Читать книгу Cómo cambiamos (y diez razones por las que no lo hacemos) - Ross Ellenthorn - Страница 6

LAS FORTALEZAS DE LA OBSERVACIÓN,
LA DEBILIDAD DEL CONSEJO

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Hay una estadística que quizá te sorprenda.14 Se trata del comportamiento que comúnmente consideramos el más difícil de cambiar: la adicción. Resulta que muchas personas en Estados Unidos que dejan de beber de forma habitual, lo hacen sin tratamiento alguno. Así es: la mayoría de la gente deja por sí misma este hábito tan adictivo. Además, permanece sobria más tiempo que quien lo hizo bajo tratamiento. Se miran a sí mismos de forma seria y dura y deciden que dejar beber es mejor para ellos. Es probable que su sobriedad dure más que la de quienes la alcanzan bajo tratamiento porque la persona sobria que se impulsó a sí misma se aferra con firmeza a su propia brújula interna durante su recuperación, en vez de seguir el consejo de alguien más. En otras palabras, es un trabajo interno.

Eres ese foco en el consultorio del terapeuta: para cambiar debes querer cambiar, y sólo puedes quererlo al considerar las razones por las cuales te resistes a hacerlo.

Este libro justamente te ayuda a eso.

Te ofrezco diez razones para no cambiar que te ayudarán a observar tu situación, sin importar la transformación que desees realizar. Al analizar y especificar los motivos por los cuales nos resistimos al cambio, estas razones te muestran por qué has elegido quedarte en una situación particular. Tu resistencia al cambio ya no se sentirá como una fuerza gigante y misteriosa que no puedes controlar, sino que podrás verla en una galería para revisar qué retrato corresponde a tu experiencia. Si puedes equiparar el retrato con la razón (o las razones) para no cambiar con las que estás luchado, tu camino hacia el cambio será mucho más efectivo.

Cómo te ayudan las diez razones para no cambiar

“Si te conoces a ti mismo, pero no conoces al enemigo, por cada victoria ganada también sufrirás una derrota”, escribió Sun Tzu en El arte de la guerra.15 El adagio de Sun Tzu se aplica a la lucha por cambiar. Saber lo que quieres (un estilo de vida más saludable, relaciones más felices, trabajo más interesante) es sólo la mitad de la batalla. El complemento crucial es conocer las barreras que eriges (el enemigo), las cuales boicotean estos cambios y te mantienen estancado. Nos oponemos a la invariabilidad (al mismo estilo de vida sedentario, las relaciones sociales insatisfactorias o el mismo trabajo que no nos llena), pero en realidad hay algunas razones no tan obvias para nuestro estancamiento. Si quieres cambiar, es sumamente útil explorar estas razones e identificarte, comprender e incluso aceptar las seducciones de la invariabilidad.

A continuación presento cuatro formas en que esta exploración de las complejidades de la invariabilidad te acercará al cambio que deseas:

1. Sacar a la luz la vergüenza. Cuando uno o más de los diez retratos se equipare con tu experiencia, significa que hay, por lo menos, dos personas que coincidimos en esto. Eso puede ayudarte a sentirte menos avergonzado por fracasar en cambiar.

A diferencia de la culpa (un mal sentimiento que tienes cuando haces algo malo o inmoral), la vergüenza es el sentimiento de que hay algo fallido o dañado en ti como persona. Es importante que te liberes de la vergüenza sobre las cosas que deseas cambiar, ya que es un sentimiento taimado y peligroso; es un lobo disfrazado de otro lobo, que frecuentemente se considera un obstáculo temible (una especie de amenaza psíquica que te impide moverte y que en realidad inhibe la motivación). “Eres imperfecto”, te dice, “así que date por vencido.”

Al ser un secreto que uno guarda, la vergüenza se alberga y se cultiva en aislamiento. En la oscuridad, inalterada por la realidad y la soledad, la vergüenza crece más. Por lo tanto, cuanto más veas comportamientos que tú consideras vergonzosos en los demás, menos poder tendrá la vergüenza sobre tu vida.

