al estar en la orilla de estos límites, tienen lecciones importantes que enseñarnos. Aunque la mayoría hemos tenido la suerte de no tener que aprender estas enseñanzas con tanta intensidad, aun así están llenas de sabiduría universal.

Muchas de las personas con las que trabajo encuentran formas milagrosas de hacer cambios que les posibiliten avanzar en la vida, a pesar de las experiencias abrumadoras y desmoralizantes. Regresan a la escuela, al trabajo y a sus carreras; vuelven a hacer ejercicio; hacen amigos; inician relaciones románticas. Pero muchos otros le dan la espalda al cambio y ven la invariabilidad como su santuario o aliado más confiable. Ya sea que estén impulsados hacia el cambio o hacia permanecer igual, todos tienen algo que enseñarnos acerca de las dinámicas complejas y paradójicas del cambio personal.

Comencé a formular ideas acerca de la dinámica del cambio cuando era un joven trabajador social en Waltham, Massachusetts, y dirigía un grupo de terapia en un programa de tratamiento de un día para las personas con un largo historial en el sistema de salud mental. Era un grupo abierto, así que siempre llegaban nuevos participantes y se iban los más antiguos. Con el tiempo comencé a preguntarme sobre un problema específico: ¿Por qué los participantes consistentemente se resisten a cambios en su vida que parecían obviamente positivos?

Les formulé a los pacientes esta pregunta una y otra vez a lo largo de los años. Sin importar quién asistía a mi grupo, sus respuestas eran notablemente similares.

Una noche me senté y categoricé sus respuestas. Conforme revisaba la lista, llegué a ver que cada razón por la cual una persona resistía el cambio tenía su propia lógica interna, su propia sensatez.

1 Permanecer igual te protege de ser consciente de tu soledad y de ser el responsable único de tu propia vida.

2 Permanecer igual te protege del compromiso sobre “lo que sigue”.

3 Permanecer igual te protege de lo desconocido.

4 Permanecer igual te protege de tus propias expectativas.

5 Permanecer igual te protege de las expectativas de los demás.

6 Permanecer igual te protege de ver dónde estás.

7 Permanecer igual te protege del insulto de los pasos pequeños.

8 Permanecer igual erige un monumento a tu dolor.

9 Permanecer igual te protege de cambiar tu relación con los demás.

10 Permanecer igual te protege de cambiar tu relación contigo mismo

Permanecer igual cobra sentido como una solución para ciertas experiencias que, de hecho, no podrían ser vividas al cambiar. Esto es así incluso en situaciones en las que el cambio aparenta ser una opción muy obvia. Al documento que resultó de ello lo titulé “Diez razones para no cambiar” y lo compartí con el grupo.

Las diez razones funcionaban como una herramienta poderosa al contemplar en qué lugares se sentían estancados. Al liberarnos de la dicotomía de “el cambio es bueno/lo mismo es malo”, pudimos poner la invariabilidad sobre la mesa, pensarla, acercarnos a ella con curiosidad y dejar que resonara en nuestra mente. Y cuando lo hicimos sucedió algo extraordinario: al imaginar la invariabilidad como un curso de acción sensato en potencia, a mis pacientes se les facilitaba más hacer cambios en sus vidas. Al parecer, cuando pensaban en no cambiar y por qué deseaban permanecer igual, liberaban las restricciones para la motivación, y lo lograban de forma más efectiva que con todos los consejos o instrucciones para cambiar. Como Houdini en una camisa de fuerza, que se relajaba para poder escapar, mientras su cuerpo se comprimía con la presión de los cinturones, las cadenas y las telas, moverte en la dirección contraria a donde quieres ir con frecuencia te libera para llegar ahí.

Comencé a ver que la llave del cambio nos esperaba dentro de esa paradoja.

Después, llevé las diez razones a mi práctica de psicoterapia privada, con los pacientes que me veían una vez por semana y tuvieron resultados similares: las personas se liberaron al ver su resistencia al cambio como algo vinculado a la atractiva sensatez de la invariabilidad. También le di la bienvenida a mi vida a las diez razones y descubrí que fueron cruciales para realizar cambios que hace mucho quería llevar a cabo, pero nunca antes pude ejecutar.

Darme cuenta de la paradoja del cambio no es algo nuevo. De hecho, es una reflexión de un valor central en el trabajo social. El dicho de “Comienza con el paciente” es un concepto esencial en mi área y sugiere que los profesionales comprendan la experiencia de una persona de una forma no crítica, en vez de presionarlos para que cambien. Las diez razones también reflejan valores en otras áreas terapéuticas, desde intervenciones paradójicas1 (un término elegante que implica psicología inversa), en terapia familiar (donde los terapeutas les dicen a sus pacientes que continúen los comportamientos que desean resolver para ayudarlos a ver su conducta, con frecuencia destructiva, con “consideración positiva incondicional”),2 en los tratamientos de orientación budista, de “fluir con la resistencia”,3 en un enfoque usado en el área de las adicciones llamada “entrevista motivacional (en la cual los pros y los contras del uso de una sustancia se sopesan durante una conversación sin juicio con un terapeuta, en lugar de usar una confrontación intensa sobre un cerebro supuestamente secuestrado y, por lo tanto, irracional)”.4

Yo no inventé la idea de acercarse a una persona “en donde está”, ser inquisitivo con respecto a los motivos por los cuales quisiera permanecer igual o pensar en la invariabilidad como un posible modo de acción. Pero sí veo que las diez razones les dan forma a estos enfoques más importantes, al romper la resistencia al cambio en diez unidades más pequeñas. Así, el cambio y la invariabilidad se convierten en objetos que puedes sostener, manejar y moldear mentalmente.

