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Devenir o morir

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La vida es un constante crecimiento y un devenir. Quien no tiene interés en un crecimiento espiritual, se queda estancado y vive una vida sin sentido. Eso lo experimentamos desafortunadamente día a día en la convivencia con nuestras amistades y en otras relaciones humanas.

La ley eterna de la vida es el eterno devenir.

Esta ley es especialmente importante para nosotros, los seres humanos, porque tenemos que comprender que la vida es un constante proceso de maduración. Entonces, vivir es aprender. Quien no muestra disposición a aprender sufrirá. Solo cosechamos golpes del destino, enfermedades, separaciones y dolores a no ser que estemos dispuestos a aprender nuestras lecciones.

Llegar a ser significa sobrepasar las fronteras y restricciones de la conciencia para poder madurar y ser más sensato. También significa que tenemos que superar nuestro propio ego paso a paso de modo que lleguemos a convertirnos en seres más desinteresados y plenos de amor. Solo así podemos devenir hasta ser más nobles, generosos y perfectos.

La muerte corporal no es la única forma de morir. Cada uno de nosotros muere día a día paulatinamente, sin que seamos conscientes de esta realidad. Si nuestra meta solo es trabajar para sobrevivir, nos vemos prácticamente privados de nuestra propia existencia ya que no vivimos, sino que solo sobrevivimos. Esto significa que estamos vivos, pero no sentimos más la alegría de vivir, ya que tenemos que combatir constantemente nuestros problemas existenciales. De esa manera vivían los esclavos en la Antigüedad. La única diferencia entre la actualidad y aquellos tiempos es que los dueños y comerciantes de esclavos de ahora son invisibles. Si solo vivimos para solucionar nuestros problemas, perdemos día a día la calidad de nuestra existencia y sucumbimos cotidianamente. La vida auténtica debe estar plena de alegría, transformación y regocijo. Podemos comprender la belleza y la magnificencia de la vida si dejamos de verla como una batalla por la supervivencia. La vida es un regalo infinito de Dios con el que podemos disfrutar de felicidad, armonía, riqueza y amor.

Mucha gente desea la muerte. Cree que en la muerte encontrará la salvación. Pero esto es una apreciación errónea. Cuando morimos, únicamente muere nuestro cuerpo terrestre, nada más. Nos desprendemos de nuestra cubierta terrenal y material y nos convertimos en algo invisible para nuestros semejantes. ¡Pero ello no significa que estemos muertos! La salvación no tiene ninguna relación con la muerte. Son dos aspectos completamente diferentes. Sucumbimos porque la materia es efímera y nuestro tiempo en la tierra llega a su fin, pero la salvación es una liberación paulatina de las memorias negativas guardadas en nuestra alma (karma). Es decir, nuestra muerte no conlleva automáticamente la salvación.

Muchas personas, especialmente los jóvenes, creen que pueden solucionar sus problemas con el suicidio. ¡El caso es todo lo contrario! Al fallecer, llevamos con nosotros exactamente los mismos problemas que hemos sufrido hasta nuestra muerte y nos veremos enfrentados al hecho de que tenemos que solucionarlos también en el más allá. Es decir, en realidad no hemos solucionado nada y seguimos cargando con nuestras angustias y problemas. El suicido conlleva aún una mayor cantidad de problemas que la muerte normal, porque es un asesinato y por ello permanece escrito en nuestra alma como una gran memoria de energía negativa. En consecuencia, la vida del alma será mucho más difícil en los otros mundos. Por eso te recomiendo enfáticamente que te abstengas de pensamientos suicidas o de otra clase de anhelos de muerte.

No llegamos a este mundo para morir, sino para aprender.

Lo que no aprendemos, llevamos con nosotros como problemas no solucionados.

Tomamos una decisión contra la vida si nos concentramos en nuestros problemas, en vez de buscar soluciones. También negamos la vida si nos entregamos al quejido de nuestro ego y lamentamos que nuestra existencia sea diferente de la que deseamos. Vivir significa iniciar cada día con alegría y gratitud y concluirlo con amor y armonía. Quien se decide por la vida, trabaja cada día en sí mismo y afirma la vida en cada minuto con amor y gratitud. No sufre por sus problemas, al contrario, lucha con dinamismo por resolverlos. La decisión por la vida nos trae vitalidad, alegría de vivir y verdadera fuerza. ¡Quien vive de esa manera será premiado por la vida con salud, riqueza, éxito y felicidad en abundancia!

El triunfo del amor sobre el ego

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