Imagina que estás en un grupo de apoyo para personas que quieren dejar de fumar. El terapeuta les pide a todos los participantes que comiencen un proceso de visualización guiada. Con los ojos cerrados, visualizas el éxito de dejar de fumar y cómo te sentirías, tanto psicológica como físicamente, ese día. Abres los ojos, miras a tus compañeros del grupo de apoyo. ¿Ahora te sientes más cerca de ellos?, ¿percibes que están en un camino similar?, ¿durante este ejercicio obtienes motivación para dejar de fumar? Tal vez un poco. Pero ¿qué pasa si el terapeuta pide a los miembros del grupo que enumeren las razones por las cuales no dejan de fumar, y las escribe en el pizarrón para encontrar las similitudes? Alguien dice que es por la deliciosa primera bocanada, alguien más habla de que fumar lo calma, otro narra el ritual de sacar el cigarro de la cajetilla y encenderlo. Tú mencionas que te ayuda a concentrarte mientras trabajas. La gente asiente en reconocimiento; algunas sonrisas muestran estar de acuerdo, ¿cómo te sentirías entonces? Quizá conectado y, como resultado, menos avergonzado. En otras palabras, tu acto vergonzoso sale a la luz y se comparte, y eso disminuye la vergüenza. Aunque hables sobre algo que consideras parte de tu mala conducta, tal vez tu moral se levante conforme la carga de la vergüenza se disipe.

Al disminuir la vergüenza, los sentimientos compartidos se vuelven alimento de la motivación (“puedo lograrlo”), y se avivan cuando asumimos que los problemas personales son cosas que también otros experimentan. Hay un motivo por el cual las personas que asisten a Alcohólicos Anónimos se presentan como “Soy alcohólico”. Admitir algo que les provoca vergüenza ante un grupo de personas con el mismo problema los une en una hermandad de apoyo mutuo para el cambio.

Al mostrarte diez formas en las que los demás luchan contra la invariabilidad, te ofrezco formas de encontrar motivación quitando los efectos asfixiantes de la vergüenza, con el reconocimiento de que no estás solo.

2. Tomar una posición integral hacia el cambio. Cuando intentas transformar tu comportamiento, la resistencia al cambio se hace sentir, siempre. No puedes escapar de ella. Esto conduce a una revelación importante: si el cambio inevitablemente implica resistencia, podemos ver nuestra inclinación a la invariabilidad como parte del cambio. Por lo tanto, transformación e invariabilidad no se oponen, sino que coexisten, son partes de un todo.

En el mundo moderno occidental nos resulta difícil comprender que dos fuerzas opuestas sean segmentos de una cosa. Tendemos a pensar en dicotomías: limpio-sucio, éxito-fracaso, hermoso-feo. Esta tendencia se agudiza en la publicidad, mucha de la cual proyecta una realidad ficticia de gente inequívocamente limpia, saludable y exitosa para vender productos (con mucha autoayuda que se ajusta a ese molde de forma sospechosa). Aunque no quiero abordar detenidamente la dicotomía entre el pensamiento occidental y oriental, vale la pena considerar que la filosofía china se opone al pensamiento maniqueo y ofrece una visión muy diferente del cambio. El símbolo del yin y el yang es la encarnación más famosa de este enfoque.

En el yin-yang, la oscuridad se encuentra en la luz, y la luz se encuentra en la oscuridad, y juntos forman un todo. Dos cosas al parecer opuestas están en diálogo permanente y es imposible comprenderlas a profundidad sin ver que están conectadas.

Piensa en un artista. Él no puede expresar la luz sin pintar la sombra; y no puede retratar la sombra sin capturar la luz. En italiano se llama chiaroscuro, y el significado literal de la palabra encarna esta dualidad: claro-oscuro. El arte siempre es un proceso integral.

El arte de la transformación no es distinto. No puedes comprender el cambio sin la invariabilidad; no puedes entender lo que significa quedarse igual sin conocer el cambio; y no puedes comprender a profundidad ninguno de estos conceptos sin verlos como parte de un todo.

La transformación se dará más fácil y se volverá más sostenible si trabajas duro para comprender el matrimonio entre cambiar y permanecer igual. En los siguientes capítulos verás cómo reconocer esta dualidad te ayudará a avanzar en tu vida.

3. Ver lo universal en lo personal. Existe un mensaje importante sobre nuestra humanidad en la invariabilidad. Al comprender el mensaje del yin-yang te ayudará a lidiar con los comportamientos más insignificantes que desees cambiar.

“Cuanto más específico seas, más universal serás”, afirma la novelista Nancy Hale.16 Esa idea es una verdad para el arte. Pero también para las profesiones terapéuticas (“Lo que es más personal es lo más universal”, escribe el gran psicólogo humanista Carl Rogers).17 Conforme este libro te guíe para ser extremadamente específico sobre por qué te resistes al cambio, descubrirás las razones universales para la invariabilidad.