POR QUÉ LAS DIEZ RAZONES SON SENSATAS

Por más de dos décadas, utilicé las diez razones como mi herramienta principal, una técnica efectiva que usaría una y otra vez, y que me dio a mí y a mis pacientes un marco comprensible sobre las experiencias de estar estancado. Esta herramienta tenía algo tranquilizador y asimilable: la precisión de un decimal. Pero con el tiempo, sentí cada vez más que las razones también eran demasiado fáciles para capturar el proceso profundo y complejo de asegurar el cambio. Lo que comenzó como un intento para darle forma a las consecuencias de la angustia por una enorme decepción, ahora era algo que podías contar con los dedos de las manos.

No es que las diez razones hubieran existido en un vacío teórico; siempre supe que estaban vinculadas a ciertas experiencias importantes relacionadas con nuestra capacidad de tener esperanza y con el poder de la decepción para lastimarnos de formas que provocan que temamos la esperanza (de hecho, la idea de que podríamos temer la esperanza, y de que este temor hace que deseemos permanecer igual, era algo de lo que yo podía hablar con libertad con la gente cuando discutía sobre las diez razones). Pero seguía siendo una idea teórica e interesante.

Todo eso cambió hace poco.

Investigación sobre el temor a la esperanza

En otoño de 2018 fui invitado a dar una conferencia sobre las diez razones para una clase de la Universidad Rutgers en Newark llamada Psicología de las Emociones, cuyo profesor era Kent Harber, un psicólogo social que analiza los recursos psicológicos. Kent se entusiasmó cuando mencioné mis ideas sobre el temor a la esperanza y sugirió que mi concepto teórico podía ser estudiado y medido científicamente. Así comenzó una investigación colaborativa que confirma las lecciones que aprendí de mis pacientes con respecto a su relación problemática con la esperanza.5 Nuestro grupo de investigación ha demostrado que el temor a la esperanza se puede medir de manera confiable usando una escala única que nos permite determinar si la gente teme la esperanza y a qué grado, y este conocimiento nos está brindando una nueva comprensión sobre la relación entre el temor a la esperanza y una gran variedad de emociones y formas de pensamiento. Todo lo que hemos descubierto brinda una explicación muy sólida sobre por qué la invariabilidad puede parecer (e incluso ser) una opción razonable.

Nuestra investigación comenzó a colorear los espacios delineados por las diez razones para no cambiar, y arrojó luz sobre los motivos detrás de las razones. ¿Por qué nos resistimos a los cambios que de manera tan obvia mejorarán nuestra existencia? Porque algo en nuestras vidas nos ha hecho temer la esperanza. Ese “algo” no tiene que ser una decepción enorme (de hecho, puede ser algo que ni siquiera podemos identificar), pero nos susurra que es peligroso ir de la esperanza a la acción.

Hablaré sobre esto con mucho más detalle después, pero la esperanza implica que esperas algo. Por lo tanto, la esperanza siempre está envuelta en una especie de tensión. La esperanza es la madre del anhelo y la añoranza, se trata de desear algo que te falta.

Esto provoca que la esperanza sea riesgosa, ya que actuar con base en tu esperanza e “ir tras ello” hace que surja la posibilidad real de no tener éxito y no obtener lo que sientes que falta en tu vida. Y la tensión entre donde te encuentras ahora (sin tener algo que falta en tu vida) y donde quieres estar (teniendo eso en tu vida) nunca es tan peligrosa como cuando tienes esperanza por un cambio personal.

Así que ésa es la breve historia sobre cómo las diez razones para no cambiar se formaron en mi mente y luego se convirtieron en una herramienta para ayudar a las personas a contemplar los cambios que quieren realizar. Por supuesto, hay muchos elementos que faltan en esta historia y sobre los cuales no sabes nada todavía, pero aprenderás acerca de ellos más tarde. Por ahora, sólo digamos que se trata de una historia típica sobre cómo alguien se dio cuenta de algo en su entorno que no estaba explicado, tomó lo que observó e intentó explicarlo, se formó una idea al respecto, después jugó con esa idea y la convirtió en algo significativo y comprensible. Todos lo hacemos siempre que aparece información novedosa ante nosotros, en nuestros mundos que parecen trillados y establecidos: hacemos que la información encaje y nuestras mentes con frecuencia buscan obsesivamente contenerla dentro de un todo comprensible.

Como leerás en el siguiente capítulo, nuestras mentes están construidas con un impulso hacia la totalidad. Conocer este impulso es crucial para comprender el cambio personal.

Cómo cambiamos (y diez razones por las que no lo hacemos)

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