Читать книгу El triunfo del amor sobre el ego - Saeed Habibzadeh - Страница 19
La realidad y lo real
ОглавлениеContinuamente nos negamos a admitir la verdad y, si acaso la percibimos, le damos la espalda fingiendo no haberla advertido, táctica que no funciona siempre, por lo que lo intentamos nuevamente, una y otra vez, motivados por nuestro deseo de aceptar solo nuestra propia idea de la realidad.
No vemos las cosas como son, las aceptamos solo como las queremos ver. Aquí hay una gran diferencia.
Percibimos el mundo de manera desigual y nuestras opiniones son por ello diferentes. Esta disparidad resulta de la divergencia de caracteres, biografías, afectos, sensaciones y visiones del mundo. La suma de esas opiniones personales, percepciones, sentimientos e imágenes constituye nuestra realidad personal. La mayoría de los seres humanos vive en su propia realidad, razón por la cual vivimos aislados de nuestros semejantes. Nos preocupamos únicamente de nosotros mismos, percibimos solo lo que nos incumbe, ignorando todo lo que acontece a nuestro alrededor. Esta es la razón de que siempre nos sorprendamos de lo poco que sabemos los unos sobre los otros y de lo poco que nos interesamos los unos por los otros.
Nos encontramos aislados en la espiral de nuestros pensamientos, sensaciones, visión del mundo y opiniones. No observamos el mundo directamente, solo nos interesa la imagen que nos hemos formado de él. Dicha imagen inconsciente consta de interpretaciones personales, colectivas y globales, deducciones, visiones del mundo e ideas similares.
Sucede lo mismo en el trato mutuo entre los seres humano. La mayoría de nosotros no se interesa en lo más mínimo por sus semejantes, a no ser que exista una razón que obligue a ello o que se espere algún beneficio concreto.
¡Si nuestro trato mutuo no es sincero, viviremos en un mundo de sueños y solo soñaremos la vida! ¡Pero la vida es un intercambio mutuo!
La realidad es la suma de todo aquello que tiene un efecto. Sin tener conciencia de ello, somos parte de esa realidad. La realidad ejerce su efecto sobre todos.
Así como lo real nos une, la realidad personal nos separa. Nos aislamos al dedicarnos más a nuestro propio mundo que a los hechos en sí. La única salida es superar la propia realidad, desencadenarse, abrirse e interesarse por los demás de todo corazón. En la medida en que más nos abrimos hacia los demás, mayor será nuestro aprendizaje y crecimiento mutuos. Es el único camino hacia la creación de una sociedad y civilización plena de armonía.
El número y el poder de abogados, jueces, juzgados y unidades políticas y militares demuestra la suma del amor divino que precisamos en nuestra sociedad.
El amor divino va a remplazar en un día venidero a las leyes terrenales.
¡Ahí donde las personas actúan y reaccionan con amor, gobierna la ley suprema de la creación: el amor divino, desinteresado e incondicional!