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Apariencia o realidad

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La mayoría de las veces no nos concentramos en lo real, sino en lo que deseamos o queremos ver. Si percibimos algo, no estamos ocupándonos de los hechos, sino de lo que estos producen en nosotros a nivel emocional. De esta manera, no estamos concentrándonos en nuestra vida, sino en lo que nuestro ego está haciendo de ella.

De ahí resulta un conflicto entre las necesidades de nuestra vida cotidiana y nuestros intereses egoístas.

¡No estamos viviendo nuestra vida, sino que llevamos un monólogo constante sobre ella!

Nuestra percepción se queda en la superficie y no accede a la profundidad, donde están ocultos las causas y los mensajes de la vida. La consecuencia de esta continua comunicación con el propio ego y la superficialidad de nuestra percepción es una conciencia intranquila. Hay un error muy extendido según el cual el ser humano sería más feliz si supiera menos de lo que pasa en el mundo. Cuanto menos supiera de la verdad, tanto mejor le iría. La verdad es lo contrario.

Cuanto más superficial su percepción, tanto más intranquila e infeliz será una persona.

La razón de ello es que la verdad nos muestra conexiones y leyes que nos ayudan a vivir una vida plena, saludable y feliz.

Cuanto más tranquila sea una persona, tanto mayor profunda será su percepción.

Una persona superficial no reconoce la fuerza del silencio interior. Para ella, la vida consiste de secretos y enigmas incomprensibles.

Los secretos solo existen allí donde la verdad no se reconoce o se le esconde .

Otro aspecto del ser y la apariencia es el hecho de que solo actuamos según como percibimos las cosas. No nos interesa la realidad. De este modo, la base de nuestras acciones no son los hechos, sino las interpretaciones de nuestro ego. Nos sorprendemos si por ejemplo un amigo comenta algo positivo sobre otro amigo quien en nuestros ojos tiene una mala impresión. En casos como este, comentamos algo como: "Yo solo podría decir cosas malas sobre él." Esto no lo decimos porque realmente se trate de una mala persona, ni porque nos hayamos ocupado intensamente con él, sino porque nuestra percepción (primera impresión) de él fue mala. No deberíamos tomar únicamente en consideración si alguien nos gusta o no, sino si actúa para bien. Este es el límite entre la objetividad y el tomar las cosas personalmente.

El próximo punto relativo a la percepción es la pregunta interesante de por qué alguien nos parece simpático y otros no. O por qué reprimimos algunos sucesos de la vida, como si nunca hubieran pasado.

Todo lo que hacemos es almacenado en nuestra alma. Ese almacenamiento irradia desde nuestra alma hacia afuera. Esa es la irradiación de una persona. Según la cantidad de acontecimientos negativos o positivos que estén almacenados en su alma, cada persona irradia algo diferente. Esta es la razón por la cual nos sentimos bien con algunas personas y con otras no. Pero casi siempre las personas nos parecen simpáticas si coinciden con nuestro ego, si piensan, actúan o sienten de manera similar. Esta superficialidad es la razón de todas las decepciones en las relaciones humanas.

Cuanto más superficiales seamos tanto más importante se vuelve la apariencia. Cuanto más profundos seamos, tanto más reconoceremos que la apariencia de una persona es solo un aspecto de su carácter.

No siempre nos vestimos de la manera como correspondería a nuestro ser, sino como se espera de nosotros o se nos exige. Un peregrino de la luz se preocupa por tener una buena apariencia, ya que valora mucho la armonía y no quiere agobiar a sus semejantes con una vestimenta inarmónica.

Otro aspecto muy interesante es nuestra tendencia a mostrarnos diferentes a como somos. Fingimos en toda partes, sea en el trabajo o con nuestros amigos y hasta en nuestra propia casa o en la cama interpretamos un papel que nos parece correcto y adecuado. En casa somos una buena madre o un buen padre, en el trabajo, un colega amable, con nuestros amigos somos buenos oyentes, etc.

No hay nada que objetar a que intentemos mostrar un comportamiento apropiado. Pero si nuestro ser verdadero no encuentra un espacio vital, si oprimimos nuestra naturaleza verdadera, cada vez nos enfermaremos más, seremos más infelices y estaremos más solos. Es bueno que mostremos una comportamiento adecuado, pero antes que nada deberíamos ser fieles a nosotros mismos y no vender nuestros valores e ideales solo por gustarle a los demás.

Las personas aptas para nosotros nos aman como somos, con todas nuestras debilidades y problemas. ¡Solo las personas erradas para nosotros exigen que nos adaptemos a ellas! ¡Solo las personas falsas nos rechazan!

El triunfo del amor sobre el ego

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