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Empaque y contenido

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Como vimos anteriormente, existen dos opciones para percibir las circunstancias de nuestra existencia. La primera y más cómoda opción consiste en fabricar nuestra propia percepción de las eventualidades que se nos presentan. Esta posición es muy cómoda para nuestro ego, ya que nos libera del esfuerzo de ejecutar una investigación muy laboriosa. No tenemos que buscar la verdad, sino que nos damos por satisfechos con la mera apariencia de las cosas. Así, nuestra percepción permanece en la superficie y la causa y los motivos de su existencia nos quedan ocultos.

Si decidimos aceptar solo la apariencia de las cosas, optamos por dar importancia solo a su aspecto exterior. De este modo, su verdadero contenido permanece desconocido para nosotros. Si deseamos dar a alguien un presente de cumpleaños, usamos papel de regalo. No es un error elegir un empaque bonito. Pero sí es un error darle demasiado valor a la apariencia y perder de vista lo realmente importante del regalo, es decir, el contenido. Cuando nos sucede algo, lo tomamos como buena suerte o como mala suerte. Nos concentramos en el hecho de si una experiencia es bella o fea para nosotros, si nos gusta y nos hace sentir bien. Lo que importa de un regalo de cumpleaños es el regalo mismo, y no su bello empaque. Lo verdadero se encuentra dentro del empaque. Para encontrarlo, tenemos que abrirlo y mirar en el interior. Con nuestras experiencias sucede lo mismo. No importa lo desagradables que sean, siempre llevan un mensaje hermoso y liberador en su interior. Cada experiencia es una lección que pretende ampliar nuestra conciencia.

Eso significa que solo nos sucede aquello que requerimos para desarrollarnos espiritualmente. Cada experiencia nos guía a una experiencia propia. Experimentamos exteriormente lo que aún no hemos reconocido dentro de nosotros mismos. Nos encontramos en el exterior con nuestra lección de aprendizaje. ¡Cada experiencia nos ayuda a reconocer nuestros contenidos, sean bellos o desagradables! Quien no acepta su experiencia y no aprende de ella, estará condenado a repetirla constantemente. Es como negarnos a aceptar un paquete que nos ha traído el mensajero. La diferencia es que el mensajero espiritual timbrará cada día más vehementemente, hasta lograr que le abramos la puerta y aceptemos el paquete.

¡Cada experiencia es una experiencia propia!

El triunfo del amor sobre el ego

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