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II. DE LA OTRA PARTE (ABOGADOS Y FISCALES)

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•Concluida la principal figura del auditorio, a continuación, pasaremos a la representación técnica de la otra parte: los abogados y fiscales.

Bien –comenzó Juan–, la parte contraria es considerada parte esencial del auditorio, aunque quizás, desde una perspectiva oratoria, sea menos importante que el tribunal, ya que es a este a quien va destinado primordialmente el discurso oratorio. Sin embargo, su importancia radica en que apriorísticamente su presencia condiciona nuestra argumentación y discurso, siendo igualmente receptor del mismo, dada su posibilidad de impugnarlo o refutarlo a través de la palabra.

•Además –interrumpió Alicia– la parte contraria, sea abogado o fiscal, tratará de persuadir al tribunal de la bondad de su argumentación en detrimento de la nuestra.

•Efectivamente Alicia, buen aporte –sentenció Juan.

Pues bien, en cuanto a este receptor hemos de destacar la necesidad de mantener una actitud de respeto mutuo y consideración derivado de razones deontológicas, sabiendo separar las cuestiones de derecho de temas puramente personales. Por ello, es censurable el proceder de acometer verbalmente contra el letrado contrario, zahiriéndolo con comentarios mordaces e irrespetuosos, lo que constituye además un grave error que como señala acertadamente Majada 2), provoca el desagrado del tribunal, lo que motivará no solo un inmediato apercibimiento, sino que puede afectar la credibilidad de nuestro alegato.

Finalmente, ni que decir tiene que el orador evitará realizar gestos irónicos de aprobación o desaprobación a la parte contraria o interrumpirlo o dirigirse a él sin la venía del tribunal3).

•Cierto, el otro día presencié un juicio en el que el juez llamó la atención al letrado porque realizaba gestos de protesta muy ostensibles mientras el otro letrado exponía su alegato.

•Muy bien hecho por el juez, pues dicha conducta no puede permitirse. Ahora bien, distinto es el empleo correcto de la ironía o la mordacidad, siempre respetando al compañero y atacando al argumento, pues escogiendo las palabras acertadas (temeridad, atrevimiento, etc.) podemos dejar huella en el juez sobre la debilidad o inconsistencia de los mismos. Para esto hay que tener mucho «arte», pero a través de la experiencia se consigue.

A continuación, Juan revisó unas notas durante unos segundos ante la atenta mirada de Alicia.

Arte y técnica del alegato en juicio

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