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Estudiando en su casa
(1886-1887)
ОглавлениеEl colegio seguía siendo para la joven un verdadero suplicio. Mientras la acompañaba su hermana Celina, pudo soportarlo. Pero una vez que se quedó sola, ya no tuvo fuerzas para aguantar más. Se ponía enferma. En vista de ello su padre optó por retirarla. Hubo que buscar otro medio para completar su formación todavía tan incompleta. Como solución contrataron a una señora que le daría clases particulares.
Con esta ayuda y su gran afición a la lectura iría adquiriendo la instrucción intelectual que en aquella época y en aquel ambiente se daba a las jóvenes.
En las vacaciones disfrutaba mucho. Era indudablemente feliz. La tía, que era la que acompañaba a las jóvenes, les preparaba toda clase de entretenimientos. Las muchachas se paseaban por la playa, metían los pies en la agua. En otras ocasiones se internaban en el bosque. Algunas veces intentaban montar en un borrico con la algazara que es de suponer. Lo pasaban en grande.
Llega la segunda dolorosa separación. Durante el mes de agosto de 1886 Teresa se entera de que María va a seguir la estela de Paulina. Está decidida y ha empezado a hacer los últimos preparativos para ingresar junto a su hermana. La pequeña va a quedar sin apoyo humano. La familia quedaba reducida a las dos pequeñas con su padre, pues Leonia también estaba ya en un convento. Aquella alegre y bulliciosa colmena, ahora muy mermada, se sumerge en el silencio (cf MsA 43vº).
Dios nunca deja de echar una mano en los momentos críticos. Teresa pierde a su confidente para exponer sus problemas de conciencia, sus inquietudes. Pues bien, hacia fines de octubre, la intercesión de sus hermanitos del cielo la libera de sus escrúpulos y le trae la paz. Poco antes, aunque no conocemos la fecha exacta, compuso una oración cuyo autógrafo se conserva. Dice así: «Santísima Virgen, haced que vuestra pequeña Teresa no se atormente nunca más».
Aunque ha recuperado la paz, aún no se puede cantar victoria. Quedan por superar grandes obstáculos, que impiden su pleno desarrollo humano y cristiano. Uno de ellos es la excesiva sensibilidad. Siempre las lágrimas están a punto de asomarse a los ojos y de correr por las mejillas de la joven. Con frecuencia llora como una Magdalena (cf MsA 44vº).