Cada una de las diez razones que se exploran en los siguientes capítulos se origina en la misma base filosófica. Cada una habla de algo de lo que significa ser humano. Al ser tomadas como un todo, hacen honor a eso con lo que todos luchamos como humanos conscientes: la responsabilidad por nuestras vidas, el dolor de nuestra soledad, nuestra tendencia a sentir vergüenza, el llamado a ser valientes ante la vulnerabilidad y nuestra lucha por la esperanza y la fe. Comprender las diez razones como un todo te abre la puerta hacia estos asuntos profundamente existenciales y cómo se desarrollan en tu vida. Espero que al comprender estos problemas obtengas claridad sobre por qué te opones a las corrientes del cambio: ya sean tus intentos fallidos de organizar tu clóset o tu promesa no cumplida de ser voluntario en una campaña política que ayude a transformar el mundo en un lugar mejor.

Me gusta pensar en las diez razones para no cambiar como algo similar a esas pinturas realizadas por el artista Chuck Close. Sus más recientes retratos están compuestos de obras de arte más pequeñas. Cuando ves de cerca las pinturas de Close (sí, en inglés parece chiste), estas obras más pequeñas pueden ser apreciadas de forma individual. Si te alejas un poco y observas las pequeñas piezas colocadas una junto a otra, cada una cobra más sentido y obtiene más valor (como tesoros de un bazar, una abundancia de cosas pequeñas para compararlas y contrastarlas). Entonces, cuando te alejas todavía más, se vuelven parte de un retrato adorable, y un poco abstracto, pero también insólito por su precisión. Si te alejas aún más y observas la obra en la pared del museo, verás que es difícil distinguirla de una foto. El cambio es así. Es un asunto serio, porque incluso el intento más pequeño de transformar un comportamiento está conectado de forma íntima con asuntos más importantes y profundos.

Este concepto de piezas más pequeñas que contribuyen a un todo abarcador me recuerda algo que señaló el rabino del siglo xvi Simcha Bunim Bonhart.18 Escribió que la gente debería llevar en cada uno de sus bolsillos una tira de papel. En una deberían escribir: “Sólo soy polvo y cenizas”. Y en la otra: “El mundo fue creado para mí”. El secreto de la vida es comprender que las dos son verdaderas, sólo cuando se llevan al mismo tiempo (una en cada bolsillo), y saber cuándo leer cada una.

Estamos hechos de polvo de estrellas. Cada uno de nosotros contiene el universo, y también somos polvo. Nuestras circunstancias especiales son un yin-yang de los problemas cósmicos. Con respecto al cambio personal, a veces está bien observar sólo el polvo del comportamiento aislado, pero en ocasiones es mejor ver tu comportamiento como algo conectado que responde a un mundo creado para ti.

Asociar la adicción al teléfono inteligente, a organizarse bien o a perder peso con los problemas más profundos de nuestra humanidad puede parecer un serio desafío para el cambio. Pero la vida es seria, y el hecho es que todos enfrentamos con bastante severidad problemas sobre el cambio que en apariencia son pequeños: están en el fondo y al frente de nuestras mentes todo el tiempo. Honremos las pequeñeces como una forma de mejorar, en vez de reducir el mundo hermosamente complejo al que llamamos experiencia humana.

Quizá sientas que te pido que te alejes de la meta cuando te sugiero que coloques aquello que quieres cambiar dentro del mundo de las preocupaciones universales. Sé que parece algo extraño. Lo sé porque lo veo en mí todo el tiempo. En el instante que quiero cambiar algo es como si jugara a los dardos: suelo mirar de reojo mi perspectiva, me concentro en la meta y elimino cualquier distracción posible mientras apunto al blanco. ¿Y sabes qué? Ese enfoque funciona muy bien un viernes por la noche en un bar irlandés. Nunca funciona con el cambio personal.

Permíteme darte una garantía: te prometo que no te vas a volver más gordo, feo, solo o menos pleno si consideras los problemas universales mientras intentas llevar a cabo el cambio personal. De hecho, te prometo que comprender un poco de lo que significa ser humano y conectar tu humanidad con los motivos por los cuales te resistes al cambio, te ayudará a avanzar. Quién sabe, quizás incluso te ayude a modificar algunas ideas sobre lo que necesitas cambiar. Una vez que tengas una imagen más completa de las preocupaciones humanas más grandes y cómo éstas se conectan con tu propia capacidad de cambiar, quizá descubras que el problema no es tu peso, sino si puedes encontrar mejores formas de amar tu cuerpo: no es tu aspecto, sino preocuparte menos por tu imagen; no es la soledad, sino tu incapacidad de estar solo; no es un sentimiento de insatisfacción, sino la necesidad de amar y aceptar la invariabilidad. Por otro lado, quizá quieras perder unos cuantos kilos. De todas formas, eres más libre de avanzar hacia el cambio que deseas cuando lo ves como parte de asuntos más grandes.

