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En Lisieux (1877-1881)
ОглавлениеEl señor Luis Martin se queda solo con sus cinco hijas. La madre, poco antes de morir, había insinuado a su hermano Isidoro que acogiera a sus jóvenes sobrinas y procurara tenerlas cerca de sí y de su señora. Necesitarían de su protección, de sus orientaciones para situarse en la vida. Isidoro, hombre dinámico y decidido, era muy indicado para llevar a término esta misión.
El farmacéutico de Lisieux no defraudó las esperanzas de su hermana. Inmediatamente se puso en acción. Alquiló una bonita casa, separada de los demás edificios, a la que dieron el nombre de «Les Buissonnets». Está cerca del centro de la ciudad y a poca distancia de la casa del tío, que vivía allí al frente de su farmacia. Una vez preparado el nuevo nido para la familia Martin, se desplazó a Alençon. Hicieron los últimos preparativos, se despidieron de las familias y personas más allegadas, y se dispusieron a emprender el viaje, un viaje que iba a ser trascendental para aquel quinteto de jóvenes. Era el 15 de noviembre, cuando la pequeña comitiva, compuesta por seis personas: las cinco hermanas Martin y su tío Isidoro montaron en el tren. A la tarde llegaban a la estación de Lisieux. Allí les esperaba la Sra. Guerin con sus dos hijas. En adelante estos dos grupos iban a formar casi una sola familia. Teresita se dirige a sus tíos, en las cartas, y mucho más en las conversaciones, dándoles el título de papá y, sobre todo, de mamá. La primera noche la pasaron en la casa de los tíos. Al día siguiente se instalaron en su nueva residencia.
Lisieux, con sus 18.000 habitantes, era una ciudad industrial en declive. La fabricación del tejido, que era su principal actividad, estaba pasando por una situación difícil. El cielo no muy azul y el ambiente oscuro y brumoso del mes de noviembre no causaron muy buena impresión a sus moradoras recién llegadas. Pero allí pasarían todas, menos una, el resto de sus vidas. Serán las que harán famosa esta ciudad de Normandía. Y la que ahora es una niña de cuatro años será universalmente conocida como santa Teresa de Lisieux. Pronto se organiza la vida en la casa. Las dos mayores, terminados ya sus estudios, se ponen al frente de las actividades. Las otras dos: Leonia y Celina ingresan en el colegio de las Benedictinas. La más pequeña se queda en casa, cuidada y dirigida por sus dos hermanas mayores, sobre todo por Paulina. Para algo, al quedarse huérfana de madre, la había escogido por su segunda mamá (cf MsA 13rº). No echaba en falta su antigua casa y ambiente de su ciudad natal. Al recordar, dieciocho años más tarde, este traslado, escribe: «No me apenó en modo alguno la salida de Alençon; a los niños les gustan los cambios. Vine contenta a Lisieux» (MsA 13vº).
Ciertamente, el cambio no le impresionó. Es que, en realidad, no era tan grande. Los miembros de la familia eran los mismos, el ambiente íntimo no había sufrido modificación alguna. La única novedad era la cercanía y familiaridad con los tíos y las primas. Este entorno, muy femenino, prácticamente sin ningún contacto con niños o muchachos, sería el campo donde se desarrollaría la vida de la niña y adolescente Teresa.
La jornada estaba muy bien organizada bajo la dirección de las dos mayores. El padre permanecía casi al margen. Pero todas abrigaban un gran respeto hacia él. Era realmente venerado. Pero le trataban con gran confianza y familiaridad. Tomaron la determinación de tutearle. La pequeña experimentó grandes alegrías en este período. Ella, que fue muy sensible y tenía muy buena memoria, nos recuerda algunos de los acontecimientos que le dejaron una marca indeleble en su vida. Cuenta la impresión que le causó el mar al contemplarlo por primera vez. También afloran a su memoria los paseos que hacía al campo con su padre, las visitas a las iglesias. Poco a poco iba entrando en la vida real y seria. Recibió una buena formación humana y religiosa de acuerdo con su edad y los tiempos.
Algunos de los acontecimientos que ha recordado en su libro son su primera confesión (cf MsA 16vº), la primera comunión de su hermana Celina (cf MsA 25rº) y unas pequeñas aventuras suyas (cf Ms 15vº-16vº). Todo ello llenaba de encanto la vida de la niña. Más tarde, refiriéndose a la vida que llevaba durante estos años, la califica de «tranquila y feliz» (Ms 22rº). La salida ordinaria es a la casa de los tíos donde tiene dos primitas que la acompañan.