Читать книгу Historia de un alma - Santa Teresa De Lisieux - Страница 17
Año 1896
ОглавлениеEs un año decisivo, de grandes acontecimientos.
En enero entrega a su hermana el Manuscrito «A». Esta lo recibe sin darle importancia. Lo guarda, sin leerlo, en el tirador de su mesa. El 24 de febrero, su hermana sor Genoveva hace la profesión religiosa. Fue una gran satisfacción para Teresa. «El más íntimo de mis deseos, el más grande de todos, el que nunca pensé ver realizado, era la entrada de mi Celina querida en el mismo Carmelo que nosotras» (MsA 82rº). Ahora la tiene ya comprometida para siempre por sus votos religiosos. Se acabaron sus sufrimientos respecto al destino de la que amaba tanto. «Puedo decir que mi cariño por Celina desde mi entrada en el Carmelo era un amor de madre tanto como de hermana» (MsA 82rº). El mes de abril marca el inicio de lo que podíamos llamar la última etapa de su vida.
La noche del Jueves al Viernes Santo, 2-3 de abril, siente la primera hemoptisis «como dulce y lejano murmullo, anunciando la llegada del Esposo» (MsC 5rº). Es la declaración manifiesta de la enfermedad que la llevará al sepulcro. Ella contempla la muerte y su destino eterno con una gran fe diáfana: «Gozaba entonces de una fe tan viva, tan clara, que el pensamiento del cielo constituía toda mi felicidad» (MsC 5rº).
Ahora es cuando llega el tercer gran acontecimiento de su vida espiritual: la prueba de la fe. Pocos días después, a raíz de la gran fiesta de la Pascua, se oscurece su horizonte espiritual. Se siente «invadida por unas espesas tinieblas». Jesús «permitió..., que el pensamiento del cielo, tan dulce para mí, no fuese ya más que un motivo de combate y de tormento» (MsC 5vº). Así empiezan las grandes y persistentes tentaciones contra la fe, que la privaron, si no de la paz, sí de todo el gozo de la fe durante el año y medio que le resta de vida. No dejará de tener algunos consuelos externos como la profesión y toma de velo negro de su querida novicia sor María de la Trinidad a primeros de mayo. Pocos días después, un sueño consolador: la visita de la venerable Madre Ana de Jesús, fundadora de los Carmelos de Francia, que le produce el sentimiento y la seguridad de que hay «un cielo y de que ese cielo está poblado de seres que me quieren» (MsB 2vº).