Había una personalidad famosa de la televisión y gurú de autoayuda que claramente se había hecho un “trabajito” hacía poco (una especie de cirugía plástica para recuperar su juventud). Sí se ve un poco más joven, pero su rostro ahora luce casi inhumano (una máscara permanente y distorsionada, una versión caricaturesca de su ser anterior). Para mí, es la imagen del cambio sin profundidad: una alteración torcida, desconectada de los problemas más grandes de su humanidad, una mutilación. El resultado de eliminar la edad con un bisturí es una advertencia sobre las balas de plata y los remedios mágicos. En este libro no ofrezco ninguna de esas dos cosas. Sin embargo, busco ayudarte a lograr una transformación distinta, más suave, más cuidadosa, menos violenta o contundente, pero probablemente más profunda y satisfactoria. Ese tipo de cambio sucede en el contexto de otras experiencias humanas, incluyendo la de permanecer igual, aunque cada hueso de tu cuerpo anhele cambiar.

4. Desatar el nudo de la invariabilidad. Cuando aceptas que la invariabilidad es algo humano, también aceptas algo más: no ves tu resistencia al cambio como una anomalía. Si quieres contemplar la transformación, tienes que soltar la creencia refleja de que el cambio tiene y debe suceder ahora. Es importante que te deshagas de la idea de que algo está mal contigo si no cambias. Contemplar el cambio significa observar todas las opciones, incluso la invariabilidad.

No vas a realizar el importante trabajo de contemplar la transformación si inclinas la balanza hacia el cambio, viéndolo como la única conclusión correcta, y la invariabilidad como un callejón sin salida. Debes darle a la invariabilidad el peso y la seriedad que merece. No hay nada que contemplar si no lo haces.

Eso significa que la invariabilidad (la fuerza que de manera frustrante detiene ese cambio aparentemente positivo que quieres lograr) no es un enemigo en realidad. Conocerte de verdad a ti mismo significa percibir esa parte tuya que siempre encontrará razones para permanecer igual. Cuanto más conozcas esa parte, menos probable será que “sufras la derrota”, parafraseando a Sun Tzu.19

De todas las formas en que las diez razones para no cambiar pueden ayudarte, ésta es la más importante: la invariabilidad se considera como algo razonable, y al juzgarla así tienes una mejor probabilidad de cambiar.

Comprender las razones para permanecer igual te amarra al cambio como la única opción legítima. La invariabilidad está en tu vida para siempre, y por buenas razones. Como leerás, proviene del amor a ti mismo y, desde ahí, de tu deseo de protegerte de algunos sentimientos horribles.

Al ser una expresión de tu amor propio, con frecuencia la invariabilidad parece demostrar lo contrario (detener cambios importantes, interponerse en tu derecho inalienable de crecer). Sin embargo, la invariabilidad no está separada de ti. Y en definitiva no busca lastimarte, aunque es posible que en efecto te hiera de formas serias. Pero no coloques la invariabilidad en la misma caja que los defectos. Ése es un lugar incorrecto para ella. La invariabilidad merece tu afecto, ya que proviene de una parte cariñosa de ti. Si la rechazas y la exilias de tu conciencia, no serás capaz de contemplar la transformación.

Lo cual, como mencioné anteriormente, significa que no podrás cambiar.

Noticia de última hora: los humanos no somos máquinas (¡por lo menos hasta ahora!). Si somos tratados como máquinas, todos de la misma forma y con tanta simpleza que un manual de instrucciones sirva para cualquier falla, no sólo actúas de forma inhumana con respecto a tus necesidades, sino que las intervenciones que usas no funcionarán.

No servirán porque la fuente del cambio reside en la parte humana de ser tú (justo en cómo experimentas e interpretas el mundo), no en la mecánica de la acción inconsciente y robótica.

Transformarte requiere que lleves a cabo el trabajo completo y con frecuencia doloroso de hacer cambios en un ser humano real, pensante, sintiente y autónomo. Eso no es fácil, ni por asomo. Y se ha vuelto más difícil en un mundo en el que cada vez más se trata a la gente como objetos.

Cómo cambiamos (y diez razones por las que no lo hacemos)

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