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Relaciones de la física y la ética en Séneca

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Para los epicúreos la única razón para estudiar física es que ésta permite conseguir la serenidad de ánimo, la deseada ataraxía , liberando al hombre de la superstición, del miedo a los dioses y a la muerte. Para ellos la física tiene un carácter puramente utilitario y, por tanto, un papel secundario, subordinado al servicio de la ética, lo que explica la integración total de ambos elementos.

Para Séneca, en cambio, contra lo que se dice frecuentemente, la física no es la base o fundamento de la ética 171 . Pese a que algún pasaje de la obra pueda dar pie para pensar lo contrario 172 , para Séneca las reflexiones morales no son la conclusión natural y buscada de las investigaciones físicas 173 . Para Séneca la relación entre física y ética es distinta, más compleja y, si se quiere, ambivalente. Séneca se debate entre dos polos contrapuestos: en primer lugar, la íntima convicción de que la contemplación de la naturaleza (es decir, el estudio de la física) tiene un valor en sí misma, es el «bien supremo» de la naturaleza humana, la razón última de nuestra existencia, la única forma de autorrealizarse, de volver a nuestros orígenes, de alcanzar el conocimiento de Dios y entrar en comunicación con Él 174 ; en segundo lugar, un profundo y radical impulso ético, que le lleva a plantearse la utilidad moral de cualquier acción humana, incluso del propio estudio de la naturaleza, al que poco antes había puesto por encima de cualquier tipo de comportamiento 175 . De la primera convicción surgen las discusiones científicas, que para Séneca tienen valor en sí, no son algo instrumental y secundario; de la segunda surgen las reflexiones morales, que Séneca añade al tratamiento científico 176 . Y, aunque Séneca se esfuerza por integrar estrechamente ambas partes, sólo lo consigue a costa de transiciones artificiosas 177 , que delatan, en último extremo, la independencia de los elementos que unen 178 .

A mi juicio, la unidad de las NQ no hay que buscarla en la coherencia lógica de las diferentes partes (científicas y morales) que la integran 179 y, mucho menos, en las pretendidas y más o menos fantásticas e imaginarias redes de relaciones que algunos autores creyeron descubrir entre ellas 180 . Hay que buscarla sencillamente en el contexto personal de un filósofo que, aun admitiendo el valor supremo de la contemplación y de la ciencia, se resiste a renunciar a su misión de moralista y a no extraer las consecuencias éticas de todo lo que hace o dice.

Pero, además, para entender debidamente el sentido de estas partes, especialmente de los epílogos y las digresiones, no podemos olvidar la importante función literaria que Séneca les asigna y que se ha venido subrayando tradicionalmente. Es evidente que Séneca, consciente de la aridez y monotonía de sus discusiones científicas, del tedio y aburrimiento que podía provocar en el lector un tratamiento ininterrumpido, quiso entretenerlo, halagándole los oídos con unos excursus de carácter altamente literario, cuyo valor se justifica en sí mismo, independientemente del contexto en que están escritos: la descripción casi excesiva de las depravaciones de Hostio Cuadra (I 16), la vívida descripción de la muerte del salmonete (III 17-18), el dramático cuadro del mundo devorado por las aguas (III 27-30), los peligros de la adulación (IVa praef.) , la amena descripción del curso y crecida el Nilo (IVa 2,3-16), el relato de la expedición organizada por Filipo II al interior de la tierra en búsqueda de oro (V 15), la descripción de los terribles efectos físicos y psicológicos del terremoto de Pompeya (VI 1,1-7), etc., son episodios de alto valor literario que alivian al lector de la monotonía y tedio de las cuestiones científicas.

Es evidente que estos pasajes cumplen una función diferente al puro debate técnico. Si a esto añadimos la señalada tendencia natural de Séneca a primar el valor de los episodios concretos sobre el conjunto, podemos entender el porqué de las tradicionales acusaciones contra la unidad de esta obra.

Ello no implica, sin embargo, en mi opinión, que el juicio resultante haya de ser necesariamente negativo. Desde nuestro punto de vista moderno, las NQ pueden considerarse, en cierta medida, una mezcla inapropiada de ciencia y moral. Pero, en primer lugar, la obra ha de ser entendida en su contexto, en el contexto de un filósofo y de una época que, aun asignando a la contemplación el valor supremo, se siente en la obligación de preguntarse por sus beneficios éticos 181 . Y desde este punto de vista, como decíamos anteriormente a propósito de la ciencia, las NQ tienen el privilegio de ser una obra única. Pero, además, cabría considerar, como ha hecho recientemente Parroni, que en este enfoque de la ciencia radica uno de los aspectos más modernos de nuestro filósofo. «Quizá por primera vez en el pensamiento occidental —escribe Parroni— 182 se plantea con absoluta lucidez el problema de la relación entre la ciencia y la moral, el problema que tanto angustia, aunque de modo obviamente diverso, a nuestra época. Para Séneca la ciencia debe tender al progreso moral del hombre; fuera de esta perspectiva no se justifica.» Pero, añadiría yo, no tanto porque la ética sea el objetivo o conclusión buscada por la ciencia, cuanto porque es requisito indispensable de la misma. Es decir, el científico en ningún momento debe desentenderse de las implicaciones éticas de su trabajo. Y esto es algo que vio muy bien Séneca. En el campamento urbano de indignados que el pasado verano (2011) se instaló, como en toda España, en la plaza del Obelisco de La Coruña leí con grata sorpresa una pancarta en que se leía: «La ciencia sin conciencia es la ruina del alma». A falta de precisiones, en el contexto actual de crisis económica, la ciencia aludida debería ser la economía. Pero, sin duda, la frase podría aplicarse a cualquier tipo de ciencia. Estoy seguro de que nuestro filósofo hubiera suscrito alborozado al pie de la letra la citada sentencia de los indignados. Por importante que sea en sí, la ciencia que prescinde de la ética está condenada al fracaso. Haber visto esto claramente es, en mi opinión, uno de los grandes méritos de Séneca. Éste es el sentido último de la mezcla de física y ética en las NQ .

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