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Su muerte
ОглавлениеEn los últimos meses, a pesar de su debilidad, no deja de preocuparse de los misioneros y de las novicias encomendadas a ella. Son interesantes los recuerdos o consejos que les deja. Más que consejos son pensamientos suyos, que desea que sus dirigidos asimilen.
Al abate Bellière le envía una estampa con esta frase: «Yo no puedo temer a un Dios que se ha hecho tan pequeño por mí..., porque no es más que amor y misericordia». Y a una de sus novicias le deja este pensamiento: «Que vuestra vida sea toda de humildad y de amor a fin de que pronto vengáis a donde yo voy: a los brazos de Jesús» (C 237).
Por fin, llega la hora decisiva. Al cabo de una enfermedad bastante larga y muy penosa con sufrimientos de todo género, que afectan al cuerpo y al alma. Sobre todo, le afligen las tentaciones contra la fe. Sor Teresa soporta todo entre sonrisas, actos de caridad y, en algunos momentos, angustiosos gemidos. Llega a la meta el día 30 de septiembre, hacia las 7,20 de la tarde. Tenía veinticuatro años y nueve meses. Sus últimas palabras inteligibles fueron: «¡Dios mío, os amo!». Se le pueden aplicar muy bien las palabras del libro de la Sabiduría: «Maduró en pocos años, cumplió mucho tiempo» (Sab 4,13).
La muerte de la gran santa fue un acontecimiento casi exclusivamente conventual. No tuvo repercusión alguna fuera de la comunidad religiosa y el estrecho círculo de familiares. A su entierro, el 4 de octubre, asistieron unas treinta personas, un «cortejo muy reducido». Lo formaban algunos clérigos, Leonia, que presidía el duelo, y unos pocos familiares más.
Así terminó sin ruido, sin brillantez, la vida de esta monjita, a la que Dios había hecho comprender que su «gloria quedaría oculta a los ojos de los mortales» (MsA 32rº). Siempre había pretendido ser y parecer pequeña, una rosa que debía ser deshojada a los pies de Jesús. El 19 de mayo cantaba:
«Hay muchas rosas frescas
que gustan de brillar en los altares
y se entregan a ti.
Mas yo anhelo otra cosa: deshojarme...» (P 43).
Así desaparece de este mundo, como una rosa que se deshoja y cuyos pétalos se lleva el viento o son pisoteados en el suelo.