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Ser adulto y dejar de ser niño

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Existe una maquinaria invisible llamada economía, que hace de nosotros consumidores ciegos y trabajadores funcionales.

Esta maquinaria inhumana intenta destruir lo infantil que llevamos por dentro para que cedamos obedientemente todo aquello que se nos exige. Empieza a funcionar ya en la escuela. Sucede cada vez con más frecuencia que nuestros hijos no sean tratados con amor. En algunas escuelas se les aterroriza e intimida de tal manera que en algún momento terminan o en la clínica psiquiátrica, en el hospital, en la cárcel o en la calle.

Este terror psicológico sucede sublimemente y con mucha sutileza. Sin embargo, en este punto no quiero echarle la culpa a nadie, ni a los padres ni a los maestros ni a la administración escolar. Es más bien el sistema educativo lo que requiere urgentemente una transformación total. No todos nuestros niños reaccionan frente a esta situación escolar con un gesto de rechazo o negándose a ir a la escuela. La mayoría opta por una vida cómoda y sigue el ejemplo de las generaciones mayores, dando su "sí" y su "amén" a todo. De esta manera, día a día se forman nuestros niños –o, por expresarlo de mejor manera, se les cría – para que sean personas que dan su "sí".

Existe una gran diferencia entre que deseemos ser infantiles o pueriles. Aquellos que aman la vida nunca dejarán de ser infantiles, ya que una parte de la vida y de la alegría de vivir consiste en tener un cierto gozo, una despreocupación, una curiosidad y una sinceridad infantiles.

Quien renuncia a su niño interior deja de vivir poco a poco. Ya solamente funciona y consume.

Muchos de nosotros tenemos temor a ser adultos. El motivo es el miedo inconsciente ante la responsabilidad. Inconscientemente creemos que, al ser adultos, tendremos que asumir responsabilidades muy serias y dejar de sentir la ligera alegría de vivir. Cuando somos niños, somos protegidos de la cara seria de la vida y nos leen bonitos cuentos infantiles que nada tienen que ver con la realidad; en cambio, cuando somos jóvenes, nos vemos confrontados con la frialdad, la brutalidad y la soledad de la vida real. Este es uno de los motivos principales por los que muchos jóvenes recurren al consumo de alcohol y drogas.

Deberíamos aprender a tratar delicadamente también a los adultos, pues también los adultos tienen alma, sentimientos y sensaciones, y pueden sentirse solos. Por esta razón deberíamos comportarnos con ellos tan amorosamente como lo hacemos con los niños pequeños.

Deberíamos comportarnos con nuestros semejantes tan amorosamente como esperamos que ellos nos traten.

El triunfo del amor sobre el ego

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