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Sentirse bien y sentirse bien

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Podemos sentirnos bien de dos maneras diferentes: por el propio ego y la diversión o por el amor y la alegría.

Siempre hablamos de "sentirnos bien" y a veces no reconocemos en el momento que algo nos hace sentir bien y cuando no. Igualmente le prestamos poca atención a nuestros sentimientos al no sentirnos bien. La pregunta sobre si ese malestar tiene que ver con nosotros mismos o con la situación casi siempre se queda sin respuesta. Para aclarar esta confusión, es más importante reconocer por qué nos sentimos bien y en qué situaciones lo hacemos.

Por ejemplo, nos sentimos bien a causa de nuestro ego cuando:

- hacemos, aceptamos o dejamos de hacer algo por razones de comodidad,

- hacemos algo por costumbre,

- se adula nuestro ego con palabra o actos,

- ignoramos o disimulamos nuestros dolores o imperfecciones.

Por lo contrario, una persona que quiere superar su egoísmo solamente se siente bien cuando reconoce y supera una u otra deficiencia en sí mismo. Es una persona franca y sincera que ama la verdad. Por eso se siente bien en el momento que encuentra y comprende la verdad. Como vemos, no todo sentimiento de bienestar nos conviene. Deberíamos ser más cuidadosos con estos sentimientos. El solo hecho de que nos sintamos bien en una situación, no significa que automáticamente esta nos convenga. Un egoísta se siente constantemente mal en su interior, ya que no se quiere a sí mismo y no soporta su propio ser. Por eso intenta encontrar alivio fuera de sí mismo. Ya no es fuerte la barrera psicológica que lo separa de los cigarrillos, el alcohol y las drogas. Cuanto más egoístas somos, tanto peor nos sentimos y tanto mayor se hace es el deseo de sentirnos bien.

Un auténtico bienestar solo es posible en una disposición de amor incondicional y unión con todos los seres. Quien elige ese camino del corazón será siempre feliz interiormente y cada vez necesitará menos compensación exterior.

Lo agradable es lo que nos conviene, lo que aceptamos de libre voluntad y con el mayor gusto. La mayoría de las veces aceptamos algo de esa manera porque corresponde a nuestro ego y nos complace. Ya que esta complacencia nace del ego, todo lo que nos produce un agrado egoísta lleva a un aislamiento. Esas son las cosas que complacen a nuestro ego. Por lo contrario, las amenidades que realmente son buenas para nosotros son aquellas que nos dan alegría en el corazón, ya que han nacido de un amor incondicional y nos unen con nuestros semejantes inmediatos (prójimos) y nuestros semejantes mediatos (seres naturales, animales, plantas, piedras).3

El bienestar buscado por medio del ego conduce, tarde o temprano, a desarmonías, enfermedades y tragedias, mientras que el bienestar que nace de un amor desinteresado y divino nos fortalece, eleva y nos reúne con los otros en el corazón.

Quien asume los sentimientos desagradables que nacen de una confrontación con sus lados oscuros y los corrige voluntariamente será recompensado con una cantidad inmensa de luz y belleza.

El triunfo del amor sobre el ego

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