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Solucionar (liberarse de) problemas o combatirlos2

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Todo lo que vivimos nos trae ciertos mensajes. Cada problema es una ayuda, cada enfermedad es una señal. Nuestros problemas y enfermedades no son nuestros enemigos, a los que tengamos que combatir, sino amigos que nos quieren liberar del peso de nuestro ego. Si nos tomamos personalmente nuestros problemas, sufrimos más que nunca. Pero si los percibimos como una señal divina y los escuchamos atentamente, reconocemos el mensaje liberador inherente a ellos.

¡Tus problemas te demuestran cuán fuerte eres!

Un componente muy importante de las leyes mentales es que nuestros problemas están hechos a medida y aparecen en el momento preciso. Solo nos llegan problemas si los podemos solucionar. El sentido de ello es que sigamos aprendiendo y madurando espiritualmente. Nuestros problemas reflejan exactamente nuestro estado espiritual. Dependiendo del contexto en el que todavía tengamos que aprender, aparecen los problemas precisos en el momento justo. Por eso no deberíamos ignorarlos, disimularlos, minimizarlos y quitarles importancia, sino abordarlos y solucionarlos.

Al comienzo de nuestro desarrollo espiritual, cuando el ser humano despierta, hay muchos problemas. La mayoría de las veces son complicados y no parecen tener solución. A las personas espiritualmente inmaduras y egoístas les gusta sufrir bajo sus problemas en vez de solucionarlos. Pero si reconocemos el saber y los mensajes que albergan nuestros problemas y decidimos solucionarlos de manera inteligente, nos haremos cada vez más fuertes, inteligentes, maduros y ricos. Si no le huimos a nuestros problemas, sino que los solucionamos, nuestra vida será cada vez más agradable. Es un hecho que cuanto más maduros seamos, tanto más pequeños, pero sutiles, serán nuestros problemas.

Todo tiene una historia. También los problemas tienen su historia. Si superamos nuestro ego y dejamos de quejarnos y observamos con mayor atención, reconoceremos la génesis de nuestros problemas y veremos que somos nosotros mismos quienes los causamos. Siempre existe una única razón para nuestros problemas: ¡nuestro ego!

¡Nuestros problemas son nuestros amigos

Aunque parezca que nuestros problemas nos llegan desde afuera, ¡somos nosotros sus causantes y su fuerza motriz!

Nuestras experiencias y vivencias son como señales de tráfico que nos dan información, señas y ayuda. Si las eliminamos del tráfico, manejar en la calle será una aventura peligrosa. Lo mismo sucede con nuestros problemas. Si los reprimimos, ignoramos, minimizamos, negamos, disimulamos u ocultamos, serán mayores cada vez. Es como una inflamación de encías a la que no damos importancia e ignoramos por miedo a ir al dentista. Cuanto más tarde vamos, tanto más tendrá que hacer el dentista y, en consecuencia, más largo será el tratamiento, puesto que el problema se hizo mayor.

Es recomendable, entonces, no ignorar ni aplazar los problemas, sino abordarlos y solucionarlos lo más pronto posible.

Solo podemos solucionar nuestros problemas si entendemos su origen. Una solución solamente es posible a base del conocimiento propio, porque nosotros somos siempre la causa de nuestros problemas.

Quien justifica sus problemas y busca excusas o responsabiliza a otros de su situación, no solo se estanca, sino que se hunde cada vez más en el pantano de su propio ego.

El triunfo del amor sobre el ego

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